Una imagen habitual en el Barrio Rojo de Ámsterdam. |
Pero especialmente es conocido por ser uno de los míticos lugares del mundo en el que se ejerce la prostitución de forma legal. Las chicas se exhiben en los escaparates ligeras de ropa para atraer a los posibles clientes que pasean por la calle. Cada año miles de turistas visitan la ciudad y se paran en estas calles a contemplar a las mujeres que se exhiben con poca ropa o bien a contratar sus servicios. Pero eso es algo que seguro que todos conocíais.
La Zona Roja de Amsterdam existe aproximadamente desde el aňo 1200. Claro que en esa época no se lo llamaba así. Hoy la Warmoestraat es la calle mas visitada en la parte mas vieja de la ciudad, comienza cerca de la Estación Central y al caminar se puede encontrar el Chickita’s Sex Paradise, algunos locales gay con todo el cuero y el latex. Al inicio de la calle Zeedijk se conserva una de las casas mas antiguas construida en madera.
Entre el Museo de la Marihuana y la Iglesia Vieja de Amsterdam abre sus puertas, junto a los escaparates del Barrio Rojo, el Museo de la Prostitución.
Un aliciente más para los miles de turistas que año tras año elevan el récord de visitas en el distrito más deseado. El nuevo centro nace con afán instructivo, para mostrar los grandes secretos de la seducción. Según los propietarios, la mejor opción para quienes buscan compañía.
Un sugerente holograma da la bienvenida al visitante. En la sala de cine, un documental repasa la vida cotidiana de las prostitutas, ahora mayores de 21 años, sus jornadas de 11 horas y sus horas de ocio.
El resto del trayecto, para detenerse sin prisa, admirar e imaginar. El museo se detiene en la historia de la prostitución en la ciudad, desde sus orígenes en el siglo XVI hasta el año 2000, cuando pasó a ser una práctica legalizada en Holanda.El precio para pasear por el negocio del sexo es de 7 euros y medio.
El periódico español El País publicaba la pasada semana un reportaje sobre el barrio rojo de Ámsterdam bajo el título "La vida detrás de los escaparates de Ámsterdam", en el que expone alguna curiosidades sobre esa conocida y turística zona de la ciudad.
Louise y Martine Fokkens parecen dos ancianas corrientes. De melena rubia casi blanca y risa entrañable, siempre se visten igual, y normalmente con tonos rojos porque les parece que lucen más jóvenes. Pero estas gemelas holandesas, a sus 72 años cumplidos a principios de mayo, suman 100 años ejerciendo la prostitución. Entre las dos han conocido a 350.000 hombres. "O tal vez más", ríe Martine. Son la memoria viva del Barrio Rojo de Ámsterdam.
"El Barrio Rojo ha cambiado muchísimo en estas décadas. Ahora las chicas holandesas casi no trabajan allí. Son todas extranjeras y no hay solidaridad. Al cambiarse las leyes [Holanda legalizó la prostitución en los burdeles en 2000], tienes que tener muchísimos papeles y pagar por todo, antes de tener clientes ya tienes que dar dinero al Gobierno. Han convertido la zona en un parque temático", lamenta Louise al otro lado del teléfono.
Ella fue la primera de las hermanas Fokkens en llegar al famoso barrio de los escaparates. Tenía 20 años, un marido desde los 17 y tres hijos. Prácticamente la arrastró su esposo. Tras abandonarla, le puso como condición para volver a su lado y al de sus tres hijos que ganara dinero, aunque Louise por entonces trabajaba un par de días a la semana en una fábrica haciendo lámparas. Ella aceptó. Le quería. "Me dijo que serían solo dos años, por el bien de los niños", ríe ahora, medio siglo más tarde. A su llegada se encontró con el apoyo de sus compañeras de cabina: "Fueron las putas mayores las que me contaron qué hacer y qué no, me enseñaron que no es tan fácil que un hombre esté listo", lanza en un inglés mezclado con holandés, pero sin pelos en la lengua.
