La siguiente es una entrevista publicada por el períodico de la ciudad de Málaga (España), Málaga Hoy con el presidente de la Organización Profesional de
Inspectores de Hacienda del Estado, Julio Ransés Pérez.
En esa ciudad se encuentran reunidos más de 200 inspectores de Hacienda en el XXIII Congreso de la Organización Profesional de
Inspectores de Hacienda del Estado para hablar de Los imprescindibles cambios en la lucha contra el fraude en el contexto de la inminente recuperación económica.
Él habla del caso de España, pero sin lugar a dudas podría ser el de cualquier país, dejando al descubierto el gigantesco fraude fiscal, con la tolerancia de los poderes públicos que son cómplices del mismo, que se realiza en un país donde cualquier ingreso es necesario para ayudar a ese gran ejército de desempleados que sobreviven en el mismo.
También serían bien recibido el aumento de la recaudación impositiva para aumentar partidas en investigación, educación, sanidad, seguridad vial, etc.
Todos esos defraudadores se ríen en la cara del pueblo, ya sea el español, el colombiano, el argentino o el boliviano sin que seamos capaces, de obligar a nuestros países respectivos a poner un punto final a una situación en la que únicamente los trabajadores pagan, casi, religiosamente sus impuestos, debiendo soportar una carga fiscal desnecesaria como consecuencia del fraude de aquellos que levantan banderas patrióticas pero que no son más que simples ladrones.
-¿Cuántos inspectores de Hacienda hay en España?
-Somos unos 1.800 y en la Agencia Tributaria están 1.600, porque
los 200 restantes están en Ministerios o embajadas. Uno incluso fue
presidente del Gobierno, como fue el caso de José María Aznar.
-¿Son suficientes para combatir el fraude?
-Se estima que la economía sumergida en España está en torno al
20% del PIB y es bastante preocupante porque estamos entre seis y siete
puntos por encima de Alemania, Francia o Gran Bretaña. En la Agencia
Tributaria tenemos una de las mejores ratios de cobro de toda Europa
porque tenemos poco personal. Somos pocos pero eficientes, pero si
tuviéramos más trabajadores podríamos reprimir más el fraude. En
cualquier caso, creo que ahora tenemos un porcentaje de control del
grado de fraude bastante razonable.
-Si no hubiera economía sumergida no habría crisis ¿cuántos inspectores y técnicos más harían falta para acabar con ella?
-Es muy difícil cuantificarlo. Pensamos que con 4.000
funcionarios más, entre inspectores y subinspectores, con el desarrollo
informático de la Agencia Tributaria y con mejoras organizativas y de
procedimiento apropiadas tendríamos una Administración suficientemente
dimensionada contra el fraude.
-¿Se acabaría totalmente con el fraude con 4.000 funcionarios más?
-No. Siempre va a haber picaresca. Si yo, por ejemplo, soy un
taxista, cobro 20 euros por una carrera y me los meto en el bolsillo es
imposible que se detecte. Siempre habrá pequeños fraudes, pero podríamos
rebajar la economía sumergida al 10%, es decir, que de cada diez euros
se escape uno. No se recortaría a corto plazo sino a medio plazo, pero
eso sería más aceptable.
-¿Qué medidas habría que adoptar?
-Una medida se basa en la educación. Es muy importante
concienciar a la sociedad, como se hizo hace unos años lanzando mensajes
positivos sobre para qué sirven los impuestos o que contribuir es
invertir en España. Eso hay que iniciarlo en las escuelas y la Agencia
Tributaria tiene un programa para ello que con la crisis y los recortes
está bajo mínimos. Eso es a largo plazo, pero a corto el Gobierno aprobó
el año pasado una ley antifraude que supuso un conjunto de medidas muy
positivas que nos van a ayudar a ser más eficientes.
-¿Qué habría que hacer de manera urgente y no se hace?
-Hay muchas cosas. Una que nos está haciendo mucho daño a la
recaudación tributaria es la actitud de las multinacionales, que están
haciendo operaciones de compleja ingeniería financiera para no declarar
en España. Montan empresas pantalla e interpuestas, triangulan
operaciones y alteran los precios que se realizan entre ellas para
disminuir los beneficios. Un ejemplo son las tiendas on line.
