Con la detención del segundo sospechoso, creo que la mayoría de seres humanos vuelve a respirar aliviados y, me atrevería a decir que hasta satisfechos con el desenlance, a la espera de que el tiempo pueda decirnos realmente que o quienes estaban atrás de la barbarie, o si realmente fue un hecho aislado.
Como dije aquel día el atentado no sólo fue un ataque a la ciudad de Boston, lo fue también a todos los deportistas, a los amantes del deporte, a la sociedad y al deporte en su conjunto.
Sin embargo mientras el mundo entero se vuelca solidario con Boston, sus habitantes y las víctimas del trágico golpe recibido en sus propias entrañas, en el otro extremo del mundo se vive la violencia, la represión, la tortura y, por causa del petróleo, pocos muestran su repulsa ante una competición "deportiva" que no debería celebrarse a costa del respeto de los derechos humanos de la población.
Es ahí donde el mundo del deporte falla con la sociedad, la misma que dió muestras de su solidaridad con él tras el atentado de Boston, cuando miles de voces llenaron las redes sociales mostrando su repulsa contra el salvaje acto.
Bahréin esconde, al menos lo intenta, la crueldad de su gobierno, la falta de libertad de su población, su violación de los derechos humanos, ante la indiferencia de las naciones, público y pilotos que participaran en el Gran Premio de Fórmula Uno que se celebra el domingo en ese país.
Disturbios en las calles de Manama y Malkiya se han venido sucediendo durante la semana previa a la celebración del gran premio. | AFP |
Manuel Franco escribe para el diario deportivo As, "... Ahora las cosas son difíciles para Mohamed. Cada acto es un reto, casi una misión. Por ejemplo hablar con unos amigos. Saca la cabeza primero, mira a un lado y a otro, frente a él dos mujeres con el burka pasean y un niño juega con su bicicleta. Finalmente, él sale de la tienda de comestibles con una botella de agua en la mano, la ofrece a su amigo Ahmed y entra en el coche. Tiene miedo. Y con razón. Pocos minutos después el muchacho de la bici silba y dos coches de Policía aparecen de la nada. Mohamed sale corriendo, se adentra en el laberinto de calles, abre una puerta y sigue con su vida. Libertad de mentira. Es uno de los activistas de una asociación juvenil de los derechos humanos en Bahrain. La escena sucedió ayer en Malkiya, un pueblo de cerca de diez mil habitantes, a pocos minutos del circuito de Sakhir".
Desde hace varios meses, las detenciones y la represión contra manifestantes aumentan en Bahréin, donde se desarrolló en febrero de 2011 una de las revoluciones, dentro del contexto de la Primavera Árabe, más olvidadas de la memoria colectiva.
Condenas como la sufrida por Nabil Rajab, uno de los más importantes defensores de Derechos Humanos del reino, sentenciado a dos años de prisión por sus comentarios en Twitter, o el asesinato por la espalda, por agentes de la policía antidisturbios, del joven de 16 años Alí Hussein Neama, son habituales en el país y están provocando que, determinados colectivos, se alejen de la vía pacífica como motor del cambio en el país.
Desde que la revolución popular comenzó en Bahréin a mediados de febrero de 2011, más de 95 personas han sido asesinadas, muchos de ellos bajo tortura durante su detención, y otros miles son, o continuan, detenidas sin fecha de liberación. Una represión, una violación continua de los derechos humanos, de los que de alguna manera es complice occidente con su silencio, así como los medios de comunicación que ignoran las continuos actos de protesta que se suceden en el país, así como la violenta represión de la que son objeto los ciudadanos que osan reclamar unos derechos elementales. La falta de democracia y la violación de los derechos humanos en otras monarquías reaccionarias del Golfo, como las de Qatar, los Emiratos Árabes, o Arabia Saudí, parece no incomodar a determinados países que necesitan del petróleo de éstos para seguir su desarrollo económico.
Hassiba Hadj Sahraoui, directora adjunta del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional, ha declarado en un comunicado de prensa de esa organización: "Las autoridades intentan usar el Gran Premio como plataforma para exhibir progreso, afirmando que la situación de los derechos humanos ha mejorado, al mismo tiempo que aumentan la represión para garantizar que nada empaña su imagen pública".
La misma continua diciendo en una entrevista publicada en la web de Amnistía Internacional, "Durante las manifestaciones de 2011, las fuerzas de seguridad mataron a decenas de personas. Detuvieron a miles de ciudadanos, y muchos continúan recluidos. A otras personas las detuvieron en los últimos meses, y al parecer han sufrido tortura u otros malos tratos. Sigue habiendo presos de conciencia encarcelados, y las fuerzas de seguridad continúan haciendo un uso excesivo o innecesario de la fuerza contra los manifestantes que en este año ya ha causado la muerte de dos personas".
El caso de Ibrahim al Madhoon resulta muy significativo. Este miembro de Al Wefaq, organización opositora al régimen, ex director general de una compañía de transportes, había intervenido en medios de comunicación regionales criticando a los Khalifa. Estaba en Beirut cuando las fuerzas de Seguridad entraron en su casa en su busca y arrestaron a 11 miembros de su familia. "Mi mujer estaba en camisón, y la insultaron de todas las formas, le decían vamos a joderte". Dos de sus hijos fueron condenados a 20 años de cárcel, aunque las penas serían rebajadas posteriormente. En cualquier caso, Madhoon no ha vuelto a ver a su familia, salvo a uno de sus hijos, ya que al resto le quitaron sus respectivos pasaportes. "No les dejan salir del país y a mí no me dejan regresar", dice.
Pero, Bernie Ecclestone, como muchos de los que forman parte de la Fórmula Uno, y, no nos engañemos, también de otros deportes super profesionalizados, están más interesados en los dividendos económicos que le puede reportar el negocio en ese país, que por las violaciones de los derechos humanos, y las libertades individuales, que se producen diariamente en Bahréin.
Pero, y sin querer entrar en comparaciones sin sentido, si el salvaje e inhumano atentado de Boston es absolutamante despreciable y execrable, también lo es apoyar, con actividades deportivas internacionales u otros eventos, a países donde la tortura, la mutilación, la privación de libertad, la violación de los derechos humanos o el asesinato de las voces críticas con el sistema, forman parte del ejercicio cotidiano de gobierno.
Unas mujeres lloran la muerte de un manifestante (Hasan Jamali:Associated Press) |
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