Un grupo de jóvenes neonazis en República Checa intenta asaltar un barrio gitano. Gustav Pursche (Corbis) |
Todos los dirigentes europeos, sin excepción, han glosado esta semana los méritos de Nelson Mandela. Muchos han pronunciado frases brillantes y han asistido a los funerales del hombre que venció al odio racial y al apartheid. Pero justo en la Unión Europea, donde la crisis no termina, el paro afecta a 25 millones de personas y hay 80 millones de pobres, la xenofobia y el racismo no dejan de aumentar.
Según la Comisión Europea, los recortes en las políticas sociales, sumados al desempleo, alientan la intolerancia y la violencia contra inmigrantes y minorías étnicas. El fenómeno, además, ayuda al auge electoral de la extrema derecha.
En diferentes países del viejo continente, los movimientos ultranacionalistas y neofacistas vienen creciendo en los últimos años, llegando inclusive a ocupar posiciones en diferentes parlamentos, y con una importante posibilidad de llegar a su áuge, momentáneo, en las próximas elecciones europeas. Ascensos que no puede achacarse únicamente a la crisis económicas y las políticas neoliberales que están empobreciendo a la población (los griegos, por ejemplo, son un 40% más pobres de media de lo que eran en 2008 por culpa de los efectos de la brutal recesión y las medidas de austeridad que el Gobierno se ha visto obligado a llevar a cabo a cambio del rescate), sino también a la actitud contemplativa, e inclusive colaboradora, de determinadas organizaciones en el poder político de algunos países.
Desde las protestas y huelgas salvajes contra la contratación de trabajadores de otros países de la Unión Europea en el Reino Unido durante el año 2009, que se produjeron por casi todo el Reino Unido bajo la consigna "British jobs for British workers" ("Empleos británicos para trabajadores británicos"), la actitud agresiva del movimiento ultraderechista en Europa no ha parado de crecer, tanto a nivel físico como propagandístico.
Europa nunca fue un paraíso para los inmigrantes y las minorías étnicas. Son necesarios para el mercado laboral y para rejuvenecer a unas poblaciones con unas tasas de natalidad ridículas que sin inmigración estarían, como pasa en Rusia, perdiendo población.
Inmigrante en Atenas. |
Según un informe de la Comisión Europea contra el Racismo y la Xenofobia –un departamento del Consejo de Europa, independiente de las instituciones de la Unión Europea (UE)– los ajustes están ayudando a alimentar el racismo y la intolerancia.
El diario El País muestra en su edición de hoy algunos ejemplos claros de actitudes racistas en Europa.
"El viaje comienza en Ostrava (República Checa). Aquí, los niños gitanos son enviados a escuelas especiales. Algunos comparten aulas con alumnos discapacitados, otros van a colegios solo para gitanos. Muchos viven en barrios o pueblos separados del resto de la población y sin acceso a los mismos derechos. Un régimen de apartheid. Situaciones similares suceden en Hungría, donde el 90% de los gitanos están en el paro. En Polonia, donde muchos restaurantes no dejan entrar a romaníes. O en Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Bulgaria".
El voto a partidos de ultraderecha es consecuencia de este aumento de la intolerancia, como ocurre en Grecia, donde los sondeos dan, para las legislativas de este domingo, un porcentaje de votos suficiente para que entre en el Parlamento un partido abiertamente neonazi.
Se llama Amanecer Dorado, aboga por expulsar a todos los extranjeros y minar las fronteras y asegura que los griegos son la raza superior.
Pero no es un caso aislado del nuevo poder que está aflornado en Europa. Este auge e importancia se ha dado también en Finlandia donde el partido de extrema derecha, Verdaderos Finlandeses, se han convertido en la tercera fuerza más votada del país. Pero, además, un día más tarde de este espectacular resultado, Hungría aprobó una nueva Constitución, de corte claramente ultraconservador.
La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI), organismo dependiente del Consejo de Europa, alerta contra el aumento del odio y de los discursos racistas hacia los grupos vulnerables. En su informe anual, la Comisión llama la atención, sobre todo, de los contenidos xenófobos difundidos por internet, que aumentaron en un 12% el último año hasta 1.400.
Parte de ese voto nuevo que reciben populistas y ultraderechistas son antiguos votantes del centro izquierda, e inclusive de la propia izquierda, clase obrera, autónomos y pequeños empresarios, desencantados con los partidos tradicionales y que ven a los inmigrantes como competidores por empleos y servicios públicos cada vez más escasos.
El apartheid económico y racial y el odio al diferente comienzan a ser una seña de identidad en muchos de los 28 países de la UE. El fenómeno inquieta a algunos observadores. Según ha escrito el filósofo francés Christian Salmon, "la política está siendo devorada por la xenofobia inherente al sistema económico neoliberal".
Tratar a la ministra de Justicia francesa Christiane Taubira, nacida en la Guayana Francesa, de simio durante una manifestación contra el matrimonio homosexual a finales de octubre, o insultarla mediante un titular en la prensa ("Maligna como un mono, Taubira encuentra su banana", publicaba en portada la revista de extrema derecha gala 'Minute' el pasado noviembre) o agredir a través de las redes sociales a la ministra de Integración italiana Cecile Kyenge, originaria del Congo (Kinshasa), puede ser solo el comienzo. Si no hacemos nada, del insulto se puede pasar, con relativa facilidad, al castigo corporal, a la tortura. Por ello, es necesario recordar que no existe un racismo light ni descafeinado. Taubira tenía razón al lamentar que ninguna de las voces de los dirigentes políticos se pronunciara contra el racismo del que fue víctima. Algunos jugadores de fútbol de piel negra también han sido objeto de un profundo racismo. Cuando un jefe de Gobierno se permite hacer reír a su público acerca del aspecto bronceado de Obama, abre la veda y da la señal a aquellos que no se atrevían a expresar su racismo, para que se dejen llevar y cultiven sus ideas nauseabundas.
El racismo se alimenta de la ignorancia, del miedo al futuro y de la no comprensión de las situaciones que provocan esas olas migratorias: por eso, ganan elecciones.
La ultraderecha europea crece a través de esa situación: el líder de extrema derecha alemán, Christian Worch, anunció la fundación en Alemania de un nuevo partido neonazi denominado "Los derechos" y luchará por "la preservación de la identidad alemana" y "cero tolerancia a los extranjeros". Peligrosa situación que muchos miran indiferentes.
En Suecia la formación de Akesson ha conseguido un hueco en el Riksdag, apelando a la problemática de la inmigración. En Inglaterra, el partido ultraderechista UKIP liderado por Nigel Farage registró un progreso espectacular al pasar de 8 a 147 concejales en las elecciones municipales de 2013 . Su campaña se ha basado en el discurso anti europeísta, xenófobo y homófobo. En Francia, el candidato del Frente Nacional (FN, ultraderecha), Laurent López, de origen español, se impuso, el pasado mes de octubre, en las elecciones cantonales de Brignoles (53,9%) en el sureste de Francia, un resultado que muestra la pujanza de ese partido a medio año de las elecciones municipales y europeas. La semana pasada, una encuesta revelaba que con el 24% de los sufragios, el FN sería la fuerza más votada de las próximas elecciones.
La ultra derecha, la xenofobia, el racismo, crecen en Europa ante la mirada indiferente, o el beneplácito, de millones de personas que pueden no tener memoria histórica y se hallan olvidado de lo sucedido en el Viejo Continente la última vez que este movimiento invadía Europa.
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