El pasado 23 de
julio, por primera vez en los 40 días consecutivos de manifestaciones contra
el Gobierno de Bulgaria, se produjeron enfrentamientos violentos entre la
policía y los manifestantes, que dejaron varios heridos, mientras unos cien
diputados permanecían retenidos en el Parlamento sin poder salir.
Medio millar de
manifestantes empezó a bloquear por la tarde el Parlamento de Sofía para
impedir que los parlamentarios pudieran salir del edificio.
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Ese día, en el
centro de la capital búlgara, los manifestantes -que con el paso de las horas
aumentaron hasta unos 3.000- se concentraron sobre todo ante la puerta trasera
del Parlamento, separada por vallas policiales, mientras en los enormes
altavoces colocados en la plaza frente al Parlamento una de las canciones que
sonaba era Wind of change (Vientos de cambio), la conocida música
de Scorpions.
En medio de
gritos de "dimisión", algunos diputados lograron salir del
edificio, escoltados por agentes de policía, aunque los manifestantes trataron
de bloquear sus vehículos.
En los
incidentes del día 23 de julio, algunos batieron tambores e hicieron sonar
silbatos, y muchos acusaron a la policía de los disturbios registrados cerca
del Parlamento, informó la cadena de noticias BBC.
El primer
ministro búlgaro reiteró, el pasado viernes, su intención de seguir en el
cargo, pese a los 48 días consecutivos de protestas ciudadanas. Plamen
Oresharski es acusado por una gran parte del pueblo de Bulgaria de
corrupción y de estar dominado por intereses empresariales turbios.
En el poder
desde finales de mayo, el Ejecutivo de Oresharski es el más impopular de
Bulgaria desde 1997.
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El descontento
de los manifestantes, que han llegado a reunir a decenas de miles de personas,
se dirige contra toda la clase política y la corrupción política y económica.
"Hoy más
que nunca Bulgaria necesita gente cualificada, gente valiente que no traicione
el cambio que el pueblo eligió en las urnas, que creo que es lo que está
pasando hoy con el Gobierno de Oresharski", afirmaba Sasha Bezuhanova,
que trabaja como ejecutiva en la capital del país.
Junto con el
partido de la minoría turca, los socialistas forman una coalición que tiene
solo una mayoría parlamentaria relativa, mientras que el hasta ahora gobernante
partido GERB, populista conservador, está boicoteando el trabajo parlamentario.
Como continuación de las movilizaciones, ayer, en
protesta contra el largo parón veraniego (hasta el 4 de septiembre) de los
legisladores, cientos de manifestantes, que llegaron a ser hasta 5.000,
llevaron todo tipo de enseres de playa hasta las puertas de la cámara baja.
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"El
Parlamento no debería irse de vacaciones, sino que debería aprobar el nuevo
código electoral y fijar una fecha para las elecciones anticipadas. Nadie se va
de vacaciones después de dos meses de trabajo", declaró una
manifestante para la agencia Euronews.
"Creo
que el fin del Gobierno llegará pronto, en otoño y será positivo, este Gobierno
caerá", explica el periodista Nick Satikov.
La sociedad
búlgara, una de las más pobres de Europa, se queja del alto nivel de
ineficiencia y corrupción de sus dirigentes.
Viviane Reding,
durante su estancia en Bulgaria, declaró a los manifestantes, "Podéis
contar con nosotros. Vamos a empujar al Gobierno hacia una verdadera lucha
contra la corrupción".
Actualmente, a
los búlgaros, que a principios de este año ya tomaron las calles en
importantes manifestaciones contra la corrupción hasta conseguir la caída del
gobierno, no les queda otra que volver a empezar de nuevo.
Los dos mayores
sindicatos búlgaros y el principal partido de la oposición, el derechista GERB,
insistieron hoy en la necesidad de celebrar elecciones anticipadas.
Pero el líder
del oficialismo, el socialista Sergei Stanishev, desestimó la demanda
declarando que "ciertas fuerzas políticas intentan conseguir el
derrumbe del gobierno a cualquier precio y que se celebren elecciones
anticipadas".
Para los
sectores neoliberales que están controlando la Unión Europea, Bulgaria es casi
un ejemplo en materia económica. Con una deuda externa del 16% del PIB y un
déficit inferior al 2%, las cuentas del país se ciñen férreamente la disciplina
fiscal que promueve Bruselas y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin embargo, no
por nada el 28% de la población -aproximadamente dos millones de los 7,3
millones de habitantes- ha emigrado. La misma UE reconoce, además, que
Bulgaria es el país del bloque con mayor grado de corrupción, y que
prácticamente la mitad de los búlgaros (49%) está en situación de
pobreza.
La política de
austeridad llevada adelante, primero por la derecha y luego por el actual
gobierno socialista, congeló de hecho los salarios y las pensiones, mientras
los precios, en particular los de los servicios del Estado como la electricidad,
subían constantemente.
En la
actualidad, un salario promedio es de 350 euros y la jubilación básica es de 75
euros, en tanto que una factura de luz y calefacción para una familia tipo puede ascender a 150 euros, con lo cual muchas personas se ven obligadas a continuar
trabajando después de la jubilación.
Por otro lado,
los búlgaros están hartos de los escándalos de corrupción que salpican la vida
pública. Hace cinco días, una encuesta del instituto Open Society daba una idea
del estado de ánimo de los ciudadanos: el 72% cree que la situación política es
"insoportable".
Hagamos un
pequeño resumen de lo que ha sido la situación político social en Bulgaria a lo
largo de este año: En febrero, miles de personas salieron a la calle contra la
corrupción, la pobreza y la élite política, consiguiendo derribar al Gobierno
del populista de derechas Boiko Borisov. En pleno invierno europeo, el
detonante de esas movilizaciones fue un incremento de los precios de la luz,
cuando muchos búlgaros no podían pagar la calefacción, con facturas que
consumían hasta más de la mitad de sus ingresos. Nada de esto ha cambiado
demasiado y desde entonces se han sucedido tres Gobiernos: el de Borisov, uno
técnico hasta las elecciones de mayo, donde Borisov sacó más votos pero no logró
formar Gobierno, y ahora el socialista de Plamen Oresharski. En estos seis
meses, incluido febrero, siete hombres se han prendido fuego (Trayan Marechkov
de 26 años, fue el primero el día 18 de febrero, dos días después fue Plamen
Goranov, 36 años, y el mismo mes de febrero fue Ventsislav Vasilev, 53 años.
Otros cuatro les sucedieron hasta la fecha, siendo el último Ventsislav
Kozarev, el pasado mes de mayo). Seis de ellos murieron en lo que se entiende
como un desesperado gesto de protesta contra el sistema. A estos hombres se les
puede comparar con Jan Palach, que se inmoló en Praga en 1969 en un acto de
protesta contra la invasión soviética, con Mohamed Buazizi, el frutero
tunecino que, con su suicidio público, impulsó la gigantesca ola de cambio
que acompañó a la "Primavera Árabe" o al centenar de tibetanos que se
han inmolado en repulsa por la ocupación y la represión china.
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La vuelta de las
vacaciones se presenta ajetreada para los diputados búlgaros. Alexander
Stoyanov, del Centro de Estudios para la Democracia, en Sofía, pronostica que
las protestas volverán con más fuerza en septiembre y serán más numerosas.
"No nos iremos a casa hasta que haya cambios", asegura el
activista Genov, para el periódico español El País.
Manifestaciones en Bulgaria el día 23 de julio.
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