MADRID 20/10/1936.- Mitin organizado por las Juventudes Socialistas
Unificadas en el cine Tetuán, bajo el título "Labor de la mujer en la
vanguardia y en la retaguardia". En el centro, Victoria Muñoz, de JSU,
posteriormente conocida como una de las "Trece Rosas". Agencia EFE |
Casi todas eran menores de edad y es que en aquella época la edad mínima era de 21 años para las mujeres. Fueron detenidas y encarceladas en la prisión madrileña de Ventas, acusadas de un delito de rebelión contra el régimen y de organizar un atentado contra Franco. Todo era falso, su único delito era militar en las juventudes socialistas.
Captura de la red Twitter. |
"Voy a morir con la cabeza alta. Sólo te pido que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor Enrique. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí, hijo. Hasta la eternidad", así se despedía Blanca Brisac Vázquez, ya en capilla, de su único hijo de once años, aquella desoladora noche del 5 de agosto de 1939. Pocas horas después, la joven madre de 29 años, la mayor de todas ellas, la única casada, era fusilada en compañía de doce de sus compañeras de la madrileña cárcel de las Ventas ante las tapias del cementerio del este.
El tribunal de las Salesas las había juzgado el día anterior. La sentencia decía: "Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.246, que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (…) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (…) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (…) a la pena de muerte". Cuarenta y ocho horas después, las trece mujeres, entre 18 y 29 años, fueron fusiladas. Eran las "13 rosas".
"Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino", amenazaba Franco, ebrio de poder, en sus discursos. Habían pasado cuatro meses desde que el dictador se había proclamado vencedor. Los tres años de la Guerra Civil habían dejado Madrid destruida. La desolación alcanzaba tanto a vencedores como a vencidos, marcados unos y otros por hondas secuelas físicas y psicológicas.
El nuevo régimen no contribuyó a aminorarlas. Bien al contrario, instauró un clima de flagrante represión. El General Franco estaba decidido a depurar la sociedad española, de forma que las redadas, detenciones y ejecuciones sumarias, fruto de la infiltración de espías, estaban a la orden del día. A las privaciones a las que se hallaba sometida la sociedad de aquella época se sumó el malestar y el resquemor generado por la presión que el régimen ejercía sobre la ciudadanía. Las delaciones eran algo corriente: vecinos, amigos e incluso familiares podían convertirse en auténticos enemigos.
En junio se habían iniciado los ajusticiamientos a mujeres, pero el de las "13 rosas" fue el más execrable de los cometidos por los vencedores. En teoría la ejecución obedecía a la punición por el asesinato de un comandante de la Guardia Civil, Isaac Gabaldón, su hija y su chófer el 27 de julio anterior. Pero las detenidas se hallaban ya en prisión en esa fecha.
Todo indicaba que los vencedores se hallaban determinados a limpiar el país de toda simiente roja y aquellas trece mujeres, elegidas al azar entre las 4.000 reclusas hacinadas en las Ventas, saciaron con su muerte las ansias de supremacía del dictador.
Ocho de ellas eran menores de edad: modistas, una pianista, una secretaria, una sastre… Sólo tres de ellas eran activistas de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), algo de lo que también se las acusaba. Las trece fueron víctimas inocentes, auténticas heroínas, de la posguerra de la cruenta Guerra Civil que asoló el país.
En nuestros oídos resuena el eco de la voz de Ana López Gallego, de 21 años, modista, militante de las JSU, secretaria de Radio Chamartín durante la contienda, detenida el 16 de mayo y conducida a la cárcel de las Ventas el 6 de junio. Se cuenta que, tras permanecer con vida después de la primera descarga, inquirió con bravura a sus ejecutores: "¿Es que a mí no me matan?", según explica el diario catalán La Vanguardia.
Así hablaba una de las trece rosas cortadas en la flor de la vida, que demostraba su gallardía hasta el último instante. Todas ellas permanecerán en nuestro recuerdo para siempre. Hasta la eternidad.
Captura de Twitter. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes dejar aquí tus opiniones e impresiones sobre una entrada concreta, sobre algún tema sobre el que te gustaría ver una nueva entrada o sobre cualquier tema del blog en general.