El
Cairo, ese gigante del Nilo, una ciudad de cerca de 20 millones de personas,
que no calla ni de día ni de noche, con un caos circulatorio que dura 24 horas,
mientras los autos hacen sonar sus bocinas incansablemente, donde el calor y su
intensa humedad no parecen tomarse un respiro, mantiene un asombroso silencio.
El toque de queda impuesto por el gobierno
militar, tras los trágicos sucesos de los últimos días, ha supuesto pasar del
bullicio ensordecedor al silencio absoluto, del movimiento continuo e incesante
a la parálisis de la ciudad. A partir del sonar de las sirenas, que marcan el
inicio del toque de queda, ni los perros ladran.
Es
la madrugada de El Cairo, y por primera vez en mucho tiempo el silencio.
Una
situación que permite el objetivo de los militares de acabar con cualquier
resquicio de oposición a su golpe de Estado, ¿o no fue un golpe de Estado?,
bueno todo depende de que lado de sus fronteras se mire y analicen todos los
acontecimientos que tuvieron su inicio el pasado 3 de julio con la deposición
del presidente electo Mohamed Mursi, por la tropas militares y el apoyo de
millones de egipcios.
La
nocturnidad sirve para aplastar la oposición de los militantes islamistas que
insisten en defender la legitimidad del gobierno depuesto del presidente
Mohamed Mursi. En una ciudad que durante las horas de libre movimiento lucha
con esfuerzo e inusitada agilidad para borrar los rastros de la guerra entre
los islamistas y el ejército de los últimos días.
Edificios quemados, impactos de balas, zapatos
dejados para atrás, manchas de sangre, piedras, vidrios rotos o basura son las
huellas que restan de aquellos enfrentamientos que dejaron casi un millar de
muertos y un escalofriante número de heridos.
Gustavo
Sierra, el enviado especial del periódico argentino Clarín comentaba días
atrás, en un reportaje para el diario, "Antes de regresar (al hotel)
paramos a comprar agua en la estación de servicio en la rotonda de entrada al
barrio de Rabaa. El vendedor es curioso y traba una conversación en un inglés
chapuceado. “¿Y, está quedando lindo?”, lo aguijoneo. “Bueno ... Lástima que
haya tenido que correr tanta sangre para esto”, dice. Y se queda medio
pensativo. La memoria de los muertos está demasiado fresca".
Anoche,
el golpe contra los Hermanos Musulmanes fue colosal. Los militares lograron
arrestar a su líder espiritual, Mohamed Badie. El verdadero hombre fuerte del
movimiento, venerado por millones, permanecía oculto desde hacía dos semanas
más allá de una furtiva aparición durante las protestas y la matanza del
miércoles pasado. Apenas comenzó el toque de queda a las siete de la tarde, un
grupo de militares y policías tomaron por asalto un edificio de departamentos
frente a la plaza de Rabba al Addawiya, donde murieron al menos 300 personas en
los enfrentamientos de los últimos días.
Para
humillar aún más a los islamistas, la televisión estatal abrió esta mañana
todos sus noticieros con las imágenes de Badie abatido y confundido mientras
era transportado en un vehículo militar.
Badie,
de 70 años, era buscado desde el 10 de julio cuando fue acusado de
"incitar a la violencia". De acuerdo a un portavoz del ministerio del
Interior, será presentado ante un tribunal el 25 de agosto acusado de haber
participado de la matanza de ocho personas frente a la sede del partido de los
Hermanos Musulmanes en junio pasado.
El
líder espiritual islamista estaba cumpliendo un período de estricto luto por la
muerte de uno de sus hijos cuando se produjo el aplastamiento de la protesta de
los partidarios del presidente Mursi. Badie había ido a reconocer personalmente
el cadáver que había sido llevado a la mezquita de Rabba en la noche del
miércoles.
