Hoy hace 50 años un hombre enalteció a millares de personas, y su frase "I have a dream" (Tengo un sueño), pronuncianda ante una multitud de más de 200 mil personas, pasó a los anales de la historia.
En su discurso ante la multitud congregada frente al monumento a Abraham Lincoln, en Washington D.C., enfatizó su convencimiento de que llegaría un día en que desaparecerían todas las barreras sociales y raciales en Estados Unidos.
La frase, que estuvo cerca de no ser usada en aquel discurso, si King hubiese seguido los consejos de su asesor Wyatt Walker, que la consideraba un recurso demasiado usado otras muchas veces, terminó pasando a la historia, dado que Martin Luther King "decidió usar esa parte porque realmente le llegó la inspiración y sintió que quería compartir una visión de un Estados Unidos mejor con la audiencia", afirmó Steve Klein responsable de comunicación en el Centro King de Atlanta, para la agencia Efe.
Aquel discurso de 16 minutos de duración impulsó definitivamente el movimiento por los derechos civiles, al mismo tiempo que provocó que el FBI declarase a Luther King como "el líder negro más peligroso y efectivo del país".
El sueño todavía no se ha cumplido totalmente pero en estos últimos 50 años algunos avances se han realizado en el camino de romper definitivamente la barrera que separa a los blancos de los negros.
El pasado sábado 24 de agosto, miles de activistas, una nueva generación, acudió en masa al mismo escenario donde Martin Luther King pronunció su mítico discurso "I have a dream".
Decenas de miles de personas se reunieron frente al monumento a Abraham Lincoln en la capital de Estados Unidos para recordar e invocar el sueño de Martin Luther King en vísperas del 50 aniversario de su histórico discurso.
La organización desplegó fuertes medidas de seguridad para los accesos al monumento ante las estimaciones de que más de 100.000 personas participarían en los actos.
Ciudadanos procedentes de todos los rincones del país comenzaron a ocupar las inmediaciones del citado monumento, rodeando el lago artificial que se encuentra a sus pies, listos para una larga jornada de celebraciones y reivindicaciones de los derechos civiles en Estados Unidos.
"No pude venir a la marcha de hace 50 años y lo lamento muchísimo, por eso vengo hoy aquí. Lo que ha pasado últimamente con la legislación del derecho al voto y sobre armas es demasiado", dijo a la agencia EFE Thomas Harris, procedente de Atlanta (Georgia).
Los miles de asistentes, congregados desde temprana hora de la mañana de un resplandeciente día de verano, evocaron los logros conseguidos desde aquel punto de inflexión en la historia del respeto a los derechos civiles en los Estados Unidos, pero también invocaron las palabras del activista para poder terminar lo que consideran un "sueño inacabado".
Martin Luther King III, hijo del Nobel de la Paz y continuador de los pasos de su padre, instó a "no dar ni un paso atrás" en la búsqueda de derechos, y recordó que el sueño que Luther King dijo tener hace medio siglo aún no ha terminado de cumplirse.
"Estoy aquí en este lugar sagrado, sobre las huellas de mi padre, conmovido por la intensa historia, pero más que eso me gusta saber que ustedes continúan sintiendo su presencia, que continúan escuchando su voz por el deseo (de conseguir su sueño) (...) Pero este no es tiempo para la conmemoración nostálgica, (...) es tiempo para continuar el trabajo", dijo.
"Nuestra generación no puede permanecer sentada, disfrutando de los méritos y las glorias pasadas", ha dicho ante decenas de miles de personas concentradas en el monumento a Lincoln, en la gran explanada del centro de Washington, Cory Booker, alcalde de Newark (New Jersey), candidato demócrata al Senado y uno de los más brillantes y renovadores dirigentes negros en la actualidad.
Participantes de la marcha conmemorativa acceden al National Mall este sábado en Washington. / Pete Marovich (AFP) |
El hijo de Martin Luther King también tuvo un recuerdo para él y recordó las "lágrimas de los padres", cuando dijo: "El color de la piel continúa siendo una licencia para arrestar, detener o incluso asesinar a alguien". Los gritos de justicia para Martin retumbaron en el mismo escenario donde, 50 años atrás, un hombre pedía el fin de la discriminación racial.
"Yo tengo un sueño", una frase que puede definir la esperanza de cualquier colectivo, discriminado todavía en los días de hoy, como homosexuales, hispanos, mujeres, discapacitados, pobres u otras minorías, para que un día ese sueño se vea cumplido. Personas que anhelan justicia, igualdad y un trato justo.
"Yo tengo un sueño", podría ser la frase de millones de jóvenes, y no tan jóvenes, desempleados en el mundo, que observan como no se hace nada para paliar su situación.
"Yo tengo un sueño", podría ser la frase de millones de ciudadanos que aspiran a que sus gobiernos dejen de ser corruptos y se preocupen por el desarrollo de sus respectivos países, generen empleo, mejoren la educación, luchen contra la pobreza y la desigualdad social.
