Personas que han visto y vivido situaciones que no podrán olvidar nunca, que permanecerá en sus retinas hasta el fin de sus días, y que a muchos les afecta psicológicamente, pero que les deja una recompensa personal de valor incalculable.
Personas, equipos que se desplazan donde se producen grandes o pequeñas tragedias.
Ellos están tras los terremotos, epidemias, inundaciones, guerras, hambre u otros desastres naturales.
También en la ayuda a aquellas personas que han sufrido violencia doméstica, privación de su libertad, torturas, abuso sexual o la violación de sus derechos humanos.
Ellos están donde los desastres naturales, los conflictos y otras emergencias ponen en peligro la vida y la salud de miles de personas, o a veces de una única persona.
Ellos y ellas son personas normales que han decidido ordenar sus prioridades de vida de una manera diferente a los demás.
Kristalina Georgieva, comisaria europea de Cooperación Internacional, Ayuda Humanitaria y Respuesta a las Crisis, ha hecho la declaración siguiente:
"Únanse a mí para rendir homenaje a los hombres y mujeres valientes que salvan vidas gracias a su asistencia a las víctimas de conflictos y catástrofes naturales en todo el mundo. Gracias a los esfuerzos cotidianos de los trabajadores humanitarios, millones de personas sobreviven a penalidades inimaginables y tienen la oportunidad de encarar un futuro mejor que su pasado.
En conjunto,
la Unión Europea es la mayor donante de ayuda del mundo, pero el dinero
en sí mismo no reparte alimentos entre los que pasan hambre, no restaña
las heridas de las víctimas ni da techo a los refugiados sin casa. Los
trabajadores humanitarios lo hacen y me enorgullezco de que hagamos su
trabajo posible.
Los médicos, enfermeros, psicólogos, ingenieros, trabajadores logísticos, oficiales de programas, gestores de información, asesores de seguridad y el resto de la comunidad humanitaria ayudan a las víctimas de crisis en contextos difíciles. Sin embargo, ellos mismos se convierten en víctimas a menudo: los datos preliminares correspondientes a tan solo este año ponen de manifiesto que al menos un trabajador humanitario es asesinado, herido o secuestrado cada día. Los riesgos son especialmente altos en Afganistán y Siria, pero el Derecho internacional humanitario se vulnera con frecuencia y de forma patente en muchas otras crisis.
Los médicos, enfermeros, psicólogos, ingenieros, trabajadores logísticos, oficiales de programas, gestores de información, asesores de seguridad y el resto de la comunidad humanitaria ayudan a las víctimas de crisis en contextos difíciles. Sin embargo, ellos mismos se convierten en víctimas a menudo: los datos preliminares correspondientes a tan solo este año ponen de manifiesto que al menos un trabajador humanitario es asesinado, herido o secuestrado cada día. Los riesgos son especialmente altos en Afganistán y Siria, pero el Derecho internacional humanitario se vulnera con frecuencia y de forma patente en muchas otras crisis.
Esto afecta no
solo a los trabajadores humanitarios, sino también a las personas a las
que prestan ayuda. Denegar el acceso de los trabajadores humanitarios a
los necesitados puede dejar a miles de personas sin alojamiento,
comida, agua potable y atención sanitaria. Cuando las organizaciones
humanitarias se ven forzadas a dejar una zona catastrófica debido a una
grave falta de seguridad, las comunidades abandonadas son las que pagan
los platos rotos.
La capacidad de la solidaridad europea
de llegar a las víctimas de crisis y catástrofes también resulta
perjudicada por la violencia cometida contra los trabajadores
humanitarios. La Comisión Europea ha proporcionado ayuda de emergencia a
más de 120 millones de personas en más de 90 países tan solo el año
pasado gracias a nuestra extensa red de expertos sobre el terreno. Estos
actúan a menudo en condiciones peligrosas: en los últimos años, equipos
de ayuda humanitaria de la UE han tenido que ser evacuados
provisionalmente de Bangui (República Centroafricana), Abiyán (Costa de
Marfil), Goma (República Democrática del Congo), Kabul (Afganistán),
Damasco (Siria) o Somalia. Esto crea obstáculos adicionales al servicio a las
personas atrapadas en conflictos.
Por esta razón, en
nombre de las víctimas y en aras de la capacidad de prestar nuestra
asistencia de forma eficaz y acorde con la solidaridad de nuestros
conciudadanos, hago un llamamiento a las partes en conflicto, a los
gobiernos y a los agentes no gubernamentales para que protejan a los
trabajadores humanitarios para que puedan ejercer su misión de salvar
vidas. Esta es una cuestión de vida o muerte. El mundo necesita respetar
y proteger más a los trabajadores humanitarios".
Cada día, miles de personas en el mundo arriesgan su vida en acciones humanitarias para aliviar el sufrimiento humano, en Mali, Jordania, Siria, Pakistán, Afganistán, Bangladesh, Gaza, Colombia, México o Brasil. Una interminable lista de países que precisan de la acción diaria de esas personas.
El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria es un momento para reconocer
a quienes afrontan el peligro y la adversidad para ayudar a los otros.
El Día fue designado por la Asamblea General coincidiendo con el
aniversario del ataque al cuartel general de la ONU en Bagdad en 2003.
Los atentados con víctimas entre los trabajadores humanitarios son
cada vez más frecuentes y graves, recordemos las dos británicas atacadas con ácido en Zánzibar, las voluntarias asesinadas en Pakistán, durante la campaña de vacunación infantil, o los voluntarios y voluntarias secuestrados en Kenia, Somalia y otros países africanos.En la última década, más de 800 han resultado muertos mientras prestaban asistencia y más de 1.000 han sido secuestrados o heridos, a veces en atentados y otras en accidentes de tránsito, en carreteras intransitables, mientras cumplían con su labor.
Durante el mismo período se ha triplicado el número de ataques contra la seguridad de los trabajadores humanitarios. La inmensa mayoría de las víctimas la constituyen trabajadores humanitarios que prestan ayuda en su propio país, una tendencia confirmada en la guerra de Siria. Los emblemas y banderas humanitarios, que tradicionalmente suponían una protección para los trabajadores humanitarios, los están convirtiendo ahora en blancos potenciales.
Esto es lo que está ocurriendo a las personas que
ayudan a los refugiados sirios, a los somalís que sufren diariamente por falta de alimentos o agua, a las víctimas congoleñas de
violaciones, a los supervivientes de terremotos y huracanes y a millones
de víctimas de otras crisis.
Acción contra el Hambre, una ONG que trabaja en más de 50 países, ha destacado la labor de los trabajadores
humanitarios y ha recordado que en los últimos años se han convertido en
blanco de los grupos armados en numerosas partes del mundo.
No importa si son de Médicos sin Fronteras, la Cruz Roja, del Programa Alimentario Mundial (PAM) o cualquier
otra organización nacional o internacional, sin son europeos, asiáticos
o americanos, blancos o negros, todos están cercanos al peligro, todos
colocan sus vidas en peligro, todos ayudan de forma altruista y todos
corren el riesgo de sufrir la injusticia, la tortura o el secuestro a
manos de la intolerancia de otros.
Que
los ataques tengan como objetivo a aquellos que ayudan a salvar vidas
hace aún más grave la injusticia, y el absurdo, de los
delitos contra los trabajadores humanitarios.
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