Desde
Estados Unidos y Europa se le pide al jefe golpista Abdel Fatá al Sisi que no
proscriba a los Hermanos Musulmanes pero este arresto puede desatar nuevamente
la violencia en El Cairo en las próximas horas y es improbable que, esta vez,
el toque de queda sirva para algo.
"Quizás
este fue el golpe definitivo a la sociedad islámica de los Hermanos Musulmanes,
arrestando de madrugada a quien desde 2010 ha sido su líder supremo. De
madrugada, los agentes de policía entraron en un edificio de viviendas cerca de
la mezquita de Raba al Adauiya, donde hasta el miércoles habían acampado miles
de islamistas que pedían la restitución del presidente Mohamed Mursi y su
gobierno. Tras las cargas del miércoles pasado, los últimos líderes en libertad
de la cofradía se habían refugiado en varios pisos francos. La prioridad de las
fuerzas armadas era arrestar a Badie, para llevarle a juicio por incitación a
la violencia junto a varios lugartenientes suyos.
La
detención del líder supremo supone el descabezamiento efectivo de una
organización que hasta hace siete semanas detentó casi todo el poder en Egipto,
y que ahora regresa lentamente a la clandestinidad, mermada por un gran número
de bajas en las cargas policiales de la pasada semana, en la que han muerto un
millar de personas, y la detención de más de 3.000 de sus integrantes. La
fiscalía, que le acusa de incitación a la violencia, había solicitado el
arresto de Badie en julio, en principio por un enfrentamiento de islamistas con
manifestantes contrarios a Morsi durante el asalto a la sede de la cofradía en
El Cairo, durante el 30 de junio, jornada de manifestaciones multitudinarias
que precedió al golpe de Estado del 3 de julio", publica
el periódico español El País. Hasta el inicio del juicio, el líder
supremo permanecerá detenido en la prisión de Tora, la misma donde se encuentra
el expresidente Hosni Mubarak, cuyo régimen cayó durante las manifestaciones
prodemocráticas de 2011, durante la denominada Primavera Árabe. Según el
sistema sucesorio de la hermandad, a Badie le ha sustituido de forma temporal
Mahmud Ezzat, uno de sus tres lugartenientes. Los otros dos, Jariat al Shater y
Rashad al Bayumi, están bajo arresto también. "Ezzat es el único libre,
así que la designación ha sido automática", dijo este martes Tarek
Morsi, un portavoz de la hermandad. "El Ejército no se atiene a la
legalidad vigente. Ha dado muestras de que no respeta ya nada".
Ezzat
es un veterano de la hermandad. Pertenece a ella desde su adolescencia, cuando
estaba prohibida en Egipto, y su militancia le ha llevado a prisión en
numerosas ocasiones. Es un hombre que sabe cómo funcionar en la clandestinidad,
y que ahora debe enfrentarse al cerco impuesto por los generales, artífices del
golpe de Estado y tutores del gobierno interino que ha iniciado un proceso de
reforma constitucional. Este martes, un comité encargado de revisar la carta
magna envió sus propuestas al presidente interino, Adli Mansur. Según el
borrador publicado por los medios nacionales egipcios, una de las provisiones
es la de prohibir la formación de partidos políticos "sobre la base de
fundaciones religiosas o discriminación en términos de género", según han
indicado diversas fuentas
Durante
el año en que Mursi fue presidente sus detractores le acusaron de consultar sus
decisiones a Badie, que detentaba un poder y una influencia desmedidos para
alguien no elegido en las urnas. La primera elección de la hermandad para las
elecciones presidenciales había sido Al Shater, número dos de Badie. Su
candidatura fue anulada por el ejército, lo que propició el ascenso de Mursi
desde el anonimato. Creada en 1928, la cofradía había operado en la clandestinidad
desde 1954. En marzo se registró finalmente como una organización sin ánimo de
lucro. Para presentarse a las elecciones legislativas y presidenciales creó su
propio partido, Libertad y Justicia, que opera de forma totalmente dependiente
del guía y el consejo supremos.
