El delegado ferroviario Rubén Sobrero sostuvo que el tren tenía problemas de frenos, mientras Paolo Menghini, padre de una de las 51 víctimas de la tragedia de Once, denunció que la formación siniestrada fue refaccionada en un taller de los Cirigliano, "los responsables empresariales" del accidente de febrero de 2012.
Las víctimas fatales, del accidente de hoy, son, hasta el momento, dos hombres y una mujer, según informaron fuentes de la policía ferroviaria. Los heridos fueron trasladados a distintos hospitales de la zona, como el de Ituzaingó, Güemes y Haedo, y los centros de salud pediátricos de Posadas y Morón. También fueron puestos a disposición varios centros de salud porteños.
En relación al nuevo accidente, mientras los delegados de la línea Sarmiento aseguran que el tren que impactó tenía problemas en su sistema de frenos hace meses, desde el gobierno nacional y la empresa concesionaria aseguran que la formación funcionaba con normalidad.
Según informó el secretario de prensa del gremio La Fraternidad, Horacio Caminos, el maquinista, que conducía la formación que se dirigía con destino a Moreno, aseguró que el tren "no frenó". "Le fallaron los frenos. Está en estado de shock. Trato de frenar y nada, no andaban", afirmó en declaraciones a los medios de comunicación argentinos. El hombre, quien está fuera de peligro, fue encontrado por otro conductor y trasladado hasta Castelar para ser atendido.
Sin embargo, durante su conferencia Randazzo, Ministro de Transportes, aseguró que el tren "tenía frenos nuevos". A su vez, desde la concesión del Sarmiento, lógicamente, apuntaron directamente contra el conductor. "La formación cruzó una primera señal a "precaución" (lo que determina que debe bajar la velocidad) y las siguientes tres señales a "peligro". De acuerdo al reglamento operativo, ante una señal de peligro el conductor debe detener completamente la formación, situación que no ocurrió", dijo la empresa en un comunicado.
María Luján Rey, madre de Lucas Menghini Rey, fallecido en el accidente de hace poco más de un año, apuntó al ministrio del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, y criticó "a quienes no les importa las vidas que se pierden, que están muy preocupados en una carrera política y en seguir ocupando puestos de poder para seguir robando y no para poder ayudar a la gente". Dijo sentir "un dolor muy grande al pensar que toda la lucha diaria de los familiares por ponernos de pie, por trabajar para que esto no volviera ocurrir" fue en vano y sostuvo que "quienes tienen la responsabilidad de evitar estas cosas no han aprendido nada".
La línea Sarmiento fue entregada en concesión a TBA en los años noventa, por el gobierno del expresidente Carlos Menem. En un inicio -tras la privatización- se dio una renovación de la red de rieles pero según los expertos esto fue decayendo con los años.
"En el contrato de concesión de todas las líneas que se entregaron en ese momento no se obliga a las empresas a invertir", señaló Martorelli, presidente del Instituto Argentino de Ferrocarriles.
"Las compañías ferroviarias tienen garantizado su ingreso gracias al subsidio que reciben del Estado para funcionar y no les interesa invertir", agregó con ocasión del accidente de Once.
Según el cineasta y diputado nacional Fernando "Pino" Solanas, cuyo documental "La próxima estación" denuncia el mal estado del servicio ferroviario argentino, la crisis se gestó en la década del 90, cuando el entonces presidente Carlos Menem (1989-1999) desmanteló el 80% de la red de trenes.
No obstante, el legislador socialista acusa a la actual presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y a su marido y antecesor, Néstor Kirchner (2003-2007), de haber profundizado el deterioro al otorgar millonarios subsidios a las concesionarias de trenes sin ningún tipo de control y sin obligar a las empresas a invertir ese dinero en mejoras.
Se estima que en 2012 el gobierno otorgó unos US$930 millones para el funcionamiento de los trenes metropolitanos, que transportaron a cerca de 394 millones de usuarios en el año.
En relación con el accidente del año pasado, todavía bajo investigación, una extraña circunstancia alteró la misma.
En febrero de este año, Leonardo Andrada, testigo de la tragedia ferroviaria ocurrida en Buenos Aires hace casi un año en la que murieron 51 personas, fue asesinado de varios disparos tras un robo, según informaron fuentes policiales en la época.
En su momento, Andrada que condujo durante una parte del recorrido el tren que el pasado 22 de febrero se estrelló en el andén de estación de Once, una de las más concurridas de Buenos Aires, había declarado ante la Justicia que el tren partió de la localidad bonaerense de Moreno con un retraso de 20 minutos y por ese motivo a lo largo de las estaciones llegó a acumular el triple de su capacidad, y que el sistema de frenos solía presentar defectos.
Tres meses después del accidente, en mayo pasado, el gobierno de Cristina Kirchner decidió por decreto rescindir el contrato de TBA de las líneas Sarmiento y Mitre (la otra red metropolitana que más se ha deteriorado).
Poco después la presidenta Fernández sacó la secretaría de Transporte de la órbita del ministerio de Planificación Federal, conducida por Julio de Vido, y la incorporó al ministerio del Interior. Florencio Randazzo fue nombrado ministro del Interior y Transporte.
En octubre, Randazzo anunció la puesta en marcha de un ambicioso plan para mejorar el funcionamiento del tren Sarmiento, con la renovación de vías y la reparación de 9 de las 18 formaciones que prestan servicio en esa línea.
"Vamos a tener un ferrocarril nuevo", prometió en ese momento el funcionario.
A comienzos de 2013, la propia presidenta reveló que profundizarían las reformas y, través de una cadena nacional, anunció "la renovación ferroviaria más importante de los últimos 50 o 60 años".
Hoy se ha visto claramente el resultado de esa inexistente renovación.
El gobierno argentino ha declarado que buscará a los responsables de esta nueva tragedia, que sólo aumenta el miedo de los miles de pasajeros de esas líneas, cuando ellos son los responsables de la misma, por su falta de acción, dejadez, desinterés por las vidas humanas e incompetencia personal.
"Había mucha gente en estado de shock, con los hombros dislocados, con fracturas, las narices rotas, varios con el cráneo golpeado y a uno de ellos le salía sangre como una canilla (grifo)", cuenta Gabriel, un testigo del accidente.
"Con mi marido ayudamos, sacamos dos puertas de armarios porque los médicos pedían colaboración para usarlas de camilla", cuenta Liliana, otra vecina de Castelar, una de las primeras en llegar a la estación pues vive a escasos metros de la misma. "Tampoco tenían guantes ni bolsas. Mi marido sacó más de 40 personas en camilla", añade la vecina, antes de enfurecer contra las autoridades: " ¡Estos son todos una manga (banda) de delincuentes! ¡Lo único que hacen es robar!".
Impactantes imágenes del choque de trenes en Castelar. Foto: LA NACION / Ricardo Pristupluk |
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