Un año más tarde sería ella la que enseñaría el oficio más antiguo del mundo a su gemela, nada como el amor de una hermana. El marido de Martine no tenía trabajo y Louise le ofreció trabajar en el burdel limpiando cabinas. Con los meses, tras despertar el interés de algunos clientes, terminó en una. "Mi marido seguía sin trabajo y le dije que quería probar. Hablamos mucho sobre eso y le pareció bien", recuerda. Para añadir a continuación, "Durante muchos años tuvimos muchos, muchísimos clientes". Gracias a ese éxito, y cansadas de rendir cuentas a otros, en los ochenta abrieron su propio burdel. Llegaron a ganar tanto dinero que se pudieron comprar un coche a los pocos meses, se enorgullece Louise. Los problemas con la Administración les llevaron a fundar The Little Red, el primer sindicato independiente de prostitutas. Pero el momento amargo para las Fokkens fue cuando tuvieron que cerrar su negocio por problemas con los grandes empresarios de la industria del sexo y el Gobierno, dice Louise. Pero no dejaron de trabajar.
Más de un cliente ha pedido en matrimonio a Martine. Louise recuerda que algunos las han llevado de viaje a Israel, Italia o España, aunque si habla algo de castellano es por su segundo marido, un barcelonés con quien tuvo a su cuarta hija (María Conchita). "¿Que qué quieren en la cama? Muchos quieren jugar al juego de la seducción. Casi nunca desde el principio es ir a saco", analiza. "Hay tantas cosas… La gente solo piensa que haces cosas extrañas, pero muchas veces es más normal de lo que se creen. Yo me divierto", contesta Martine para el periódico español. Quizá por ello, y a pesar de haberse retirado hace un año, cuando la llaman aún se anima a trabajar. El número 69 marcó la edad de jubilación de su hermana, la artritis le impedía algunos movimientos. Si no fuera por eso, hoy seguiría en su escaparate: "Me gusta. Me hace sentirme joven".
Ahora regentan una pequeña tienda en el centro de la ciudad en la que venden postales, sus cuadros y también sus libros. Muchos se acercan para conocerlas y hacerse fotos con las dos gemelas. En 2011, el documental sobre su vida Meet the Fokkens (Conoce a las Fokkens) las hizo famosas fuera de la ciudad con más canales del mundo. Y tras publicar On travel with the Fokkens y The ladies of Amsterdam, que llegó a ser número uno en ventas de libros de no-ficción en Holanda y hoy está en negociaciones con editoriales españolas, rusas y brasileñas, dedican su tiempo a escribir un tercer libro sobre su vida.
Desde que además de su cuerpo expusieron su historia, Louise dice haber notado un mayor respeto. Ambas han soportado risas, burlas, insultos, e incluso que sus hijos se enteraran de su profesión por los vecinos cuando ni siquiera ellas habían encontrado el momento adecuado para contárselo. "Si yo hubiera estado en su situación, sería la última en decir que jamás haría lo que tuvo que hacer mi madre", cuenta una de los cuatro hijos de Louise en el documental. Sin recriminaciones, asegura sentada al lado de su madre que, a pesar de pasar varios años durante su infancia en una casa de acogida, tuvo una niñez feliz. Parece seguir la filosofía de sus abuelos. "Tras el enfado inicial, mis padres se pusieron de mi lado". "Eres mi hija, qué más da lo que digan los demás, que se miren ellos mismos", le dijeron.
Convencidas de que siempre se han contado las miserias de su profesión, ellas prefieren buscarle el lado amable. Las dos comparten genes e historia, y también la idea de que nunca fue su sueño que tuviera que ser clasificada "X"."Has hecho el trabajo, has sido una puta. Y nunca te desharás de ese nombre. Ellos siempre te lo dicen de muchas maneras. Pues selo". Consejo de hermana a hermana.
La vida de estas mujeres es muy dura y no se obtienen grandes beneficios tras los escaparates del Barrio Rojo de Amsterdam.
"La paga de las trabajadoras sexuales no es muy buena. Una ventana cuesta en torno a 200 euros solo medio día y una sesión de 15 minutos 70 euros. Por seis clientes, restando impuestos, pueden llevarse unos 150 euros cada día.
La Zona Roja de Amsterdam existe aproximadamente desde el aňo 1200. Claro que en esa época no se lo llamaba así. Hoy la Warmoestraat es la calle mas visitada en la parte mas vieja de la ciudad, comienza cerca de la Estación Central y al caminar se puede encontrar el Chickita’s Sex Paradise, algunos locales gay con todo el cuero y el latex. Al inicio de la calle Zeedijk se conserva una de las casas mas antiguas construida en madera.