El
pasado martes, entre los rangos de la hermandad cundía la desazón, después de
las cargas y matanzas militares y del arresto de casi toda su cúpula. Los
dirigentes que quedan en libertad se han recluido en pisos francos, muchos cerca
de la mezquita de Raba al Adauiya, donde habían acampado hasta el miércoles
para exigir la liberación y restitución de Mursi, que se halla bajo detención
militar. Las manifestaciones islamistas convocadas para esta semana o bien se
han cancelado o bien han logrado reunir solo a unos pocos cientos de personas.
El temor y el instinto de supervivencia y autoprotección guía de nuevo a los
cófrades, que vuelven a operar como en los años de Mubarak, que mantuvo la
prohibición de la sociedad.
"Si
se busca la disolución de la hermandad será contraproducente empujarla a
trabajar de forma subterránea de nuevo. Ahí es donde prospera y donde mejor
sabe actuar", opina Ibrahim Awad, profesor de política pública en la
universidad Americana de El Cairo. "Contrarrestar a los Hermanos
Musulmanes requiere que se les deje trabajar al aire libre. Se le puede
descabezar, pero en el pasado, el ser ilegalizada no le impidió que extendiera
su presencia en el país", añade en declaraciones para el corresponsal
de El País en el Cairo.
Si
se analizan los acontecimientos en Egipto durante el último año, es en este
período, que coincidió con su gestión al frente del gobierno egipcio, cuando la
Hermandad Musulmana perdió más apoyos e hizo germinar un movimiento de
oposición a su gobierno y, finalmente, a su propia existencia.
Ese
movimiento lo lideró la campaña juvenil Tamarud (Rebélate), que no se conforma
con arrestos. Este martes, ese grupo, que antes del golpe de Estado dijo haber
recabado 22 millones de firmas pidiendo la marcha de Mursi, dijo en un
comunicado que el arresto de Badie es "un paso importante en la lucha
contra el terrorismo" y pidió "el desmantelamiento final de ese grupo
terrorista", en referencia a la hermandad.
Tamarud
tampoco tolera disidencias. Sus organizadores han criticado duramente al premio
Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei, por haber renunciado a la vicepresidencia
de la nación tras la matanza de islamistas de hace una semana. Este martes,
Sayyed Ateeq, un profesor de derecho en la universidad de Helwan, demandó al
reputado político por "traicionar la confianza nacional".
Por otra parte, el uso excesivo en
injustificado de fuerza letal por parte de las fuerzas de seguridad egipcias es
la principal causa del elevado número de víctimas en las protestas de ese país,
denunció hoy Human Rights Watch (HRW). La organización de defensa de los
derechos humanos emitió hoy el resultado sobre una investigación de los
acontecimientos de la semana pasada en Egipto, que comenzaron con el
desmantelamiento (el día 14) por parte de las autoridades de campamentos
urbanos de protesta convocados por los Hermanos Musulmanes. Según las
autoridades, el total de muertes de ese día fue de 638, incluyendo 43 agentes
de policía, pero HRW indica que al menos en el desmantelamiento del campamento
de Rab'a al-Adawiya hubo "al menos 377" muertos, frente a los
288 reconocidos por el Gobierno. "La decisión de usar munición real a
gran escala desde el principio refleja el fracaso en respetar los estándares
internacionales básicos de policía sobre el uso de la fuerza letal",
señaló la organización en un comunicado. Ese nivel de uso de la fuerza no se
justifica por las acciones de los manifestantes o la "limitada posesión
de armas" por algunos de ellos, añadió HRW, que también lamentó que no
se ofreció la posibilidad a que los participantes en las protestas pudieran
marcharse de forma segura. "El excesivo e injustificado uso de la
fuerza letal constituye la peor respuesta posible ante la situación tan tensa
de Egipto", señaló Joe Stork, director en funciones de HRW para
Oriente Medio y el Norte de Áfric
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