El Centro de Derechos Reproductivos y la Colectiva por el Derecho a Decidir presentaron la demanda en nombre de una mujer conocida bajo el seudónimo de "Aurora", a quién las autoridades y médicos en Costa Rica le denegaron la solicitud de interrupción de su embarazo, pese a que se había diagnosticado que la condición de su feto era incompatible con la vida.
Aurora, de 32 años, recibió con alegría el año anterior la noticia de su embarazo, pero al cuarto mes se le diagnosticó el Síndrome de Abdomen Pared, una discapacidad presente cuando la vejiga y los riñones no se desarrollan bien, y que deja al feto inviable.
Mónica Arango, Directora regional del programa para América Latina y el Caribe del el Centro de Derechos Reproductivos, explicó a The Associated Press que Aurora solicitó terminación terapéutica del embarazo varias veces, pero fue rechazada por los médicos.
La mujer también recurrió a la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, pero esta tardó 36 días en dar su resolución, la cual también fue negativa.
"Aurora cayó en una angustia profunda y estuvo buscando la terminación de este embarazo, pero le fue denegado a pesar de que las leyes en Costa Rica contemplan el aborto terapéutico cuando la salud de la mujer está en riesgo", comentó Arango.
Para la activista, en Costa Rica existe mucho temor entre los médicos y las autoridades sobre la práctica del aborto terapéutico, y han llegado a considerar que este no se puede aplicar si la vida de la mujer no está en riesgo inminente.
Este caso se suma al de otra mujer conocida por las iniciales "A.N" quien al igual que a Aurora se le negó la posibilidad de interrumpir el embarazo y se le obligó a llevarlo hasta el final, pese a que los médicos habían determinado que el feto no tenía cerebro y moriría inmediatamente al nacer.
En ambos casos, se recrimina al Estado costarricense el no considerar los daños a la salud mental y física que sufrieron estas mujeres al verse obligadas a completar el embarazo en estas condiciones.
Las organizaciones esperan que la CIDH acoja la petición en estos dos casos, y recomiende a Costa Rica el tomar las medidas correctivas necesarias para garantizar la salud de las mujeres cuando ya se ha determinado que sus embarazos son incompatibles con la vida.
Arango mencionó que en América Latina países como Honduras, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana y Chile no cuentan en su marco legal con la posibilidad del aborto terapéutico; en contraste con naciones como Uruguay, que recientemente despenalizó el aborto en las primeras 12 semanas de embarazo.
El caso de Aurora fue revelado por, el periódico de Costa Rica, La Nación el 18 de noviembre del 2012,
ella estaba embarazada por primera vez; no obstante, desde las 12
semanas de gestación los médicos del Hospital Calderón Guardia le
advirtieron que el bebé no tendría oportunidad de sobrevivir.
Margarita Salas, presidenta de la organización Derecho a Decidir
explicó que en aquel momento la razón que dieron los especialistas a la
joven era que el feto tenía el síndrome que se conoce como abdomen
pared; es decir, que tiene abierta la pared abdominal y expuestos el
corazón, el hígado y los intestinos.
"La noticia que
recibe es que su hijo tiene una malformación incompatible con la vida
extrauterina, es decir el bebé va a morir en el útero o a pocos minutos
de nacer", manifestó la activista.
Salas comentó que tras conocer el diagnóstico la joven luchó para que le
aplicaran una interrupción terapéutica del embarazo (ITE), pero le fue
negada.
La mujer tuvo a su bebé en el Hospital Max
Peralta de Cartago, a finales de diciembre del 2012, pero el niño vivió
menos de una hora después de nacer.
Aurora, una devota
evangélica que pide separar leyes y doctrinas religiosas, declaró para el diario español El País, "Yo preguntaba si era hombre o mujer para comprarle la
ropita para enterrarlo, pero nunca supimos bien y, por las facciones de
la carita, asumimos que era un hombre". Ella le pudo
ver el rostro en directo cuando nació, antes de que lo trasladaran a la
morgue. El personal médico envolvió el cuerpo del bebé de manera que la
madre viera solo la cara y no más. La amiga que la acompañó en el parto,
cirujana de profesión, sí miró el cuerpo del niño y dijo que fue lo más
impresionante que había visto en su carrera.
"No puedo entender cómo el doctor que diagnosticó la
enfermedad de mi bebé dijo que no iba a sufrir. Él se estuvo ahogando en
mi vientre por semanas, con los pulmones fuera del cuerpo, destripado
por mis órganos. Después supe que aspiró su propia materia fecal, hasta
que nació. Aunque él no nació, él agonizó cinco minutos", relata Aurora,
de 33 años, quien cree que los médicos no quisieron tramitar el aborto
terapéutico por miedo, aunque lo permite el Código Penal costarricense para casos en que esté en riesgo la salud de la madre.
"Yo me pasé vomitando todos esos meses. Hasta un vaso de
agua me provocaba el vómito aunque me inyectara. Me advirtieron de un
riesgo alto de estrés postraumático y ahora sé que mis riñones también
sufrieron un daño". Rechazó tomar ansiolíticos y no dejaba de leer los
comentarios de las noticias sobre su caso, "solo para confirmar el grado
de ignorancia en asuntos sobre aborto terapéutico". Leía también sobre
la situación médica de su bebé, la suya y sobre otras mujeres en otros
países. Ahora, aunque ya soportó estar embarazada de un feto inviable,
dice estar comprometida con la causa.
"Que nadie tenga que vivir lo que vivimos mi bebé y yo. Por eso estoy en esto (denuncia ante la CIDH) aunque sé que puedo pasar muchos años". Lo hace con apoyo del grupo Colectiva por el Derecho a Decidir,
cuyo personal la acompañó a algunas de las citas médicas y reuniones
con abogados del hospital Calderón Guardia, en San José, donde
rechazaron la posibilidad del aborto terapéutico. La posibilidad de un
aborto clandestino, como hacen decenas de miles de mujeres en este país,
no se le pasó por la cabeza. A partir del momento que supo que el bebé no viviría Aurora se encerró en si misma y en su casa.
"Yo comencé mi duelo. Sabía que tenía en mí a un bebé que sufría y que moriría apenas al nacer. Es muy fácil de decir, pero muy difícil comprenderlo", le comentó al diario El País.
Aurora no se llama Aurora, pero tiene miede a revelar su nombre por posibles represalias.
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