La prostitución en Holanda se remonta al siglo XVI cuando los marineros llegaban a puerto en busca de mujeres. En el siglo XVII es cuando aparecen las vitrinas en esta zona, o sea que el fenómeno actual se originó en la costumbre de las prostitutas que se ofrecían como mercancía desde la puerta o la ventana de su casa.
Desde el año 2000 el trabajo sexual es legal en Holanda a partir de los 21 años. Y para que no haya menores de esa edad ejerciendo esa actividad las inspecciones son habituales.
La ciudad de Ámsterdam inaugura en su famoso barrio Rojo el primer museo de la prostitución. Los visitantes podrán comprobar cómo funcionan los prostíbulos. También cómo son los escaparates, habitaciones y métodos. La idea nace envuelta en polémica.Desde el año 2000 el trabajo sexual es legal en Holanda a partir de los 21 años. Y para que no haya menores de esa edad ejerciendo esa actividad las inspecciones son habituales.
Entre el Museo de la Marihuana y la Iglesia Vieja de Amsterdam abre sus puertas, junto a los escaparates del Barrio Rojo, el Museo de la Prostitución.
Un aliciente más para los miles de turistas que año tras año elevan el récord de visitas en el distrito más deseado. El nuevo centro nace con afán instructivo, para mostrar los grandes secretos de la seducción. Según los propietarios, la mejor opción para quienes buscan compañía.
Un sugerente holograma da la bienvenida al visitante. En la sala de cine, un documental repasa la vida cotidiana de las prostitutas, ahora mayores de 21 años, sus jornadas de 11 horas y sus horas de ocio.
El resto del trayecto, para detenerse sin prisa, admirar e imaginar. El museo se detiene en la historia de la prostitución en la ciudad, desde sus orígenes en el siglo XVI hasta el año 2000, cuando pasó a ser una práctica legalizada en Holanda.El precio para pasear por el negocio del sexo es de 7 euros y medio.
El periódico español El País publicaba la pasada semana un reportaje sobre el barrio rojo de Ámsterdam bajo el título "La vida detrás de los escaparates de Ámsterdam", en el que expone alguna curiosidades sobre esa conocida y turística zona de la ciudad.
Louise y Martine Fokkens parecen dos ancianas corrientes. De melena rubia casi blanca y risa entrañable, siempre se visten igual, y normalmente con tonos rojos porque les parece que lucen más jóvenes. Pero estas gemelas holandesas, a sus 72 años cumplidos a principios de mayo, suman 100 años ejerciendo la prostitución. Entre las dos han conocido a 350.000 hombres. "O tal vez más", ríe Martine. Son la memoria viva del Barrio Rojo de Ámsterdam.
"El Barrio Rojo ha cambiado muchísimo en estas décadas. Ahora las chicas holandesas casi no trabajan allí. Son todas extranjeras y no hay solidaridad. Al cambiarse las leyes [Holanda legalizó la prostitución en los burdeles en 2000], tienes que tener muchísimos papeles y pagar por todo, antes de tener clientes ya tienes que dar dinero al Gobierno. Han convertido la zona en un parque temático", lamenta Louise al otro lado del teléfono.
Ella fue la primera de las hermanas Fokkens en llegar al famoso barrio de los escaparates. Tenía 20 años, un marido desde los 17 y tres hijos. Prácticamente la arrastró su esposo. Tras abandonarla, le puso como condición para volver a su lado y al de sus tres hijos que ganara dinero, aunque Louise por entonces trabajaba un par de días a la semana en una fábrica haciendo lámparas. Ella aceptó. Le quería. "Me dijo que serían solo dos años, por el bien de los niños", ríe ahora, medio siglo más tarde. A su llegada se encontró con el apoyo de sus compañeras de cabina: "Fueron las putas mayores las que me contaron qué hacer y qué no, me enseñaron que no es tan fácil que un hombre esté listo", lanza en un inglés mezclado con holandés, pero sin pelos en la lengua.
