Nélida Sérpico con una foto de su hijo asesinado |
En Argentina, al igual que en Brasil hay un gran sentimiento de vacío respecto a la seguridad. Hace unos
meses, los lamentables episodios de linchamientos a delincuentes por
parte de ciudadanos, en ambos países, llevó a un amplio debate sobre dónde debemos trazar los
límites entre lo tolerable y lo intolerable.
El caso de Nélida Sérpico, una madre que buscó sola, durante años al asesino de su hijo es un claro ejemplo de ese sentimiento de vacío.
"Me siento contenta y feliz porque se hizo Justicia, porque yo siempre creí en la Justicia. Era la sentencia que esperaba", declaraba Nélida Sérpico para el diario argentino Clarín, con la voz quebrada tras haber llegado al final de su lucha.
El caso de Nélida Sérpico, una madre que buscó sola, durante años al asesino de su hijo es un claro ejemplo de ese sentimiento de vacío.
"Me siento contenta y feliz porque se hizo Justicia, porque yo siempre creí en la Justicia. Era la sentencia que esperaba", declaraba Nélida Sérpico para el diario argentino Clarín, con la voz quebrada tras haber llegado al final de su lucha.
Nélida, quien con un identikit del asesino, confeccionado a partir del testimonio de otro joven que estaba con su hijo el día que le dispararon, en la mano buscó durante siete años al asesino de su joven hijo de 16 años, podía celebrar finalmente tras el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de la ciudad de Buenos Aires que condenaba al asesino de Octavio Gómez a 15 años de prisión.
Cuando el hijo menor de Nélida Sérpico fue asesinado a
tiros en un vecindario de Buenos Aires en diciembre de 2005, la
devastada madre nunca perdió las esperanzas de llevar ante la justicia
al responsable.
Desilusionada con una investigación policial que
consideró ineficiente, se planteó como misión personal durante siete
años rastrear al hombre que mató a su hijo Octavio Gómez, de 16 años de
edad.Octavio y su asesino iban al mismo colegio y estuvieron involucrados en una pelea a puñetazos cuando Caimo le advirtió que se vengaría, una amenaza que nadie tomó en serio.
El adolescente recibió un balazo en la espalda mientras se bajaba de un autobús en el distrito de Bajo Flores y murió poco después, pero sólo la persistencia de su madre pudo asegurar su arresto.
"Se hizo justicia", dice Sérpico, quien irónicamente comparte el mismo apellido del famoso detective neoyorquino Frank Serpico, cuya lucha solitaria contra la corrupción se relata en la película, del mismo nombre, protagonizada por Al Pacino.
"Nada traerá de vuelta a mi hijo", comentó a la BBC en una emotiva entrevista. "Era un chico tan bueno, tan buena gente", añade la misma para la cadena británica.
"Anoche tuve un sueño en el que mi hijo me dijo que me quedara tranquila, que se iba a ir tranquilo, que sea la mamá que fui siempre", reveló Nélida absolutamente conmovida por la decisión del TOC N°1. "Logramos lo que queríamos lograr con la fiscal (Mónica Cuñarro), por eso nos abrazamos", agregó para la prensa argentina.
La vendedora de 57 años esbozó su propio plan, no sólo para encontrar al asesino de su hijo, sino para entregarlo a la policía.
Comenzó una doble vida, poniéndose en riesgo al caminar en la villa miseria donde sabía que vivía Facundo Caimo. Sérpico tenía el presentimiento de que iba a poder hacer lo que no habían logrado los policías que investigaban el hecho.
Nélida Sérpico no se equivocó. Un mediodía de otoño descubrió al acusado cerca de la escena del crimen. Pocos minutos después, la Gendarmería Nacional lograba atraparlo.
Cambió el color de su cabello de castaño a negro, incluso se rompió un diente y modificó su estilo de vestir a ropa más simple para encajar en su barrio, en el que habita un alto número de criminales.
"Siempre he creído en Dios y en la justicia y sigo creyendo. Pero cuando vi que la policía no estaba haciendo nada, decidí actuar" dijo Nélida. Para añadir, "Caminé mucho por esas calles abandonadas y peligrosas, pero lo principal para mí era encontrarlo".
"Sólo le pedí a Dios y a mi hijo Octavio que me hicieran invisible y no llamar la atención, para que no me descubrieran", concluye Sérpico, tras contar que caminó con el número de expediente de su hijo escrito en una mano, los teléfonos de la policía en la otra, y una impresión artística del criminal,
"hasta que el 5 de abril lo vi de lejos", indica.
"Le pregunté a una mujer si sabía su nombre y me lo dijo. Era él, sin duda. Ni siquiera hoy en día puedo pronunciar su nombre", comenta la madre del joven asesinado.
Incluso entonces, cuando llamó a la estación de policía, le pidieron que llamara más tarde.
"Cuando me dijeron eso, pensé que sería preferible llamar a la policía militar. Les avisé que el asesino de mi hijo estaba libre y les di el número del caso", dice. Y añade, "Llegaron (refiriéndose a la policía militar) rápidamente y él trató de escapar, pero fue capturado". Para decir a continuación que, "les indiqué cómo hacer el cerrojo para evitar que escapara por los pasillos del barrio".
Con voz temblorosa, señala que le sorprendió la "frialdad" del asesino de su hijo, que nunca pidió perdón.
"Sólo me vio en el tribunal y levanté una foto de mi hijo para decirle: 'esta es la imagen que llevarás contigo para siempre, cargarás con esta responsibilidad por el resto de tu vida'", relata.
Mónica Cuñarro, la fiscal del caso, comenta que Sérpico siguió su peligrosa rutina caminando por el barrio del asesino de su hijo desde 2006 y continuando varios años.
Por las noches llegaba a casa a darle de comer a su marido y después regresaba a la misma rutina al día siguiente.
No le habló a nadie de su plan.
"Ahora mis familiares, mis amigos y mis hijos me preguntan cómo tuve el valor. Pero si le hubiera contado a alguien, habrían tratado de detenerme y yo no quería rendirme", agrega.
"Nélida es una heroína", afirma Cuñarro. "Incluso siendo una mujer común y corriente, nunca dejó de creer en la justicia, nunca pensó en tomar la ley en sus propias manos y jamás se rindió".
Facundo Caimo fue sentenciado el pasado 6 de agosto por el homicidio de Octavio Gómez, cometido el 22 de diciembre de 2005, a 15 años de prisión.
Pero lo emocionante de esta historia, es la lucha de Nélida, quien recorrió, en la ciudad Buenos Aires, el barrio Rivadavia I y la villa miseria, zona caracterizada por una densa proliferación de viviendas precarias, 1-11-14, en el Bajo Flores, disfrazada y con el pelo teñido de otro color para que nadie pudiera reconocerla en busca del asesino de su hijo. Fueron siete años de lucha hasta que lo encontró, hizo la denuncia y el sospechoso fue detenido por Gendarmería. "Ahora mi hijo descansa en paz", cerró.
Cuando la Justicia sólo se mueve por la fuerza de los individuos, como en el caso de Nélida, ya sea los que no tienen una participación institucional formal, como Sérpico, o los que sí la tienen, como Cuñarro, indica claramente que las cosas no están funcionando bien, y nos muestra el vacío del Estado.
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