Poco después de publicar el 'tuit' anterior, Gafo envió otro en el que manifestaba su "respeto total" a los catalanes y justificaba su "cabreo". "Yo nunca pitaría el himno catalán", decía. Tras el aluvión de 'retuits' y menciones en la red social, el directivo de la Marca España añadió un tercer mensaje: "Sólo quiero decir q el himno merece respeto. Yo nunca pitaría al himno catalán: y no me refería a todos los catalanes a los q respeto plenamente".
Finalmente, publicó un último 'tuit' en el que pidió disculpas y anunció que dejaría su cargo. "Pido disculpas a los catalanes. Fue un error y pido perdón por mis afirmaciones. Dejaré Marca España. Los que me conocen saben q no pienso así", señaló.
El cargo, ocupado por Espinosa de los Monteros, lo designa el presidente del Gobierno, de quien depende funcionalmente a través del Consejo de Política Exterior (instancia de apoyo y asesoramiento al presidente del Gobierno en su función de dirigir y coordinar la acción del ejecutivo en ese ámbito). Orgánicamente, el Alto Comisionado depende del Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, decidió en la noche del sábado cesar a Gafo. Según fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores, el ministro se puso en contacto con el Alto Comisionado de la Marca España y tras conocer que ese mensaje enviado por Juan Carlos Gafo a través de la red social Twitter era auténtico, decidieron que cesara en sus funciones.
Para el ministro, ese mensaje es "intolerable y contrario al espíritu de la Marca España, que ampara a todas las regiones y nacionalidades españolas", dijeron las mismas fuentes.
El principal problema no son las declaraciones de Juan Carlos Gafo, aún siendo realmente graves, y que demuestran la falta de control, una vez más, de los actuales representantes del gobierno de España. Lo que realmente preocupa, para los observadores imparciales, en el conflicto que viven Catalunya y España, es el deterioro paulatino entre las instituciones, y representantes, de ambos gobiernos y los sistemáticos ataques e intentos de descalificaciones políticas, que desde Madrid se dirigen, y han dirigido, hacia el gobierno de la Generalitat de Catalunya, y a veces los producidos en sentido inverso.
Declaraciones y afirmaciones autoritarias que han llegado a menospreciar los sentimientos, deseos y aspiraciones de un gran sector de una ciudadanía que tiene el derecho democrático de elegir su destino, sea en un camino u otro. Todo sin que hasta la fecha se haya efectuado un análisis serio de las consecuencias político-económicas de una postura que parece más un medio de presión hacia el gobierno de España que un objetivo real, al menos por parte de una gran parte de los dirigentes de la Comunidad Autónoma de Catalunya, que parecen estar vendiendo la figura de la Independicia, histórica aspiración de un sector de la población de Catalunya, como una forma de proyección política personal más que como una aspiración real.
Sin embargo, lo que deben pararse a analizar desde ambas posiciones es hasta donde puede llevar esta disputa, que debería ser democrática y racional; cada uno tiene derecho a defender su posición con respeto hacia posturas contrarias y no radicalizar las diferencias existentes que llegan a ocasionar comentarios como este aparecido en un foro, "Estoy muy de acuerdo con un comentario firmado por "José" que aparece en la red: "Los que silban al himno y a la bandera nacionales solo merecen el más absoluto desprecio, porque son gente rastrera y miserable, ruin y malnacida, que no merecen ni el aire que respiran ni el pan que comen ni pisar la tierra que les sustenta.¡¡¡Fuera los separatistas nazis!
A España hay que defenderla de los que la insultan, menosprecian y ultrajan, con los puños, con los dientes y con lo que uno tenga a mano". que se aproximan bastante a aquellos régimenes que saludaban brazo en alto y no respetaban los derechos humanos, el sistema democrático, la plularidad política, o la libertad de expresión, y que consideraban que cualquier actividad disidente podía ser radicalmente suprimida con la fuerza de las armas o de la tortura.
En Catalunya, hoy en día, conviven dos tendencias, dos aspiraciones, dos formas de pensar y, sea cual sea la que llegue a predominar en el futuro, ambas deberán continuar conviviendo de forma pacífica, respetuosa y democrática.
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