Translate

viernes, 26 de julio de 2013

Brasil, y otros países, Un mal ejemplo de democracia

La popularidad del gobernador del estado de Rio de Janeiro, Sérgio Cabral, según una encuesta realizada en los días posteriores a las intensas manifestaciones vividas en la capital del estado, cayó a un 12% entre los cariocas que consideran su gobierno bueno u óptimo según señala la encuesta realizadA por la Confederação Nacional da Indústria (CNI), que deberá ser divulgada esta semana y que indicará la evaluación de once de los gobernadores del país.
Sérgio Cabral, de acuerdo con el levantamiento realizado, fue el gobernador que tuvo peor desempeño entre los once máximos mandatarios de los estados evaluados. Esta información fue filtrada por el diputado Anthony Garotinho (PR), quien ya fue gobernador del estado entre el 1 de enero de 1999 y el 6 de abril de 2002, resaltando además que algunos de sus aliados están abandonando al actual gobernador.
Cabral está enfrentando en estos momentos una vertiginosa caída de su popularidad, que ha ido disminuyendo entre los cariocas paralelamente al desarrollo de los movimientos de protestas que durante días tomaron la ciudad de Rio de Janeiro, incluyendo diversos "escraches" frente a la vivienda del Gobernador, algunos de los cuales terminaron en violentos tumultos, después de la publicación de varias fotos polémicas, como las de sus actividades en París, o en la que sale de un helipcótero, en bermudas, de 15 millones de reales (5,2 millones de euros) y que le cuesta al pueblo carioca cerca de 3,2 millones de reales (1,1 millones de euros) al año de mantenimiento. En la aeronave, que posiblemente posó en su impresionante mansión en Mangaratiba -localidad costera de gran belleza natural situada a 85 kilómetros de Rio de Janeiro-, se puede observar el logotipo del Gobierno de Rio de Janeiro.

Cabral salta do Agusta em Mangaratiba


Entre los entrevistados de esos estados, una media del 70% de los habitantes consideran que los gobernadores y secretarios estatales hacen muy mal uso de los recursos públicos. El Estado peor considerado en ese aspecto es el de Rio de Janeiro, donde el 87% de los entrevistados piensan que el uso del dinero público por parte del gobierno del estado es inadecuado, y la mayoría considera que si el mismo fuese utilizado de forma racional y hubiese menos corrupción, el gobierno podría ofrecer mejores servicios públicos.
Esta situación está arrastrando a niveles de impopularidad nunca vistos anteriormente a la presidenta Dilma Rousseff, que tiene en Sérgio Cabral a un importante aliado para su gestión. Así, el porcentaje de personas que consideran que la gestión de la Presidenta es buena u óptima ha pasado en poco tiempo del 55 al 31%.
En la zona Nordeste del país los porcentajes de aprobación suben al 43%, sin embargo en la región Sudeste de Brasil, el porcentual está en el 24%.
Dilma, al igual que el presidente de España, Mariano Rajoy, así como otros, alegan continuamente para mantenerse en el poder, a cualquier precio, que fueron elegidos democráticamente por el pueblo en unas elecciones generales, pero a falta de elecciones, ya que éstas se celebran cada 4 o 5 años en función del país, ¿no serían los índices de popularidad un reflejo de la opinión de los ciudadanos de un país? De la misma manera que el voto aupa o hunde candidatos, ¿no serían las encuestas un indicador para proyectar cual sería un resultado electoral en caso de elecciones? ¿No serían esos bajos índices de popularidad motivo suficiente para convocar nuevas elecciones e intentar enfrentar, a través de las urnas, la opinión popular?.
¿Se puede gobernar un País, Estado o Ayuntamiento con índices de opinión favorables menores al 25%? O sea ni un cuarto de la población favorable a una gestión. Por ejemplo, Sérgio Cabral sólo tiene un 12% de aprobación de los ciudadanos a quienes gobierna, ¿dónde está el respaldo popular para mantenerse en el poder? Y este ejemplo sirve para cualquier otro político que prefiere esconder la cabeza como un avestruz ante que aceptar que el pueblo, que los ciudadanos, a pesar de que lo puedan haber votado años atrás, no lo quieren más al frente de su gobierno, no lo quieren gestionando sus instituciones políticas.
Aún así se aferran a una supuesto mandato moral dado por los votantes. Si realmente creiesen en eso no tendrían problemas en enfrentarse, en las urnas, al voto popular en lugar de refugiarse en el supuesto "poder" emanado del voto de los ciudadanos en un momento determinado.
Un país no puede tener como único instrumento democrático una votación cada cierto tiempo para elegir a sus gobernantes, necesita herramientas dinámicas para dinamizar la gestión de aquellos a quienes delegan la gestión gubernamental de un País, Estado o Región o Comunidad Autónoma o incluso una Municipalidad o Ayuntamiento.
En un mundo dinámico no podemos mantener estructuras o mecanismo estáticos para determinar el futuro, y sin posibilidad de cambio durante varios años: el tiempo que dure un mandato. Pues ni saliendo a la calle los políticos se dan por aludidos respecto a la desaprobación popular, al deseo de los ciudadanos de que renuncien a su cargo a favor de nuevas opciones políticas y sociales.
Como dijo Lord Acton: "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y aunque sean elegidos democráticamente, aquellos que no saben escuchar la opinión popular durante el transcurso de su mandato se convierten en figuras absolutistas y dictatoriales que se escudan en la figura democrática del voto para mantenerse como reyes medievales en el sillón del trono, aunque sea mediante el uso de la fuerza y la represión.
El poder es responsabilidad y no imposición, pues esa imposición nos encamina hacia el caudillismo, figura que no le hace ningún bien a la democracia.
Para Maquiavelo el poder tiene su propia ética: la conservación. Sin embargo los nuevos gobernantes deben percibir que el poder no se tiene simplemente por ostentarlo, sino para desarrollarlo y hacer progresar a los ciudadanos.
Y esto sirve para cualquier tipo de gestor en los ámbitos políticos, sociales, empresariales o deportivos.
Un buen ejemplo de todo lo anterior quizás lo tenemos en Egipto, donde el depuesto ex presidente Mursi, llegó al poder a través de las urnas, con una aprobación cercana al 75%, a pesar de su liderazgo de los Hermanos Musulmanes, que se fue deteriorando debido a su autoritarismo y su intento de imponer una serie de criterios, el islamismo, a la generalidad de los ciudadanos egipcios; eso acompañado por una parálisis económica, que dejó al país en una situación crítica.
Entonces, me surge una duda ¿Cómo es posible, con toda la polémica creada en España por los famosos papeles de Bárcenas, que no se haya levantado ninguna voz, dentro del Partido Popular, crítica con la gestión de esa crisis y en las irregularidades cometidas? La respuesta es evidente: no existe democracia en la organización sino el poder absoluto, el caudillismo, del Señor Mariano Rajoy y, posiblemente, las ambiciones electoralistas de aquellos que permanecen mudos, por encima de cualquier ética o principio moral.
No se puede ejercer el monopolio político, del poder, aunque esté homologado por las urnas. Este es un error en el que están cayendo España, Brasil, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Argentina y una larga serie de países con ideologías políticas diferentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes dejar aquí tus opiniones e impresiones sobre una entrada concreta, sobre algún tema sobre el que te gustaría ver una nueva entrada o sobre cualquier tema del blog en general.