Un año más tarde sería ella la que enseñaría el oficio más antiguo del mundo a su gemela, nada como el amor de una hermana. El marido de Martine no tenía trabajo y Louise le ofreció trabajar en el burdel limpiando cabinas. Con los meses, tras despertar el interés de algunos clientes, terminó en una. "Mi marido seguía sin trabajo y le dije que quería probar. Hablamos mucho sobre eso y le pareció bien", recuerda. Para añadir a continuación, "Durante muchos años tuvimos muchos, muchísimos clientes". Gracias a ese éxito, y cansadas de rendir cuentas a otros, en los ochenta abrieron su propio burdel. Llegaron a ganar tanto dinero que se pudieron comprar un coche a los pocos meses, se enorgullece Louise. Los problemas con la Administración les llevaron a fundar The Little Red, el primer sindicato independiente de prostitutas. Pero el momento amargo para las Fokkens fue cuando tuvieron que cerrar su negocio por problemas con los grandes empresarios de la industria del sexo y el Gobierno, dice Louise. Pero no dejaron de trabajar.
Más de un cliente ha pedido en matrimonio a Martine. Louise recuerda que algunos las han llevado de viaje a Israel, Italia o España, aunque si habla algo de castellano es por su segundo marido, un barcelonés con quien tuvo a su cuarta hija (María Conchita). "¿Que qué quieren en la cama? Muchos quieren jugar al juego de la seducción. Casi nunca desde el principio es ir a saco", analiza. "Hay tantas cosas… La gente solo piensa que haces cosas extrañas, pero muchas veces es más normal de lo que se creen. Yo me divierto", contesta Martine para el periódico español. Quizá por ello, y a pesar de haberse retirado hace un año, cuando la llaman aún se anima a trabajar. El número 69 marcó la edad de jubilación de su hermana, la artritis le impedía algunos movimientos. Si no fuera por eso, hoy seguiría en su escaparate: "Me gusta. Me hace sentirme joven".
Ahora regentan una pequeña tienda en el centro de la ciudad en la que venden postales, sus cuadros y también sus libros. Muchos se acercan para conocerlas y hacerse fotos con las dos gemelas. En 2011, el documental sobre su vida Meet the Fokkens (Conoce a las Fokkens) las hizo famosas fuera de la ciudad con más canales del mundo. Y tras publicar On travel with the Fokkens y The ladies of Amsterdam, que llegó a ser número uno en ventas de libros de no-ficción en Holanda y hoy está en negociaciones con editoriales españolas, rusas y brasileñas, dedican su tiempo a escribir un tercer libro sobre su vida.
Desde que además de su cuerpo expusieron su historia, Louise dice haber notado un mayor respeto. Ambas han soportado risas, burlas, insultos, e incluso que sus hijos se enteraran de su profesión por los vecinos cuando ni siquiera ellas habían encontrado el momento adecuado para contárselo. "Si yo hubiera estado en su situación, sería la última en decir que jamás haría lo que tuvo que hacer mi madre", cuenta una de los cuatro hijos de Louise en el documental. Sin recriminaciones, asegura sentada al lado de su madre que, a pesar de pasar varios años durante su infancia en una casa de acogida, tuvo una niñez feliz. Parece seguir la filosofía de sus abuelos. "Tras el enfado inicial, mis padres se pusieron de mi lado". "Eres mi hija, qué más da lo que digan los demás, que se miren ellos mismos", le dijeron.
Una escena cotidiana en el Barrio Rojo de Amsterdam. |
La vida de estas mujeres es muy dura y no se obtienen grandes beneficios tras los escaparates del Barrio Rojo de Amsterdam.
"La paga de las trabajadoras sexuales no es muy buena. Una ventana cuesta en torno a 200 euros solo medio día y una sesión de 15 minutos 70 euros. Por seis clientes, restando impuestos, pueden llevarse unos 150 euros cada día.
El 75% de esas mujeres provienen de países pobres como Bulgaria o Rumanía, aunque están ahí voluntariamente", se puede leer en el blog No Más Tabú. Aunque la crisis ha bajado esos precios.
Las mujeres que trabajan en esta zona también se han visto afectadas por la crisis económica que atraviesa Europa, "Si antes (de la crisis) los hombres venían una vez a la semana, ahora
se dejan caer por aquí una vez cada dos meses", se lamenta Metje Blaak,
ex prostituta y portavoz de la asociación de defensa de los derechos de
las meretrices "Rode Draad" (hilo rojo) en declaraciones a la televisión
pública holandesa (NOS).
