La huelga de la indefinición, "no es a favor ni contra Dilma" habían comunicado los sindicatos, se quedó muy lejos de los objetivos de los convocantes, si tenían algún objetivo concreto, al margen de distanciarse de las protestas populares del mes pasado, que no permitieron ni partidos ni sindicatos.
Transportes públicos, en la mayoría de ciudades (incluidas Rio de Janeiro y São Paulo), agencias bancarias, tiendas y la gran mayoría de empresas funcionaron con total normalidad a pesar de la huelga general convocada por los 6 mayores sindicatos del país, incluido el CUT, sindicato del partido en el gobierno, Partido de los Trabajadores (PT).
La jornada, que ha sido llamada Día Nacional de Lucha, fue organizada por Força Sindical, la Central Única de Trabajadores (CUT), sindicato del PT, la Unión General de Trabajadores (UGT), Coordinación Nacional de Luchas (Conlutas) y la Central General de Trabajadores Brasileños (CGTB). A la convocatoria se unió el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).
Esta es la primera huelga general desde el inicio de los gobiernos del PT en 2003, comandado por el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), y ahora por la presidenta Dilma Rousseff.
Hasta la fecha, y desde su Independencia (7 de septiembre de 1822), ésta es la cuarta huelga general que se convoca en el país.
En 1917, la crisis del comercio exterior, provocada por la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se producía un aumento de precios, disminución de los salarios y la escasez de alimentos en Brasil. Para reducir las consecuencias económicas de la situación las empresas aumentaban las jornadas de trabajo, lo que terminó produciendo una revuelta de los trabajadores que desencadenó en una manifestación el 9 de julio en São Paulo.
En la marcha reivindicativa el zapatero Antonio Martinez fue muerto por la policía, y su asesinato fue el detonante de la primera huelga general en Brasil.
Durante el gobierno de José Sarney (1985-1990), exactamente el 14 y el 15 de marzo de 1989 se realizó la segunda huelga general. Es en esta época que el PT empieza a adquirir su fuerza entre la clase trabajadora.
Los días 22 y 23 de mayo de 1991 se vivió la, hasta hoy, última huelga general en Brasil. Era presidente del gobierno Fernando Collor. Cerca de 20 millones de trabajadores secundaron la convocatoria.
En septiembre de 1992, en pleno proceso de impeachment (impedimento para gobernar), Fernando Collor, antes de ser condenado, presentó la renuncia.
La convocatoria de hoy mostraba una gran paradoja en el movimiento. La postura entre las diversas centrales sindicales no es homogénea ya que algunas apoyan las decisiones tomadas por el gobierno para los trabajadores mientras que otras están en contra.
Así, la Central Única de Trabajadores (CUT), la mayor unión de sindicatos del país y controlada por el Partido de los Trabajadores (PT), al que pertenece la presidenta Dilma Rousseff, aclaró que no convocarán a una huelga general, sino a una jornada de luchas que no pretende atacar al Ejecutivo, de acuerdo con una información facilitada por la agencia EFE.
El CUT reclama por los atrasos en la reforma agraria, pide apoyo a una propuesta del PT para acabar con los "monopolios en la prensa" y respalda el plebiscito propuesto por Rousseff para que se consulte a la población sobre una reforma política.
El propio PT ha instado a su militancia a sumarse a la jornada de lucha para respaldar a la presidenta Dilma Rousseff y presentar propuestas que ayuden a "orientar" al Gobierno en su "propósito de servir a los intereses de los trabajadores", publica la CNN.
En Río de Janeiro los transportes públicos no se han adherido a la huelga. Han cerrado sólo en general las escuelas públicas, unas pocas agencias bancarias, en el centro de la ciudad, y correos. En São Paulo, donde la justicia impidió el cierre del metro en las horas punta, los manifestantes cerraron varias vías de acceso a la ciudad y dentro de ella. De todas maneras, en asambleas, ayer por la noche, los trabajadores del metro y autobuses decidieron no adherirse a la jornada de huelga.