Martin Luther King III, el hijo del célebre pastor, defendió ante los asistentes que "este no es el tiempo de una conmemoración nostálgica", refiriéndose a la obra de su padre, sino una oportunidad para volver a escuchar sus palabras y contrastarlas con una realidad todavía injusta, en vivienda, en educación, en salud, en alimentación, en igualdad de oportunidades. "Su sueño está lejos de ser alcanzado", sentenció.
Al finalizar los discursos, que se prolongaron desde las ocho de la mañana hasta casi las dos de la tarde, todos los congregados se dirigieron hacia el monumento a Washington, en una repetición de la marcha que hace 50 años encabezó King.
Imagen de la marcha de hace 50 años. Magnum Photos (Brigitte Freed)
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Desde aquel día hasta los días de hoy muchas cosas han cambiado: Entonces los afroamericanos no podían ir a las mismas escuelas que los blancos, tampoco podían utilizar los mismos baños públicos ni beber de las mismas fuentes de agua. En los autobuses debían sentarse en la parte de atrás. El Ku Klux Klan los amenazaba con sus linchamientos y quemando sus iglesias. Era impensable una relación entre personas de razas diferentes, inclusive a nivel de amistad (al menos públicamente). La policía reprimía con saña cualquier manifestación cuyo reclamo fuese cambiar esa terrible situación. Y regularmente desaparecían personas de color, en el sur del país, por cualquier motivo que irritase a los blancos.
Nada de eso existe actualmente. Pero, pese a que una serie de leyes claves protegen los derechos civiles de los afroamericanos y han contribuido enormemente a la integración racial, el racismo y la discriminación continúan existiendo en Estados Unidos. Actitud compartida en muchos países del mundo, donde existe una raza o creencia minoritaria. Aunque en algunos, como Brasil, u otros países, el discurso público intente demostrar lo contrario.
Como ejemplo, indicar que la situación económica de los afroamericanos en Estados Unidos no es mucho mejor hoy que hace 50 años. La tasa de desempleo es de 6,6% entre los blancos y del 12,6 % entre los afroamericanos, mientras en aquella época era de 5 por ciento entre los blancos y más del doble, el 10,9% entre los afroamericanos. Según indican estadísticas oficiales, en los últimos 30 años el 13 por ciento de los blancos no tuvo seguro médico mientras que la proporción de afroamericanos fue del 21%.
Aunque algo inimaginable hace 50 años sucederá hoy. El primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos, Barak Obama, se dirigirá a toda la nación, desde el monumento a Lincoln, en unos de los actos conmemorativos de esta fecha histórica
Pero una sombra sobre el futuro del voto de las minorías cubrió la democracia de los Estados Unidos cuando el pasado 25 de junio el Tribunal Supremo de Estados Unidos invalidó una parte clave de una ley federal de 1965 que protege el derecho al voto de las minorías raciales en el país.
Por una votación de 5 a 4, el Supremo invalidó la Sección 5 de la Ley de Derecho al Voto, que obliga a algunos estados y condados considerados de "tradición discriminatoria" a recibir permiso del Gobierno antes de llevar a cabo cualquier modificación electoral.
De acuerdo con el Supremo, es el Congreso el que debe ahora buscar una nueva fórmula para determinar qué estados y localidades requieren de una vigilancia estrecha de sus procedimientos electorales por parte de las autoridades federales.
La Sección 5 de esa ley se aplicaba a nueve estados y a partes de otros seis, en su mayoría en el sur del país y donde predomina la población blanca.
El caso se derivó de una demanda presentada por el condado Shelby del sureño estado de Alabama, uno de los afectados por la Sección 5 y que decidió impugnar su constitucionalidad.
El presidente del Supremo, el magistrado John Roberts, fue el encargado de redactar el fallo, del que disintieron los 4 jueces progresistas del alto tribunal.
Grupos defensores de los derechos civiles habían insistido en que el Supremo debía dejar intacta la sección 5 de la ley porque, a su juicio, sigue siendo una herramienta clave para proteger el derecho al voto tanto de los afroamericanos como de los hispanos.
Concebida inicialmente para lidiar con la situación de los afroamericanos en el sureste del país, en los años setenta la ley fue enmendada para dar cobertura también a los ciudadanos hispanos de Texas, Arizona y áreas de California, Florida y Nueva York.
Por muchas razones percibimos, todavía hoy, que estamos lejos de la sociedad igualitaria.
La represión, la opresión, la discriminación o la violencia son actitudes con las que convivimos diariamente, pero hoy, al igual que hace 50 años, existen muchas personas que también tienen un sueño -y luchan por él- idéntico o similar al de Martin Luther King: La igualdad social, la ausencia de discriminación de cualquier tipo, la justicia, el fin de la corrupción o el respeto a los Derechos Humanos son algunos de los sueños de los activistas que hoy se enfrentan, con los medios a su alcance, a quienes intentan impedir la realización de ese sueño.
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