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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Italia, Incendio en un taller textil revela casos de esclavitud

Los bomberos, ante la factoría incendidada en Prato /Claudio Giovannini (EFE).
Tras los sucesos en Bangladesh, donde los trabajadores de una fábrica textil, donde eran explotados, prendieron fuego a la misma, un incendio en Italia revela que Europa no está exenta de la explotación de seres humanos por empresarios sin escrúpulos, que los utilizan como mano de obra esclava con la permisividad de los gobiernos.
Siete personas han muerto y tres más resultaron heridas en un incendio declarado en un taller textil chino situado en la localidad de Prato, en la Toscana, al norte de Roma. Los servicios de rescate continúan trabajando en el lugar del siniestro, por lo que no se descarta el hallazgo de más cadáveres.
El incendio se declaró en torno a las 6.30 de la madrugada del pasado lunes y rápidamente llenó la nave, de unos 70 por 30 metros, de un espeso humo negro. Finalmente parte de la estructura se derrumbó antes de que sus ocupantes pudieran salir de la misma.
Cinco de los cuerpos calcinados que fueron recuperados estaban en un habitáculo que al parecer había sido habilitado como dormitorio utilizando cartones a modo de tabiques. Según los medios locales, al menos once trabajadores vivían en el edificio
Todos los heridos son ciudadanos chinos y dos de ellos se encuentran hospitalizados en estado grave en una unidad de cuidados intensivos del Hospital de Prato debido a la inhalación de humo. En la zona hay numerosos talleres regentados por chinos.
Fuentes oficiales han indicado que "los restos encontrados nos hacen pensar en otras dos personas (muertas), además de las que ya encontramos: cuatro, que están en la morgue, y la quinta que fue localizada".
Según testigos presenciales, se ha visto una columna de humo, "había dos chinos, un hombre y una mujer, completamente cubiertos de hollín. Gritaban, había llamas saliendo de la fábrica".
Hasta el momento se desconocen las causas del incidente que ocurrió cuando dormían un total de 14 trabajadores chinos.
Los datos oficiales indican que Prato alberga a 17.000 ciudadanos chinos, mientras que fuentes locales aumentan la cifra hasta más de 50.000, incluyendo a los indocumentados.
Las ventanas del taller tenían rejas para que nadie entrara, para que nadie saliera, para que nadie viera lo que todos reconocen ahora que sabían pero nadie fue capaz de evitar.
Allí dentro, como en tantas otras naves del polígono industrial Macrolotto de Prato, una ciudad de 185.000 habitantes a 25 kilómetros de Florencia, se practicaba la esclavitud. Cientos, miles de ciudadanos chinos, la mayoría muy jóvenes y sin ningún tipo de documentación, fabrican prendas de moda para toda Europa durante 16 horas al día, siete días a la semana, preferentemente de madrugada, a razón de un euro a la hora. Solo tienen derecho a dormir un rato en unos cuartuchos construidos sobre el traqueteo continuo de las tricotosas y a calentarse la comida con un infiernillo de gas.
Tras el siniestro del taller, de propiedad de empresarios chinos, los principales sindicatos de Italia han levantado su voz para reclamar un mayor control en las condiciones laborales en el sector textil.
"Esta es una desgracia para todos nosotros, porque tenemos que reconocer esta realidad como lo que es: la mayor concentración de empleo ilegal en el norte y centro de Italia", dijo Enrico Rossi, presidente de la región de Toscana.
Tras un nombre europeo, en esta ocasión Teresa Moda, un empresario chino, que en este caso era una mujer, convierte un almacén inmundo, como era este local, alquilado por más de 3.000 euros al mes a un italiano, en un negocio floreciente. El truco macabro del negocio está en el coste de la mano de obra.
"Son esclavos. No busque otro nombre. Prisioneros obligados a trabajar", dice Giuseppe, apoyado en la puerta de su almacén textil, situado justo enfrente del lugar de la tragedia.
Giuseppe el cual por temor esconde su apellido, "disculpe que no le dé el apellido, nunca se sabe", le dijo al corresponsal de El País desplazado a la localidad de Prato, es de los pocos empresarios italianos que, a duras penas, logra mantener abierto el negocio.
""Estos muchachos de ahí enfrente", dijo refiriéndose a las víctimas del incendio, "se comportaban igual que los demás de esta calle. Apenas salían. Si acaso al amanecer, en pijama, a fumarse un cigarrillo, sin saludar a nadie, ni siquiera a los chinos que trabajan en otras empresas. Se les veía tristes, asustados. Jamás he visto sonreír a ninguno. No le dé vueltas: no son trabajadores mejor o peor pagados. Son esclavos…"", publicaba el diario español El País.
"Nadie puede decir que está sorprendido de esto, porque todos han sabido por años que, en el área entre Florencia y Prato, cientos -si no miles- de personas viven y trabajan en condiciones cercanas a al esclavitud", dijo en su página de Facebook Roberto Pistonina, secretario general de la sección de Florencia y Prato del sindicato CISL, según recoge el periódico mexicano Excelsior.
De manera periódica, Prato aparece en la prensa a raíz de las redadas que la policía efectúa en estos talleres y en las que se pone de manifiesto las condiciones infrahumanas en las que trabajan operarios de origen chino, muchos de ellos en situación irregular. La fiscalía de Florencia puso fin el pasado mayo a la investigación preliminar de un caso que relacionaba los talleres chinos de confección en Prato con la mafia italiana.
Luciano Giovanelli contempla la escena con una sonrisa. Se ha acercado a visitar a los propietarios de la empresa Eleanof, quienes, puerta con puerta con la empresa siniestrada, intentan capear el aluvión de curiosos. Dice estar seguro de dos cosas: "La primera es que cuando pasen dos días y la conmoción fingida de los políticos se vaya a otro asunto, esto se olvidará, como se olvidó Lampedusa, y nada cambiará. La segunda es que hay grandes intereses que impiden una solución. ¿Se ha dado usted una vuelta por este parque industrial. Son cientos y cientos de empresas, kilómetros y kilómetros de calles. Esto no es un barco perdido en alta mar. Pero nadie lo ve. Nadie se da cuenta".



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