Haces la compra en España y recoges, por ejemplo, un jersey en la tienda
de abajo pero el servidor está en Irlanda y tributa allí. Con el juego on line
pasa igual. Prácticamente todas las que operan en España están
domiciliadas en Gibraltar. Las normas de tributación lo permiten, por lo
que pedimos normas coherentes con el país donde se genera el beneficio.
Pero eso nos pasa a todos los países. Por otra parte, tenemos un
impuesto de sociedades del 30%, de los más altos de Europa, y eso quiere
decir que las sociedades en España pagan más que en ningún sitio, por
lo que intentan deslocalizar sus beneficios. Pero los gastos también
deducen al 30%, de forma que las multinacionales se traen gastos para
España y los ingresos los hacen en el extranjero. En el impuesto sobre
la renta la tributación por módulos es injusta, porque se declara lo
mismo independientemente de lo que se gane. Otro tema importante es que
todos los grandes ricos de España tienen su Sicav y tributan al 1% de
lo que tienen. Son sociedades que se constituyen para que un grupo de
ahorradores ponga en común el dinero y lo inviertan. Se pide un mínimo
de 100 socios, pero los ricos crean una, ponen a sus familiares y tienen
el 99,999% de la sociedad. Luego cogen a otras 90 personas, a las que
llamamos mariachis en el argot, que firman y se reparten el 0,00001%
restante de la Sicav, el equivalente a 1.000 euros. Eso es un fraude.
Los grandes millonarios están metiendo en esas Sicav activos como
coches, yates, propiedades inmobiliarias o acciones. Eso no produce nada
pero se deducen gastos. Hace poco un profesional muy conocido tenía
hasta las nóminas de su personal de servicio en la Sicav.
-¿Y no pueden hacer nada?
-Aunque parezca mentira, un inspector de Hacienda no le puede
quitar el régimen a una Sicav aunque sea fraudulenta porque la ley dice
que eso lo hace la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Pusimos el
grito en el cielo.
-¿Hay más fraude en provincias como Málaga por el sector servicios o la construcción?
-Tradicionalmente el sector que más ha defraudado ha sido el de
la construcción porque se generaron plusvalías enormes y no se quería
pagar tantos impuestos. España llegó a tener casi el 50% de los billetes
de 500 euros de toda Europa. La Costa del Sol ha sido una de las zonas
más urbanizadas y se dieron casos exagerados como el de Marbella.
-El inspector de Hacienda siempre parecía el malo de la película
y el defraudador el gracioso. ¿Ha cambiado ya esa imagen con la crisis?
-El contribuyente español ya se ha dado cuenta de que lo que el
defraudador no paga lo pagamos los demás que sí tributamos. Eso no es
justo, máxime ahora cuando se están quitando becas u otros derechos
sociales. El contribuyente está ahora muy enfadado y hay un rechazo
social, porque se atenta contra el estado de derecho. Las encuestas
dicen que la permisividad hacia el fraude es cada vez menor. Eso está
haciendo que se le empiece a reconocer la labor a los inspectores de
Hacienda y funcionarios de la Agencia Tributaria.
-Si no hubiera economía sumergida o se quedara en ese 'asumible' 10%, ¿cómo repercutiría en el bolsillo de los ciudadanos?
-Lo haría muchísimo. Se pagarían menos impuestos sin duda. El
tipo marginal del impuesto sobre la renta ha subido del 48 al 56% en
unos años. En el IVA se paga ahora un 3% más. Si fumas, si bebes
alcohol, si echas gasolina, igual. Esas subidas son tributarias y no
tendrían por qué haber acontecido jamás. Se está hablando de bajar los
impuestos para aumentar el consumo y los ingresos, como ocurrió en la
época de Aznar. Estoy completamente convencido de que teniendo en cuenta
el tipo tan alto de impuestos que tenemos de renta, IVA o sociedades ya
no hay margen para subida. La UE le pidió a España en julio que bajara
los impuestos directos porque va en contra del crecimiento y la
recuperación.
Este blog sólo pretende ser una visión personal de algunos de los acontecimientos que nos envuelven en nuestro caminar por la vida. Bajo el fuego es una metáfora de la situación real que la humanidad está viviendo donde la pobreza, el desempleo, la intolerancia, el extremismo, la violencia, el enriquecimiento a cualquier precio, de unos pocos a costa de muchos, y la falta de ética o valores son realidades que podemos observar continuamente.
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