La
celebración del Primero de Mayo, como jornada reivindicativa mundial por los
derechos de los trabajadores y contra la explotación de los mismos, tiene su
origen en los años 80 del siglo XIX.
Los obreros
estadounidenses, en su mayoría, estaban afiliados a la Noble Orden de los
Caballeros del Trabajo o, en mayor número, a la Federación Estadounidense del
Trabajo (American Federation of Labor), inicialmente socialista, que en 1884,
durante su cuarto congreso, resolvía que desde el 1 de mayo de 1886 la duración
legal de la jornada laboral, pasase a ser de ocho horas de trabajo. Y
convocándose una huelga general si no se obtenía la reivindicación y
recomendando a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer leyes en este
sentido en sus jurisdicciones.
El
presidente Andrew Johnson había promulgado en junio de 1868 la Ley Ingersoll, que
establecía la jornada de 8 horas para los empleados de las oficinas federales y
para quienes trabajaban en obras públicas. Poco tiempo después diecinueve
estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas (aunque
siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a entre 14 y 18 horas). Debido
a la falta de cumplimiento de la Ley Ingersoll, las organizaciones laborales y
sindicales de EE.UU. se movilizaron. La prensa calificaba el movimiento como
"indignante e irrespetuoso", "delirio de lunáticos
poco patriotas", y manifestó que era "lo mismo que pedir que
se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo".
Y llegó el
1 de Mayo, y una consigna uniforme para todo el movimiento sindical: ¡A partir
de hoy, ningún obrero debe trabajar más de 8 horas por día. ¡8 horas de
trabajo! ¡8 horas de reposo! ¡8 horas de recreación!. Simultáneamente se
declararon 5.000 huelgas y más de 300.000 huelguistas dejaron las fábricas,
para ganar las calles y desde ellas proclamar sus consignas.
En Chicago
donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades
del país las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. Este día se
produjo unamanifestación frente a la fábrica McCormik, cuyos dueños habían
contratado personas para romper una huelga que, en la misma, ya duraba semanas,
y que se mantuvo trabajando en esos días de mayo. La policía irrumpió
violentamente en el acto atacando, hombres, mujeres y niños allí presentes,
dejando un saldo de 6 manifestantes muertos y varias decenas de heridos.
Aquel día
el periodista alemán, Adolf Fischer, que vivía en Chicago desde 1883, y era
redactor del periódico, pro obrero, Chicagoer Arbeiter-Zeitung, revoltado por
los acontecimientos sucedidos pocos instantes antes, escribió más de 25.000
octavillas con el siguiente texto:
Trabajadores:
la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló
a los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos
gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un
rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es
preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores,
respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es
la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!. Ayer, las mujeres y
los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en
tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se
bebía a la salud de los bandidos del orden... ¡Secad vuestras lágrimas,
los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.
Esta
proclama terminaba con una convocatoria de protesta para el día siguiente, 4 de
mayo, a las cuatro de la tarde, en la plaza Haymarket. Se consiguió un permiso
del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30 en dicha plaza. Los hechos
que allí sucedieron son conocidos como Revuelta de Haymarket.
El acto,
en medio de una intensa tensión, se desarrollaba con normalidad, y después de
varias horas y las intervenciones de diversos oradores, el público comenzaba a
dispersarse en aquella lluviosa jornada, cuando la policía ordenó la disolución
inmediata del acto, en aquellos momentos se inició un ligero tumulto que
culminó con el lanzamiento de un artefacto explosivo hacia las filas de la
policía, que al estallar provocó un muerto, en el acto, y varios heridos, cinco
de ellos fallecerían durante los días posteriores. A partir de ese instante las
fuerzas policiales iniciaron una acción represiva violenta e indiscriminada,
disparando sus armas de fuego, aleatoriamente, contra la multitud que corría
desesperada en busca de refugio. En esos hechos murieron, o fueron heridos, un
número desconocido de obreros bajo el fuego de las fuerzas policiales. También
se produjeron centenas de detenciones, incluidos los días posteriores, y
numerosas personas fueron torturadas.
El 21 de
junio de 1886, se inició la causa contra 31, supuestos, responsables, que
terminaría finalmente en 8. Las irregularidades en juicio fueron muchas
violándose todas las normas procesales de forma y de fondo, tanto que ha
llegado a ser calificado de juicio farsa. Los juzgados fueron declarados
culpables. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca, entre
ellos Adolf Fischer y August Spies, editor del
Arbeiter-Zeitung, aunque nada pudiera probarse en su contra a lo largo del
juicio, salvo su condición de activistas pro derechos de los trabajadores.
El 11 de noviembre de 1887, al mediodía, fueron ejecutados en la horca, Fischer, Spies, Albert Parsons y George Engel, conocidos como "Los mártires de Chicago" junto con Louis Lingg, quien se suicidó, el día anterior, en su propia celda para no ser ejecutado, y los tres condenados a penas de prisión, dos de ellos con condenas a cadena perpetua.Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago del periódico argentino La Nación, de Buenos Aires:
"...salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable...".
Mas de medio millón de personas asistiría al cortejo fúnebre. En 1893 los tres condenados a prisión fueron puestos en libertad.
La Segunda Internacional, organización creada en 1889, declararon ese mismo año el Primero de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores, en su reunión de París, celebrada del 14 al 19 de julio, en memoria de "Los Mártires de Chicago".
Manifestación multitudinaria en Argentina del 1º de Mayo de 1938 en apoyo de los obreros españoles en lucha contra el fascismo. Fotografía capturada del blog del profesor Daniel Alberto Chiarenza |
El 1, y el 4 en algunas ciudades como Londres, que aprovecharon que era domingo, de mayo de 1890, cientos de miles de trabajadores tomaron las calles de las principales ciudades de Europa, y de otros pocos países alrededor del mundo, reivindicando la jornada laboral de 8 horas, y en memoria de Los mártires de Chicago.
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