Rosas cultivadas en invernaderos de Kenia. Sebastián Ruiz. |
La rosa, un producto estético, de lujo y con una cargada simbología romántica de la que se hicieron eco los productores ingleses y holandeses durante la década de los ochenta cuando se pusieron manos a la obra: el día de San Valentín, el día de la Madre y durante Navidad son los picos de ventas.
Sin embargo, detrás de las bambalinas de las multinacionales de venta de flores, nada es lo que parece. La región de Naivasha (en Kenia, a 1.890 metros de altitud), en el valle del Rift, es la savia que da vida a casi el 70% de las fincas que se dedican al cultivo de las flores en el país, el primer exportador a Europa.
La tradición de enviar flores por el Día de San Valentín está arruinando el ecosistema en la zona del lago Naivasha, en Kenia, de donde miles de rosas son llevadas al Reino Unido, señala un experto de la Universidad inglesa de Leicester. Las cerca de diez mil toneladas de rosas que se venden por esta época del año en el Reino Unido, para celebrar el día de los enamorados, proceden de esa zona de Kenia.
El experto en ecología David Harper, de la citada casa de
estudios, señaló hoy que este comercio está perjudicando el ecosistema
porque unas 500.000 personas acuden a trabajar al área de Naivasha como
recolectores de flores.
"La plantación floral en
las costas de Naivasha es un negocio en auge, impulsado por la
insaciable demanda del Reino Unido", afirmó Harper.
"Nada podría detener su expansión o el auge de emigrantes de otras partes de Kenia para trabajar", subrayó el experto.
El enorme consumo de agua en los invernaderos es una de las principales
causas del descenso de los niveles del lago Naivasha, en el valle del
Rift.
"Tanto en las plantaciones tradicionales como en el caso de
Max Havelaar, el consumo de agua en los invernaderos sigue siendo una
amenaza para el lago", confirmaba, con cierta amargura, Peter Baumgartner,
ex corresponsal en África del diario Tages Anzeiger, para la agencia Swissinfo.
En las plantaciones, además, se violan los derechos de los trabajadores.
El objetivo: conseguir más beneficios económicos. Numerosos informes de
diversas organizaciones internacionales denuncian la situación. El más
reciente tiene fecha de marzo
del 2013 y lo firma la Comisión de Justicia y Paz de la Diócesis de
Nakuru, organización católica de defensa de los Derechos Humanos.
Barrio de chabolas alrededor de la plantación Sher Karuturi.
EDUARD MARTÍN-BORREGÓN.
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Los empresarios controlan el entorno y los trabajadores. No hay multas para los productores que contaminan el lago ni para los que perjudican la salud de quienes pasan todo el día curvados sobre las flores, respirando con abonos y pesticidas. El sindicalismo está penado con el despido o la no renovación de contrato. Es la situación que ha podido comprobar un equipo de periodistas gracias a la colaboración entre el periódico El Mundo y la Bill & Melinda Gates Foundation, a pesar de que los empleados de seguridad del recinto impidan grabar el interior y el exterior de los invernaderos.
"El sol marca la jornada laboral. Al amanecer empieza el movimiento de los trabajadores hacia los invernaderos. Muchos andan varios kilómetros; los afortunados se desplazan en autobús o matatu, una furgoneta que lleva decenas de pasajeros. La jornada durará hasta el crepúsculo. Por doce horas de trabajo, cobran menos de 40 chelines kenianos, unos 33 céntimos de euro al día. En España el precio del ramo de rosas de Kenia en una floristería ronda los 30 euros" publica el diario El Mundo.
"El salario es tan bajo (aproximadamente 1,25 euros al día) que un simple viaje al pueblo vecino se vuelve insostenible para la familia. Jornadas laborales de siete de la mañana a cuatro de la tarde se ven obligatoriamente compaginadas con otros trabajos, como la venta ambulante de productos de primera necesidad, las bicicletas-taxis o la prostitución a cambio de unos chelines extras que permitan comer caliente", comenta un reportaje del periódico El País sobre el tema.
La información de la ONG británica War on Want confirma que aproximadamente un 75% de los empleados son mujeres, además de que una gran proporción de ellas son solteras con hijos. "¿Te puedes imaginar lo difícil que es combinar el trabajo con la maternidad? La situación que padecemos es angustiante y afecta tanto a los niños como a los bebés que se quedan solos en las casas que están delante de los invernaderos", puntualiza Alice, una de las trabajadoras. Ella, por la tarde, vende huevos delante de la salida principal de la empresa.
El mismo informe afirma que "el acoso sexual en las fincas es muy común, en parte debido a las condiciones de trabajo que tienden a poner en peligro la seguridad de las mujeres". Trabajar en un invernadero es hacerlo en un entorno muy amplio y solitario, ya que el casco protector y el ruido del viento al golpear el plástico provocan un aislamiento auditivo.
El negocio de las flores de Kenia ha estado históricamente en manos de empresarios holandeses, que, sin embargo, están vendiendo sus empresas a nuevos inversores. Se trata especialmente de ricos habitantes de la India, que llegaron con los colones británicos y permanecieron en el país después de la independencia. Representan una minoría poderosa que controla, además, negocios clave como bancos y supermercados.
Sher Karuturi Ltd, la productora de flores más grande de Kenia, ahora es de propiedad india. La empresa exporta cada día un millón y medio de rosas a Europa, según detalla en su página web, pero el barrio construido para sus trabajadores no tiene electricidad por impagos: Sher Karuturi alega problemas financieros que contrastan con los millones de beneficios que asegura recaudar anualmente de la venta de rosas. El hospital, pagado por la empresa y que daba servicio a los trabajadores, ha dejado de funcionar por falta de electricidad.
Si eres trabajador de base en el imperio de la rosa tienes derecho a una vivienda y unos servicios sociales gratuitos. Pero hay letra pequeña: en las habitaciones a veces conviven hasta ocho personas; no tienen electricidad aunque sí agua potable; los familiares que deciden enviar a sus hijos a la escuela secundaria tienen que pagar unas tasas elevadas; el hospital de la empresa actualmente se encuentra cerrado y sin medicinas, por lo que los pacientes deben desplazarse hasta el pueblo vecino con una cuota mínima de 10 euros por la consulta; y por último, todos los trabajadores tanto en el interior de los invernaderos, seguridad, servicio de limpieza, hasta profesores y médicos llevan, según ellos, sin cobrar cuatro meses.
Sin embargo, no hay que alarmarse. El "te quiero" automático, y globalizado, y la rosa cotidiana de San Valentín camuflarán esta explotación silenciosa.
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