Centro de Internamiento de Extranjeros de Lampedusa. / ALBERTO PIZZOLI (AFP) |
Los inmigrantes, cuatro tunecinos y cinco marroquíes, de entre 20 y 40 años, desmontaron un encendedor para hacer la aguja y tomaron el hilo de una manta. Según informó el centro, los nueve inmigrantes fueron atendidos de inmediato en el lugar.
En Italia hay continuas protestas de refugiados por las condiciones en las que viven en estos centros de acogida. La semana pasada un video en el que se veía cómo se fumigaba a inmigrantes desnudos en uno de estos centros situado la isla de Lampedusa, en el sur de Italia, provocó indignación entre la población y protestas de la Unión Europea. La Unión Europea y el gobierno italiano ordenaron una investigación de los hechos.
El parlamentario Filiberto Zaratti, que ha visitado a los detenidos, describió como vergonzosa la situación en la que viven. "Que la gente se vea forzada a una forma tan extrema de protesta refleja su desesperación. Estos centros deben ser cerrados inmediatamente", ha sostenido.
Los inmigrantes tomaron esta actitud para protestar contra su situación en el centro de identificación y expulsión de Ponte Galeria, a las afueras de Roma. Sesenta de los cerca de 80 extranjeros allí confinados a la espera de ser repatriados están desde el martes en huelga de hambre. Una muchacha intentó quitarse la vida. La protesta por las precarias condiciones en los centros, y por la lentitud burocrática que condena a sus internos a una espera infinita y sin certezas, ha prendido también en Turín y amenaza con extenderse a otras ciudades.
En el mismo centro donde este sábado se produjo el incidente, situado en el barrio romano de Ponte Galleria, se vivió en febrero de 2013 una revuelta en la que los inmigrantes prendieron fuego a los colchones y agredieron a los agentes de seguridad.
"He visto muchas protestas", explica la activista humanitaria Gabriella Guido, que visitó el centro romano el sábado, "pero esas bocas cosidas me impresionaron en lo más profundo. Empezaron cuatro, y otros les emularon. Por ley, deberían quedarse dos meses como mucho [en el centro] y obtener una hoja de expulsión que les impone abandonar el territorio nacional. Sin embargo, muchos llevan encerrados cinco meses, ocho, hasta 16", argumenta. Para esta portavoz de la campaña LasciateCIEntrare (Dejadnos entrar en los CIE), que acompaña a parlamentarios, funcionarios y periodistas en sus visitas a los centros, la situación es alarmante.
Por otra parte, el diputado italiano del Partido Demócrata (PD) Khalid Chaouki, de origen marroquí, se encerró ayer con carácter indefinido en el centro de acogida de inmigrantes de la isla siciliana de Lampedusa, en protesta por las condiciones en las que se encuentran estas personas y su largo periodo de retención. En su perfil de la red social Twitter, el diputado, de 31 años, explica que ha decidido encerrarse indefinidamente en esas dependencias junto a los "refugiados abandonados en su soledad y en su protesta no escuchada".
"Permaneceré aquí hasta que no se devuelva la legalidad a este lugar y se apliquen las normas del derecho internacional", afirma. Chaouki, que publica varias fotos del interior del centro, denuncia que "en Lampedusa se violan los derechos fundamentales de la persona".
El mismo concluye diciendo, "Hay que encontrar una forma de garantizar tanto el cumplimiento de la legalidad como la defensa de los derechos humanos".
Inmigrantes rescatados por la Marina italiana cerca de Lampedusa, en noviembre. / Reuters |
A través de su cuenta de Facebook, el alcalde de Roma, Ignazio Marino, manifestó: "No podemos, y no queremos, acostumbrarnos a las tragedias. Al contrario, debemos implicarnos todos contra la indiferencia". Una indiferencia que quedó patente, de forma vergonzosa, hace solo unos días, cuando la televisión pública RAI2 difundió unas imágenes grabadas con un teléfono móvil por uno de los inmigrantes confinados en el centro de internamiento de Lampedusa. En ellas se veía cómo los jóvenes eran fumigados contra la sarna delante de todos, sin ningún tipo de delicadeza, todos en fila, desnudos, con los brazos en cruz.
En el centro de Ponte Galeria, 29 mujeres y 60 hombres esperan dentro de estos bloques de cemento con capacidad para 360 internos, asentado a lado de la autovía que une la capital italiana con el aeropuerto de Fiumicino, una definición a un destino hacia ninguna parte.
Hasta ahora, como otros cientos en otros centros, permanecían en el anonimato sin rostro ni nombre, ahora son conocidos pero para eso han debido coserse la boca.
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