También estas mujeres corren riesgos que, muchas veces nadie puede imaginar. Durante más de cuatro años Patricia Perquin trabajó como prostituta en el distrito de Wallen, en el barrio rojo de Ámsterdam. Debía pagar descomunales deudas que había contraído a raíz de su adicción patológica a comprar.
Ella también subestimó los riesgos del trabajo en la prostitución. "Cada minuto y cada segundo que te descuides en el Wallen lo puedes pagar con tu vida", explica en un libro sobre su vida en esa zona de Ámsterdam. Ella casi fue estrangulada por uno de sus clientes habituales. ¿Quién querría realmente exponerse a esos riesgos?.
"La vida de una prostituta no es posible de imaginar. En ningún lugar se puede leer y no cabe duda que no hay ningún manual para ella", explica. Le duele comprobar que hay tan poca atención para lo que ocurre detrás de los muros del Wallen. Observa una sociedad que solamente quiere escuchar la parte romántica del barrio rojo, y espera que con su libro "Detrás de las ventanas del Wallen" se pueda tener una visión realista de la situación. Perquin está convencida de que un alto porcentaje de muchachas y mujeres son forzadas a prostituirse.
En diciembre del pasado año mientras los hombres paseaban y observan a las mujeres que ofrecen sexo en las Vitrinas Rojas de Amsterdam, un grupo de chicas los sorprende, mostrando su lado más humano, con un baile coordinado que busca hacer consciencia ante el tráfico de mujeres, y el sufrimiento que acarrea a las personas que son explotadas en sus redes.
Cada año a miles de mujeres se les promete una carrera de baile. Tristemente, terminan aquí. Para el tráfico humano.
También estas mujeres corren riesgos que, muchas veces nadie puede imaginar. Durante más de cuatro años Patricia Perquin trabajó como prostituta en el distrito de Wallen, en el barrio rojo de Ámsterdam. Debía pagar descomunales deudas que había contraído a raíz de su adicción patológica a comprar.
Ella también subestimó los riesgos del trabajo en la prostitución. "Cada minuto y cada segundo que te descuides en el Wallen lo puedes pagar con tu vida", explica en un libro sobre su vida en esa zona de Ámsterdam. Ella casi fue estrangulada por uno de sus clientes habituales. ¿Quién querría realmente exponerse a esos riesgos?.
"La vida de una prostituta no es posible de imaginar. En ningún lugar se puede leer y no cabe duda que no hay ningún manual para ella", explica. Le duele comprobar que hay tan poca atención para lo que ocurre detrás de los muros del Wallen. Observa una sociedad que solamente quiere escuchar la parte romántica del barrio rojo, y espera que con su libro "Detrás de las ventanas del Wallen" se pueda tener una visión realista de la situación. Perquin está convencida de que un alto porcentaje de muchachas y mujeres son forzadas a prostituirse.
En diciembre del pasado año mientras los hombres paseaban y observan a las mujeres que ofrecen sexo en las Vitrinas Rojas de Amsterdam, un grupo de chicas los sorprende, mostrando su lado más humano, con un baile coordinado que busca hacer consciencia ante el tráfico de mujeres, y el sufrimiento que acarrea a las personas que son explotadas en sus redes.
Cada año a miles de mujeres se les promete una carrera de baile. Tristemente, terminan aquí. Para el tráfico humano.
El paraíso de los pajeros y pajeras...
ResponderEliminarEs interesante ver que la regulación no es ninguna panacea pues han puesto semejantes barreras de entrada (pago de impuestos, edad mínima 21 años, papeleo burocrático) que seguramente muchas mujeres decidan que les compensa más ejercer en la economía sumergida.
ResponderEliminarInteresante!! Particularmente Amsterdam me gustó mucho, pero su Barrio Rojo me sorprendió gratamente, fui con un pensamiento y me vino con otro mucho más amplio sobre ello. En gran parte esto se lo debo al Tour que hicimos que nos aportó una visión totalmente distinta a la que teníamos, aprendimos mucho y nos divertimos.
ResponderEliminarGracias por la ayuda y la información que nos brindas.
Saludos!