El asesinato de este religioso -que alimentó la esperanza de los más desfavorecidos de su país con sus apasionados discursos en favor de los pobres y en contra la violencia de los gobiernos militares salvadoreños- fue uno de los acontecimientos que marcó el inicio de una sangrienta guerra civil que dejó más de 70.000 muertos en la nación centroamericana.
En Estados Unidos, donde se tramitaba el caso de Romero, se consiguió en 2004 la única sentencia contra uno de los implicados, el capitán Rafael Álvaro Saravia, condenado a pagar 10 millones de dólares y que actualmente está prófugo de la Justicia estadounidense.
El juicio se celebró en su ausencia y el 3 de septiembre del año 2005, un cuarto de siglo después de aquel disparo seco que terminó con la vida del arzobispo de San Salvador, el Capitán Álvaro Rafael Saravia se convirtió en la primera persona condenada por el crimen. Y fue tal la evidencia que terminó siendo uno de los pocos casos en que alguien es encontrado culpable de crímenes contra la humanidad por el asesinato de una sola persona... aunque Monseñor Romero no fue la única víctima de los escuadrones de la muerte de Saravia, lugarteniente del mayor Roberto D'Abuisson.
Ahora, más de tres décadas después de su muerte, fuentes del Vaticano anunciaron que el proceso de beatificación de quien era conocido como "la voz de los sin voz" sigue adelante. Según señaló tras reunirse con el papa Francisco el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, "la causa de la beatificación de monseñor Romero ha sido desbloqueada".
En los últimos años, la canonización del arzobispo de San Salvador -que se había iniciado en 1994- se encontraba estancada, entre otros motivos, porque el Vaticano estaba haciendo un examen doctrinal sobre las homilías y escritos que dejó Romero.
Algunos en la Santa Sede no estaban de acuerdo con la proximidad ideológica de Romero con la Teología de la Liberación, ya que, en su opinión, esta suponía un giro peligroso del cristianismo hacia la lucha de clases. Además, se consideraba que la figura de monseñor Romero causaba demasiadas divisiones en la polarizada sociedad salvadoreña y temían que fuera utilizada con fines políticos.
Según le dijo Andrés Beltramo Álvarez, colaborador de la publicación Vatican Insider y corresponsal de la agencia Notimex en la Santa Sede, a la BBC Mundo, "el retraso en el proceso de beatificación de Monseñor Romero se puede atribuir al análisis que el Vaticano estaba haciendo de algunas de sus homilías y discursos, y de cómo estos escritos estaban vinculados con ciertas personalidades -como el teólogo Jon Sobrino- que, según la Santa Sede, sostienen tesis que contrastan con la doctrina tradicional de la iglesia".
El mismo añadió, "Luego hay una cuestión política. A lo largo de la historia, tanto en la izquierda como en la derecha, y no solo en El Salvador, sino también en otros países de América Latina, se quiso tomar como bandera la figura del monseñor Romero y por eso el Vaticano, ante esta situación de confrontación ideológica, prefirió esperar".
Un día antes, de su asesinato, Romero había pronunciado una homilía con la que pretendía frenar la guerra civil que ya se precipitaba en su país: "En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno: cesen la represión". El asesino, como se supo posteriormente, recibió mil colones, moneda oficial de El Salvador en la época, que representaban unos 400 dólares en aquel tiempo, por cumplir el encargo.
Monseñor Romero, era un figura nacional que para unos se había implicado demasiado en política y en la situación que se estaba viviendo en El Salvador en los comienzos de la guerra civil, mientras que otros lo veían como el pastor que se solidarizaba con los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
Durante los 12 años que siguieron, El Salvador vivió envuelto en una guerra que hoy, todavía, mantiene abiertas muchas heridas en esa sociedad. Una de ellas, muy compleja, es la impunidad que persiste en torno a los muchos crímenes considerados de lesa humanidad que se cometieron.
Durante las dos décadas que la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) gobernó El Salvador (1989-2009), las autoridades de la nación centroamericana se negaron a investigar el asesinato del arzobispo, pese a que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo había ordenado en el año 2000.
Tuvo que ser una comisión creada por Naciones Unidas la que en 1993 atribuyó la autoría intelectual del crimen a Roberto D'Aubuisson, fundador del partido Arena.
Cuando el pasado fin de semana se informó del desbloqueo de la canonización del monseñor Romero, los medios destacaron que el arzobispo Vincenzo Paglia -quien se encarga de impulsarla- había realizado el anuncio tras reunirse con el papa Francisco, por lo que, aunque no hubo confirmación oficial, se dijo que el Pontífice había intervenido.
La profesora Ana María Pineda cree que es posible que Francisco haya tenido algo que ver en el avance del proceso de canonización de Romero, con quien el papa comparte sus raíces latinoamericanas, dijo para la BBC, "El papa Francisco ha vivido en un país y en un continente en el que la pobreza es una realidad muy palpable y entiende la necesidad de que los pastores de la iglesia defiendan a los más débiles, por lo que puede identificarse con la vida de monseñor Romero y lo que este quiso hacer".
Monseñor Romero era un obispo moderado, pero bastante cercano a las corrientes de la Teología de la Liberación. Había denunciado el hecho de que los campesinos salvadoreños autorizados a tomar posesión de las tierras gracias a la reforma agraria hubiesen tenido que enfrentarse a gente armada, y puso a disposición de ellos la radio de su diócesis.
Pero las acciones del Gobierno salvadoreño contra la figura de monseñor Romero continuaron después de su asesinato. Así durante la celebración de su entierro, el 30 de marzo de 1980, cuando más de 60.000 personas, que asistían al mismo, en la Plaza Cívica, de San Salvador, en una de las mayores concentraciones populares vistas en El Salvador, varias bombas estallaron, al mismo tiempo que francotiradores abrían fuego contra los asistentes, provocando una auténtica masacre en la plaza: más de 40 muertos y cientos de heridos.
Nidia Díaz, que aquel día estaba presente en la plaza, afirma para el periódico Diario CoLatino de El Salvador, "que en ese momento la intolerancia de los sectores del poder quedó evidenciada, ni siquiera respetaron el dolor". Y añade, además, "no toleraron que el pueblo se expresara y sufriera de esa forma la agonía de Monseñor, fue como seguir matando a Romero al matar a su pueblo".
Más de tres décadas después de su asesinato, muchos en El Salvador confían en que la subida a los altares del que fue bautizado como "San Romero de América Latina" ayude a cicatrizar las heridas que todavía permanecen abiertas en el país.
En 2010, durante las actividades del 30 aniversario de la muerte de Monseñor, Mauricio Funes, presidente de El Salvador, reconoció la responsabilidad del Estado salvadoreño en el asesinato y pidió perdón a la familia, a la Iglesia Católica y al pueblo salvadoreño en general.
Según señalaba, el lunes, el periódico salvadoreño El Mundo, "Diversos políticos celebraron ayer el anuncio en el Vaticano sobre el desbloqueo al proceso de beatificación del arzobispo de San Salvador Óscar Arnulfo Romero".
Imágen de la Plaza Cívica durante el funeral de monseñor Romero. Foto cortesía de Diario CoLatino |
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