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domingo, 10 de agosto de 2014

Turquía, Erdogan pretende convertirse en el "primer sultán" de la nueva Turquía

Erdogan (AP)
Recep Tayyip Erdogan.
Recep Tayyip Erdogan, que de joven fue vendedor ambulante, se ha convertido en el más poderoso líder de la Turquía moderna, una figura providencial para sus partidarios pero encarnación de la creciente polarización del país para sus detractores.
El carismático primer ministro islamista, de 60 años y desde hace once en el poder, busca en las elecciones presidenciales de este domingo convertirse en el más longevo dirigente de la República fundada en 1923 por Mustafa Kemal Ataturk sobre las ruinas del Imperio Otomano.
Los turcos están pasando por las urnas este domingo para elegir, por elección directa, por primera vez en la historia, a quien será el futuro presidente del país.
La disputa es entre tres candidatos, incluido el actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan. Si ninguno de los candidatos obtuviese más del 50% de los votos, un segundo turno se realizará el próximo 24 de agosto. Sin embargo, el primer ministro aspira a hacerse con la Presidencia ya en la primera vuelta
Tras dirigir Turquía de forma incontestable en los últimos 12 años, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan sueña ahora con seguir en el poder como jefe del Estado con un nuevo sistema presidencial diseñado a su medida. El líder islamista es hoy el gran favorito para convertirse en el primer presidente del país eurasiático elegido por voto popular directo, una legitimidad en las urnas con la que pretende cambiar el sistema político turco.
En los últimos meses muchos se han preguntado por qué un político con un poder inédito en Turquía en la historia reciente quiera ser presidente, un puesto de gran prestigio pero más bien ceremonial.
El propio Erdogan no tardó en responder: su Presidencia no sería simbólica, sino que usaría todo el poder que le confiere el cargo, que incluye ser el comandante en jefe del Ejército, y además, ampliaría sus funciones.
No ha ocultado su deseo de dirigir el país al menos hasta 2023, cuando se conmemora el centenario de la fundación de la República laica, y con Turquía, prometió, dentro del club de las diez mayores economías del planeta.
Para lograr ese objetivo desea cambiar el sistema parlamentario de Turquía por uno de tipo presidencial o semipresidencial, en el que "quienes toman decisiones puedan actuar con más rapidez y trabajar de forma más cómoda".
Turquía celebra elecciones parlamentarias el próximo año y Erdogan espera que su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) logre suficientes escaños para cambiar la Constitución.
El veterano historiador Ekmeleddin Ihsanoglu, de 70 años, y el activista kurdo Selahattin Demirtas, de 41 años, competirán por llegar a la segunda vuelta, en caso de haberla.
Las encuestas han situado a Erdogan como claro favorito, con apoyos por encima del 40% -las encuestas del propio AKP le dan entre un 52 y 56% en la primer vuelta-. A pesar de esos datos, su figura es muy polarizadora: o se le admira o se le aborrece.
Las propuestas de mayor calado en la campaña electoral han sido sobre la propia naturaleza de la Presidencia, que el actual primer ministro promete modificar para ampliar sus poderes, mientras sus rivales prometen mantenerla como está en la actualidad.
El corresponsal de la BBC en Ankara, Mark Lowen, dijo que Erdogan es una figura que ha dividido el país, adorado por sus partidarios por transformar la economía, pero odiado por sus críticos por su estilo de enfrentamiento con sus opositores y sus tendencias islámicas.
En su último mitin en la ciudad de Konya, el sábado, Erdogan prometió desarrollar los principios democráticos y la economía de Turquía para crear "un líder mundial y una potencia global".
"No existe ningún sueño intangible u objeto intangible para esta nación", dijo ante sus seguidores.
Mientras una mitad de la población lo alaba por las mejoras económicas en Turquía, la otra mitad de la población, y sobre todo sus críticos, lo acusan de "autoritarismo", de albergar excesivas ansias de poder, y de querer imponer su particular agenda islamista y conservadora a todo el país.
Turquía celebra elecciones parlamentarias el próximo año y Erdogan espera que su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) logre suficientes escaños para cambiar la Constitución.
La popularidad de Erdogan se debe, en gran parte, a la mejora económica del país, especialmente en los primeros cinco años de su mandato, hasta principios de 2008.
En ese periodo se superó una recesión y Turquía creció por encima del 6 por ciento anual, mientras que la inflación bajó desde más del 50 por ciento a cifras de un dígito.
Al calor del éxito económico ha ascendido una clase de "nuevos ricos" en Turquía: empresarios muy conservadores en lo moral y liberales en lo económico, conocidos como los "tigres" de Anatolia.
Con su ayuda se ha construido un poder mediático incondicionalmente leal al primer ministro.
Otra fuente de popularidad han sido los faraónicos proyectos de obras públicas, que han mejorado las infraestructuras del país.
Políticamente, en esos primeros años de su Gobierno se hicieron reformas para acercar el país a la Unión Europea y se acabó con la interferencia del Ejército en la política civil, lo que le reportó elogios incluso entre los sectores laicos de la sociedad turca.
Sin embargo, en los últimos años las críticas contra Erdogan han aumentado por su forma poco dialogante de gobernar, gracias a su persistente mayoría absoluta en el Parlamento, y a las acusaciones de corrupción que pesan sobre él y su círculo más cercano.
Erdogan se ha convertido así en una figura muy polarizadora, apoyado aún por la mitad de la sociedad, especialmente por los más conservadores, mientras que gran parte de las clases medias urbanas y laicas no le soportan.
La oleada de protestas del verano de 2013 y una investigación de corrupción que hizo dimitir a cuatro de sus ministros en diciembre pasado, así como las grabaciones que le implicaban en el caso, no han hecho sino aumentar esa división.
La respuesta del Gobierno a esas acusaciones ha sido reasignar o destituir a miles de policías y fiscales, a los que se acusa de cercanía con el líder islamista Fethullah Gülen, un antiguo aliado de Erdogan que vive en EEUU.
A pesar de afrontar la mayor crisis de Gobierno desde que está en el poder, el partido de Erdogan logró más del 45 por ciento en las elecciones locales del pasado marzo.
El primer ministro también copa los medios de comunicación, hasta el punto de que, el mes pasado, el candidato Selahattin Demirtas interpuso una denuncia contra la radiotelevisión pública turca TRT por la falta de ecuanimidad en su cobertura de la campaña electoral: mientras esta entidad había dedicado 533 minutos a Erdogan, Ekmeleddin Ihsanoglu apenas recibió algo más de 3 minutos, y Demirtas, 54 segundos de atención.
Unos 53 millones de personas están hoy convocadas a las urnas, en la primera ocasión en que los ciudadanos eligen directamente al presidente de la República, que hasta ahora era escogido por el Parlamento.

Balota electoral en Turquía
Hay tres candidatos a la presidencia.

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