A esa edad, Sonali Mukherjee tenía todo a su favor. Era una hermosa, inteligente y ambiciosa joven dedicada a sus estudios, en los que sobresalía sin grandes esfuerzos.
Fue presidenta de la Unión de Estudiantes, capitán del Cuerpo Nacional de Cadetes y una estudiante de honor que quería hacer un doctorado en sociología, a pesar de su modesto origen familiar. Su padre trabajaba como guardia de seguridad en el estado indio oriental de Jharkhand y su madre era ama de casa. Pero ella estaba decidida, y caminaba hacia ese objetivo.
De repente un acto de venganza cambio sus sueños, sus ilusiones, y especialmente su vida.
Durante su tiempo en el cuerpo de cadetes, una organización presente en todas las escuelas y colegios en la India, dirigida a preparar a los estudiantes a unirse a las fuerzas armadas, Mukherjee había ganado varios premios por sus habilidades de tiro. Así que al principio ella no se dejó intimidar por las amenazas del agresor.
Pero el acosador, junto con dos amigos de la escuela, entró a su casa para rociarle ácido en la cara mientras dormía, en un día muy caluroso, en la azotea de la misma. Sonali Mukherjee de 17 años y estudiante destacada en el Dhanbad, en el Estado de Jharkhand, al este de India, veía su vida pararse sin saber que había pasado. Tan sólo el dolor tomaba parte de su cuerpo.
De repente, en fracciones de segundo, el ácido tomaba parte de su cuerpo, sufriendo quemaduras en un 70% del mismo, y sin poder, hablar, caminar, comer, ver o hacer las cosas cotidianas de cualquier joven de su edad.
"Todo lo que podía sentir era la enorme cantidad de dolor, estaba ardiendo, como si alguien me hubiera arrojado al fuego", le dijo a la CNN 10 años después del ataque de 2003.
"Es muy fácil para las víctimas de ataques de ácido tomar veneno. Pero yo tomé la decisión de plantar cara contra la violencia", aseguró Mukherjee en una entrevista a AFP. Ella que había visto luchar a su familia por las cosas más básicas, que luchó y se esforzó para conseguir "algo grande", e intentar darle a su familia una vida mejor, se enfrentó a la situación y decidió luchar, no sólo contra las secuelas de su agresión, como contra la serie de infortunios que se sucedieron en su familia. El abuelo de Mukherjee murió poco después y su madre cayó en una depresión, que todavía le afecta y sólo su padre se mantuvo fuerte en aquellos dolorosos momentos.
"No puedo explicar lo mucho que me duele ver a mi hija en este estado, pero al ser el jefe de la familia no podía permitirme el lujo de quebrarme", le dijo Charan Das Mukherjee a la cadena CNN.
Esta joven no recibió ninguna ayuda del gobierno de la India para recomenzar su vida, e intentar rehacer su rostro, sus orejas, su nariz, así el año pasado escribió al Gobierno amenzando suicidarse si no recibía algún tipo de ayuda social.
Pero ahora, diez años después del ataque, que le dejó la cara totalmente desfigurada y parcialmente ciega y sorda, es uno de los rostros conocidos contra la violencia de género en India.
El año pasado apareció en el popular programa ¿Quién quiere ser millonario? donde, tras contestar correctamente 10 preguntas, ganó 2,5 millones de rupias indias equivalente a unos U$S 45.000.
Ella declaró al periódico británico Daily Mail, "el coste estimado para recuperar la vista y poder conseguir un rostro más humano está alrededor de 1,5 millones de rupias".
Su padre vendió la tierra ancestral de su familia y gastó hasta el último centavo de los ahorros en su tratamiento, que incluyó varias cirugías reconstructivas, unas 20 en estos 10 años que han pasado desde la agresión.
Desde que Sonali, le solicitó al gobierno indio la eutanasia, "Después de tanta decepción le he hecho un pedido al gobierno para que permita la eutanasia. Vivir es una enorme carga para mi y la principal razón de eso son mis problemas financieros. No hemos tenido ayuda de nadie", hasta el día de hoy algunas cosas han cambiado en su vida, gracias a su coraje, y al de su padre, "He decidido que no quiero morir así, o vivir así. Decidí que no puedo renunciar, tengo que mejorar, tengo que castigar a los que me hicieron esto y tengo que mantener a mi familia. Volver a mi plan de vida", comenta.
Los atacantes de Mukherjee fueron atrapados y enjuiciados, pero fueron puestos en libertad, bajo fianza, tras pasar unos cuatro meses, de una condena de nueve años, en la cárcel. Ahora se encuentran aguardando la apelación de la sentencia en libertad.
La víctima asegura que el dinero que ganó le servirá para continuar con sus cirugías reconstructivas.
India aprobó una nueva ley en abril del presente año que castiga a los perpetradores de los ataques con ácido, con 10 años a cadena perpetua en la cárcel, junto con una multa, al mismo tiempo que endurecía las penas por violación, acoso sexual, etc.
Eso sucedía meses después de la violación múltiple y asesinato de una joven india en un autobús en la ciudad de Nueva Delhi.
El mes pasado cuatro hermanas de entre 20 y 26 años, todas ellas profesoras, sufrieron una brutal agresión con ácido cuando volvían de examinar a sus alumnos, en un centro educativo estatal en Shamli, en el norteño estado de Uttar Pradesh, de acuerdo con la agencia india PTI.
Sonali en una fotografía capturada de la web Mailonline. |
Es una pena ver como hay gente tan estúpida en este mundo, tanto los que realizaron este terrible acto inhumano, como las autoridades responsables de darle libertad a estos criminales a los dos años de haberlos condenado. Una tragedia, la verdad.
ResponderEliminarwww.caostv.com
Gracias por participar del blog con tus comentarios.
ResponderEliminarLa verdad es que no importa si cumplieron varios meses, como indican algunos medios de comunicación o dos años como indican otros, lo triste es que esas personas están caminando libres por su ciudad, paseando su gesta con total tranquilidad.
Pero todavía es peor ver que 10 años después se siguen sucediendo actos como ese, o la nueva intoxicación masiva de niñas estudiantes en Afganistán, o el asesinato de 4 mujeres en España en un período de 48 horas, a manos de sus parejas o ex parejas.
No sólo deberían pudrirse en la cárcel: también hacerse cargo de todas las operaciones necesarias para reconstruir la cara y el cuerpo de esta pobre chica, y además, pagarle el lucro cesante de estos diez años. Ay, mundo, tan plagado de injusticia!
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