Como ejemplo del nivel de violencia, Josef Hector, que fue identificado por sus compinches como miembro de una pandilla llamada Estadounidenses, fue muerto el jueves de un disparo en el área de Manenberg, donde juegan muchos niños. La madre del joven, Aysha Ismail, habló llena de tristeza con The Associated Press poco después de ver el cadáver de su hijo. "Tengo el corazón destrozado. Esta violencia pandillera debe cesar", dijo Ismail entre lágrimas. "Hay casi 100 niños jugando en las calles. Necesitamos patrullas de la policía".
La primera ministra de Cabo Occidental Helen Zille pidió el miércoles el desplazamiento de militares en el área, una idea a la que se opuso el portavoz de la policia local.
La policía sudafricana aumentó su presencia recientemente en el área, dijo la portavoz del Ministerio de Educación del Cabo Occidental, Bronagh Casey. A pesar de todo, la violencia sigue afectando a las escuelas del área. Un empleado de mantenimiento en una de las escuelas murió tras ser baleado hace varias semanas, y una bala perdida, producto de la violencia entre bandas, alcanzó una escuela primaria en la misma ocasión, dijo Casey.
"Estamos cerrando las escuelas porque nuestros profesores dicen que no se sienten seguros cuando acuden a trabajar en el área", indicó Casey.
El coronel de la policía Tembinkosi Kinana reconoció que la situación en Manenberg es "de extrema gravedad", mientras siguen matando a gente. Agregó que hay agentes situados en posiciones claves y una estrategia para combatir la violencia de las bandas o pandillas que dominan la zona.
Durante la colonización o durante el apartheid, durante la lucha de razas o durante la lucha contra el crimen, la violencia parece ser un denominador común en el lenguaje de los sudafricanos.
La historia de Sudáfrica es una historia de violencia. Es el lenguaje que hablaron los colonos europeos con los pueblos
africanos en su lucha por el territorio, en la esclavitud, el que
utilizó el régimen racista blanco del apartheid y el que aplicaron
los activistas negros para imponerse a las facciones adversarias en su
batalla contra el sistema, el que se usa para reeducar sexualmente a los colectivos homosexuales, la violencia parace ser el medio que se utiliza para ajustar los desajustes.
Eso sin contar la violencia de género, dado que Sudáfrica tiene el mayor índice de violaciones denunciadas a la policía del mundo.En 2012, el número de violaciones documentadas por las fuerzas del orden alcanzó 64.000, es decir 175 por día.
"En Sudáfrica hemos aceptado que la violencia es la manera
de resolver los conflictos", explica Garteh Newham, investigador en el
Instituto de Estudios de Seguridad (ISS) de Johannesburgo.
El 21 de marzo de 1960 la Policía sudafricana abrió fuego contra una
manifestación de trabajadores en la localidad de Shaperville matando a 69 personas.
Hoy hace un año, 34 mineros fueron acribillados por
la Policía durante una huelga en la localidad de Marikana; un escenario
demasiado parecido al de Shaperville, solo que en esta ocasión los
agentes pertenecían a un Gobierno elegido democráticamente, publicaba el periódico.
Aparte de los 34 muertos, más de setenta personas resultaron heridas
en el suceso, que provocó una enorme conmoción en Sudáfrica.La dura intervención policial fue la más sangrienta que tuvo lugar en Sudáfrica desde 1994, cuando se desmanteló el "apartheid", el régimen de segregación racial impuesto hasta entonces por la minoría blanca del país.
En Marikana, a diferencia de la época del "apartheid", fueron policías negros los que mataron a trabajadores negros.
Amnistía Internacional (AI) pidió hoy justicia para las víctimas de la masacre de la mina sudafricana de Marikana, y que se depuren las responsabilidades derivadas de los hechos. "Tarea incompleta hasta la fecha" según un comunicado de la organización.
Según el periódico español ABC, "En la actualidad existen en Sudáfrica 2,9 millones de pistolas registradas para 1,5 millones de personas, y se calcula que el número de armas ilegales asciende a 3 millones de unidades, según la organización Gunpolicy.org".
La cultura de la violencia está también arraigada en la Policía, explica Garteh Newham. "Los agentes consideran que esta es la única forma de imponer la ley, mediante el uso de la fuerza y el miedo". La represión policial del régimen del apartheid ha sido reemplazada por la lucha contra el crimen, pero con similares métodos, para el corresponsal de ese periódico en Johannesburgo.
También muchos de vosotros debereis tener frescas en vuestra memoria las imágenes de la muerte del taxista mozambiqueño Emidio Josias "Mido" Macia, de 27 años, el pasado 27 de febrero, tras ser atado, a la parte trasera de un furgón policial, y arrastrado por la calzada durante 400 metros, en la ciudad de Johannesburgo.
La Dirección Independiente de Investigación de la Policía (IPID), según Amnistía Internacional, tiene unas 720 notificaciones de muerte, durante la custodia policial o en la que están envueltos miembros de las fuerzas del orden, en el período abril 2011 - marzo 2012.
Como tampoco podemos olvidar el episodio de violencia, supuestamente, doméstica en el que se vio envuelto el atleta Osar Pistorius.
"Sudáfrica es una nación furiosa. Estamos al borde de algo muy peligroso y con la posibilidad de no ser capaces de detener la caída. La creciente institucionalización de la violencia ha creado unas fuerzas policiales activamente agresivas hacia un público indefenso. El nivel de ira y agresión está aumentando. Esta es la expresión de problemas más profundos del pasado que no se han abordado. Tenemos que ser más cautelosos acerca de cómo hacer frente a una sociedad que está sangrando y respirando dolor". Estas fueron palabras de Graça Machel, esposa de Nelson Mandela, momentos antes de presentar sus condolencias a la familia del taxista muerto, ambos naturales de Mozambique.
Policías junto a varios de los 34 mineros muertos en unas protestas que tuvieron lugar en agosto de 2012. Reuters |
El sueño de Nelson Mandela de una sociedad multirracial y con mayor justicia económica y social parece más lejano y roto cada día que pasa, tanto por los niveles de violencia como por las grandes desigualdades económicas, en un país con un crecimiento económico estancado desde hace tres años, y sus niveles de corrupción.
Como indicio de este
desencanto, el diario local Soweta decía ante las complicaciones de salud de Mandela, que los
sudafricanos harían bien en rezar no sólo por la recuperación del líder sudafricano (que ya se encontraba ingresado), sino por la suerte
del país entero.
"Mientras que rezamos por la recuperación de Mandela, debemos también
rezar por nosotros mismos, una nación que, moralmente, perdió su
brújula", escribía el diario en su editorial, subrayando que el héroe de
la lucha anti-apartheid no había sacrificado 27 años de su vida en la
cárcel para que "Sudáfrica se caracterice por la corrupción, el racismo,
la criminalidad y la violencia".
La corrupción, como en la mayoría de países, también es un problema endémico en Sudáfrica.
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