Frente a los cientos de miles de personas, 400 mil en Rio de Janeiro, que se manifestaron contra la política del gobierno días atrás, en el movimiento espontáneo estudiantil, hoy no han llegado a dos mil las personas que se han reunido en la misma zona céntrica de la ciudad carioca, que días atrás era el dominio de varias decenas de miles de críticos de la política del Gobierno.
En São Paulo, una metrópoli de 20 millones de habitantes, sindicatos del transporte habían llamado a bloquear desde la mañana de hoy, los 29 terminales de autobuses; sin embargo el transporte funcionó con absoluta normalidad (dentro del caos habitual de funcionamiento en esa ciudad).
El periódico español El País, se preguntaba hoy: "¿La gran manifestación nacional será contra el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff o a su favor? No hay consenso. El Partido de los Trabajadores pretende aprovechar la movilización, que abarca a 20 de los 27 estados del país, para apoyar las reformas propuestas por Rousseff para ir al encuentro de las exigencias de la protesta callejera de hace unas semanas. Por otro lado, el sindicato opositor Fuerza Sindical ha amenazado —por boca de su líder, Paulo Pereira da Silva— con sacar las pancartas de “¡Fuera Dilma!”.".
Si juzgamos por la presencia de trabajadores en las calles del país, o por el volumen de empresas que han secundado el movimiento, esta jornada, que algunos en Brasil consideraban pro gobierno, ha sido un relativo fracaso.
Estas son algunas cifras de participación según diversas fuentes brasileñas:
- Río de Janeiro: 1.500 personas.
- Brasilia: 800 personas.
- São Paulo, la más numerosa: 7.000 personas. En esta ciudad, según el periódico O Estado de São Paulo, algunas personas asistieron a la misma bajo la promesa de un cobro de 50 reales (18 euros).
- Belo Horizonte: 1.000 personas.
- Natal: 6.000 personas.
Los sindicatos ayer quisieron desmarcarse del movimiento popular de días atrás, "Nuestra acción no tiene nada que ver con el movimiento en Brasil durante el mes pasado". ¿Quisieron desmarcarse de la tergiversada imagen transmitida de violencia y saqueos, minoritarios, que se produjeron?, talvez,
pero también han alejado a los estudiantes de sus acciones.
Como anécdota de esta jornada, nunca había visto a los medios de comunicación, más cercanos al oficialismo, de un país mostrar la grandeza de la jornada contra los inconvenientes de la misma. Intentar magnificar el nivel de seguimiento en lugar de desvalorizar el mismo. Halagar la actitud de los manifestantes, inclusive los cortes de carreteras y calles, alabando su pacifismo contra, lo que sucede normalmente, despretigiarlo a través de pequeñas actitudes de unas minorías o la baja participación en las protestas.
Como han comentado diversas personas respecto al movimiento de hoy : "Esta era una protesta de partidos políticos y sindicatos, no del pueblo". Algo que ha quedado, evidentemente, demostrado en las calles de las principales ciudades.
Brasil necesita grandes reformas en estructura e infraestructura, en su política de educación y salud pública. Pero lo que realmente necesita es que el sentido de la democracia, del incoformismo, de la protesta, se impregne en los poros de la sociedad y la población. Lo que realmente necesita es un movimiento fuerte e independiente, como otros muchos países, capaz de contrarrestar las estructuras arcaicas de partidos y sindicatos nacidos a la sombra de la dictadura.
Lo que realmente necesita es más gente empujando el carro y menos subida en él.
También hoy, y en una acción independiente de la convocatoria de los sindicatos, unos centenares de personas se reunieron frente al Palacio de Guanabara, sede del gobierno de Rio de Janeiro, donde mantuvieron diversos enfrentamientos con la policía.
Este grupo de manifestantes estaba más cercano a los movimientos del mes pasado, que al sindical y partidista de hoy.
El barrio de Laranjeiras, donde se encuentra el Palacio, una zona predominantemente residencial, sufrió durante horas la tensión de los enfrentamientos entre policías y manifestantes.
Imagen de la manifestación en Rio de Janeiro. Jornal do Brasil |
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