Una mujer siria y su hijo, tras un bombardeo en Alepo. / MOHAMMED AL-KHATIEB (AFP) |
"El conflictivo panorama planetario da la razón a Sigmund Freud cuando aseguraba que "la violencia, individual o colectiva, que acompaña a la condición humana desde el origen de los tiempos, puede ser limitada, relativamente controlada, legalmente regulada e incluso castigada, pero nunca exterminada". Hoy no hay grandes conflictos armados internacionales pero, por el contrario, la paz brilla por su ausencia en muchos lugares sumidos en interminables conflictos intraestatales. Y esto define tanto a los desarrollados en los Estados frágiles como a los que afectan a sociedades donde formalmente no existe una guerra, pero donde la violencia anónima y diaria es ya un rasgo genético", publica hoy el diario El País.
Cuando estalla una guerra, detrás vienen invariablemente el sufrimiento y el dolor. Los conflictos son terreno abonado para violaciones en masa de derechos humanos tales como homicidios ilegítimos, tortura, desplazamiento forzado, violaciones y hambre.
En conflictos de todo el mundo, los gobiernos y los grupos armados atacan a civiles sistemáticamente y cometen crímenes de guerra y terribles abusos contra los derechos humanos.
La historia nos ha enseñado que la violencia considerada negativa si deviene en derrota, puede ser mayoritariamente percibida como virtuosa si el resultado es la victoria.
A pesar de la "paz" que se vive en los países considerados como democráticos, y como consecuencia de que los líderes de esos países son los principales violadores de los derechos humanos de sus ciudadanos, vivimos en un mundo en el que las brechas de desigualdad no hacen más que aumentar y, además, somos corresponsables del malestar e inseguridad de muchos de nuestros semejantes.
A pesar de que avanzamos como civilización (o eso es lo que dicen) y se supone que cada vez debería haber menos guerras, no es eso lo que reflejan los datos estadísticos.

No existe ninguna guerra continental, pero cada vez son más abundantes las ciudades sudamericanas o centroamericanas que encabezan la clasificación de los lugares más violentos del planeta. Esta violencia anónima es el resultado, en primer lugar, de la enorme, y cada vez mayor, desigualdad reinante, eso a pesar de los indudables éxitos de crecimiento económico de algunos países, que excluye a una gran parte de la población de los beneficios de un sistema económico que únicamente beneficia a unos pocos.
A eso debemos incorporar la fuerza económica y "militar" de unos grupos (mafias, cárteles, bandas) que desafían a las fuerzas del Estado intentando imponer su dominio, para no perder su poderío económico, y que disponen de los medios suficientes para comprar policías, politícos, y una gran mayoría de voluntades.
Cuando observamos el mundo árabe podemos ver que la situación conflictiva no es muy diferente, desde la abominable y, legalizada, Guerra de Siria, con sus más de 6 millones de desplazados, hasta la insurgencia de Egipto que ya ha dejado más de 1.000 muertos, desde el golpe de Estado que derrocó a Mursi, debido a la actitud represora del Estado, hasta los conflictos internos en Afganistán, Pakistán o Irak, con su interminable goteo de muertos debido a la violencia sectaria, o el interminable conflicto entre Israel y Palestina.
En Asia, Myanmar donde la violencia generalizada entre comunidades en el estado de Rakhine, dirigida en particular contra la minoría musulmana rohingya, está arrojando diversas dudas sobre el proceso de reforma, o Bangladesh donde las tensiones políticas están generando una escalada de conflictos, son mechas encendidas que en cualquier momento puede detonar.
¿Cómo será el 2014?. Desafortunadamente sin grandes diferencias dada la inexistencia de voluntad política, y económica, de frenar la irracionalidad humana.
Imagen de un atentado en el Líbano. |
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