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martes, 8 de octubre de 2013

Brasil, La represión y la violencia son actitudes ajenas al sistema democrático

http://www.jb.com.br/media/fotos/2013/10/07/610x472both/joaquimsete.JPG
Fotografía capturada del diario Jornal do Brasil.
Las escenas de violencia y autoritarismo, reflejadas por diferentes medios de comunicación, en la represión de la manifestación de profesores del sector público, incluyendo las de un policía militar plantando pruebas falsas en un manifestante, han chocado y sorprendido a todo Brasil.
Pero esa violencia no se ha vivido solo en Rio de Janeiro, imágenes similares se han podido observar en Salvador, la capital del estado de Bahía, São Paulo, Curitiba y otras ciudades del país. Las escenas han devuelto al país a imágenes de los años 60 del siglo pasado, cuando Brasil se encontraba regido por los militares.
Desde que se iniciaron las protestas multitudinarias, que movilizaron cientos de miles de personas durante los meses de mayo y junio, Brasil se ha acostumbrado a reprimir con violencia las actividades de protesta en las calles del país. Esas escenas de violencia y autoritarismo parecen remitir al país a tiempos sombríos en la historia del mismo, donde la represión, los conflictos y los proyectos de ley aprobados a toque de corneta eran las prácticas habituales en la gestión política y social. Siempre en la dirección opuesta a los intereses de los trabajadores y los ciudadanos.
El periódico brasileño Jornal do Brasil decía en un editorial, "En los últimos tiempo, las imágenes  nos traen tristes recuerdos con la diferencia de que hoy, quienes reprimen no muestran la cara."
La represión de Cinelândia, una zona en el centro de la ciudad de Rio de Janeiro, nos remite a las bombas de Riocentro (una bomba puesta desde el régimen con el objetivo de atentar contra los miles de personas que asistían a un concierto de música popular brasileña en conmemoración del Primero de Mayo, el 30 de abril de 1981, en plena dictadura militar) que explotaron antes de tiempo y solo alcanzaron a los militares que las estaban manipulando matando a uno de ellos e hiriendo a otro. El régimen culpó, en la época, a radicales izquierdistas del atentado.
Imágenes captadas en la manifestación de los profesores de la semana pasada muestran claramente a un policía militar plantando pruebas en la detención de un menor de edad que pasaba, junto a un grupo de jóvenes, por el local donde se producía la protesta de los profesores de la red pública de educación.

En el vídeo el policía aparece forjando pruebas contra un joven manifestante el pasado martes. El miembro de los cuerpos de seguridad lanza al suelo un artefacto explosivo mientras el joven era acusado de llevar los mismos dentro de la mochila que cargaba. El chico, menor de edad, fue inmediatamente detenido, mientras, extrañamente, grupos de jóvenes enmascarados lanzaban piedras contra los cristales de bancos y tiendas y destruían el patrimonio público frente a la Cámara Legistalativa de la ciudad de Rio de Janeiro, bien próximos a donde se encontraban grupos de policías.
Pero esta violencia no se centra exclusivamente en las manifestaciones. En las favelas, sus habitantes reclaman acerca de la violencia de los policías militares que imponen el orden según su criterio y voluntad.
Desde la desparición del albañil Amarildo, el pasado mes de julio, supuestamente torturado con choques eléctricos y asfixia, según la investigación de la División de Homicidios de la Policía Civil, hasta acusaciones de torturas por parte de algunas de las personas que pasaron por las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), recuerdan prácticas de épocas antiguas, cuando los gobiernos eran regidos por militares que imponían sus criterios a base de violencia, despariciones y asesinatos en todo el Cono Sur, dejando secuelas y cicatrices inolvidables en la historia de los países que sufrieron la lacra de las dictaduras militares.
El caso de Amarildo en Brasil, recuerda al de Stuart Angel, una de las víctimas de los años del plomo, como a otras miles de las que hasta hoy nada se sabe respecto a su paradero.
Antes eran los militares quienes hacían oídos sordos a las peticiones de los trabajadores y de la población, en general; hoy son políticos, diputados federales, estatales o municipales quienes se muestran indiferentes a las solicitudes de la ciudadanía, de la misma ciudadanía que con su votos los situó en los lugares desde donde muestran su indiferencia hacia las peticiones de una población cansada del poder arbirtrario, de la represión, de la corrupción, de la violencia y de la paulatina pérdida de calidad de vida.
Esas mismas personas, elegidas por la votación popular, aprueban leyes y proyectos, manifiestamente contrarios a los intereses de los ciudadanos, en una actitud que no es exclusiva de Brasil y que se extiende a la mayoría de países, supuestamente, democráticos.
Ayer, nuevamente, en los centros de Rio de Janeiro y São Paulo podía sentirse el olor de las barricadas quemadas, de las bombas de gas, del sudor de las carreras, de una violencia engendrada por grupos minoritarios de manifestantes y/o infiltrados, y la respuesta de las fuerzas de seguridad, o la violencia de las fuerzas de seguridad y la respuesta de un grupo minoritario de manifestantes.
Violencia en las calles de Río
La violencia fue atribuida al, supuesto e indefinido, grupo anarquista "black blocs".

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