En el mundo hay una serie de lugares que atraen particularmente a los suicidas. Como el bosque de Aokigahara, bajo el monte Fuji, donde aparecen anualmente decenas de cuerpos de suicidas de jóvenes: sólo en 2002 se recogieron 78 cadáveres o el hermoso acantilado The Gap (Australia).
Los puentes también son muy atractivos para los suicidas, hasta el punto de que el Golden Gate dispone de teléfonos de asistencia psicológica en el mismo puente, para que el potencial suicida opte por hablar con alguien antes de tirarse, o el puente Humber en Inglaterra, con más de 200 suicidas en las tres últimas décadas.
Sin embargo el caso de Suiza es bien diferente.
Según un estudio publicado por un equipo de investigadores de la Universidad de Zúrich en Journal of Medical Ethics, un total de 611 residentes de 31 países diferentes fueron ayudados a morir en Suiza entre 2008 y 2012. En concreto, 268 alemanes, 126 británicos, 66 franceses, 44 italianos, 21 estadounidenses, 14 austriacos, 12 canadienses, 8 españoles, otros tantos israelíes, más un número linferior de otras nacionalidades.
Las bases de datos del Instituto de Medicina Legal de este cantón constata que el número de personas que recibió asistencia para suicidarse en el país helvético se duplicó de los 86 casos de 2009 a los 172 de 2012.
"A final de este periodo la tendencia no se rompe, pero los datos de 2013 y 2014, así como los de los propios suizos, forman parte una investigación en curso", adelanta a Sinc Julian Mausbach, uno de los autores, quien explica el trasfondo médico y legal que está detrás de este denominado turismo de suicidio.
"El código penal suizo señala que toda persona que por motivos egoístas incite o ayude a otra a cometer suicidio o intentar hacerlo será castigada (si esa otra persona a partir de ahí se suicida o lo intenta) con una pena privativa de libertad de hasta cinco años o monetaria", explica Mausbach. Para añadir "aunque existen unas condiciones para el suicidio asistido –como enfermedad terminal, pronóstico sin esperanza o dolor insoportable– fijadas por las organizaciones de derecho a morir".
En Suiza hay seis organizaciones de este tipo, de las cuales cuatro permiten a los extranjeros utilizar sus servicios. De los 611 casos registrados, prácticamente todos lo hicieron en Dignitas, cuyas tasas para el suicidio asistido oscilan entre 9.000 y 10.500 francos suizos (entre 7.500 y 8.600 euros aproximadamente).
Según el estudio, casi la mitad de las personas que viajaron para morir a Suiza –principalmente al cantón de Zúrich– tenían enfermedades neurológicas, como parálisis, problemas de la neurona motora, Párkinson o esclerosis múltiple. El resto padecía enfermedades reumáticas, cáncer, afecciones cardiovasculares graves u otras patologías. Alrededor de uno de cada tres sufría más de una enfermedad.
Captura de la web de El País. |
Respecto al género de los fallecidos, más de la mitad (58,5%) fueron mujeres, y la edad de estos particulares turistas oscilaba entre los 23 y 97 años, con un promedio de 69, cuando acabaron con su vida. Prácticamente todas las muertes fueron causadas por tomar pentobarbital de sodio, un fármaco de la familia de los barbitúricos.
Sólo cuatro personas lo hicieron inhalando helio, un método que aunque al principio se consideró que inducía una muerte dulce, al final fue descrito como "insoportable" hace unos años. Posiblemente fue el responsable de la caída en el número de turistas suicidas a Suiza de los 123 de 2008 a los 86 de 2009, aunque desde entonces no han dejado de crecer.
Mausbach prefiere no pronunciarse a la hora de aconsejar, ni a las personas que se les pase por la cabeza esta idea, ni a los políticos y legisladores encargados de regular este tema complejo. "Sin comentarios", subraya, en la línea de sus compañeros del estudio, con el que solo pretenden sacar a la luz los datos y fomentar un debate serio sobre un asunto tan personal y delicado.
En 2011 los ciudadanos suizos rechazaron en un referéndum la prohibición del suicidio asistido en Suiza, así como la exigencia de un año de residencia en el país para los llamados "turistas suicidas". Así lo decidió alrededor del 80 por ciento de los votantes que acudió a sendos referendos locales el domingo 15 de mayo de ese año, según proyecciones referidas por la agencia de noticias suiza SDA.
El Gobierno, así como los grandes partidos suizos, desde los nacionalistas
de derecha de la Unión Democrática del Centro (UDC) hasta Los Verdes, e
incluso la Iglesia Evangélica Reformada de Zúrich se niegan igualmente a
tales prohibiciones. Personas muy ancianas y muy enfermas tendrían que
tener derecho a determinar sobre el fin de sus vidas, coinciden las
formaciones políticas.
Las iniciativas fueron propuestas por el Partido Popular Evangélico
(EVP) y la igualmente cristiana Unión Federal Democrática (EDU), que
consideran al "suicidio asistido" como una amenaza para los valores
cristianos de la sociedad suiza. Las organizaciones advertían contra la
presión para quitarse la vida a la que podrían verse sometidas personas
mayores o necesitadas de cuidados especiales.
Suiza permite la práctica desde 1941, siempre que involucre a una
persona que no sea médico y no tenga interés personal (por "motivos
egoístas") en la muerte del otro.
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