Linda Grabouska y su hija Jasmina muestran una bolsa con monedas de euro letonas. AFP. |
Hace un año, en plena crisis de la credibilidad del euro, el presidente del país báltico, Andris Berzins, explicaba a sus compatriotas que no tenía otra alternativa que adoptar la moneda común porque a ello se había comprometido en el momento de entrar en la Unión Europea, en 2004.
A partir de hoy Letonia dice adiós al lats y abraza el euro. Renuncia así a uno de sus símbolos más queridos de soberanía nacional, a cambio de incorporarse a una moneda única que no vive sus mejores momentos, resquebrajada por las tensiones que dificultan el avance hacia una auténtica unión monetaria.
El Gobierno de Letonia pidió oficialmente en marzo a la Comisión Europea (CE) su adhesión al euro este 1 de enero, para convertirse en el decimoctavo país de la zona euro pese a la crisis, que afecta especialmente a los países del sur de Europa.
La incorporación no se espera que suponga grandes cambios, ni para el país báltico (que mantenía ligada al euro su moneda, el lat, desde 2005) ni para la zona euro (que con dos millones de letones pasa a sumar 332 millones de habitantes).
Letonia ha conseguido recuperarse de la crisis que vivió en 2008, y que le obligó a pedir asistencia financiera a la UE y al Fondo Monetario Internacional (FMI), y ahora tiene la mayor tasa de crecimiento de la UE, además cumple todos los criterios de Maastricht, algo de lo que no pueden presumir muchos de los actuales miembros de la eurozona.
De 2004 a 2007, la economía letona crecía vertiginosamente como un 'tigre del Báltico'. Este crecimiento, sin pilares sólidos, desembocó en una burbuja financiera e inmobiliaria que al estallar provocó una contracción del 24% del PIB en tres años -de 2007 a 2009-, la mayor caída registrada en el mundo, según el economista Vincenç Navarro.
"Al integrarnos en Europa firmamos que era nuestra obligación integrarnos también en el euro. No tenemos otra opción. Estamos atados al euro", comentó Berzins en una entrevista para la cadena de televisión letona LNT. Ante el escaso respaldo popular a la adopción del euro -en septiembre de 2012 sólo el 13% DE los letones apoyaban la introducción de la moneda única- el Gobierno se negó a someter la decisión a referéndum, tal y como exigía la oposición.
Berzins ha declarado que, como todos los letones, lamenta la desaparición del lat, pero ha recalcado que el euro representa "un escalón más hacia la libertad".
Desde que se inició la crisis financiera, Letonia destruyó un 20% del empleo, pero el porcentaje es aún peor si se mira la destrucción por tipos de puestos de trabajo. A principios de 2012, Letonia había perdido cerca de un 30% de los empleos a tiempo completo.
La elevada destrucción de los mejores puestos de trabajo creó un gran problema económico pero no generó descontento social porque los letones ya habían vivido una crisis peor con el desplome de la extinta Unión Soviética.
A diferencia de los estonios, que apoyaron abrumadoramente la adopción de la divisa común y hacían colas en los bancos para comprar euromonederos, los letones se muestran más indiferentes hacia su nueva moneda.
Panorámica de Riga, la capital letona. (Reuters) |
Ante las reticencias de la entrada en el euro de sus habitantes el Gobierno de Letonia lanzó una potente campaña en favor de la adopción de esta moneda y de las bondades que suponía su la misma para el país, con una población de poco más de dos millones de habitantes, y consiguió en cierta medida revertir los ánimos de los letones.
Si bien la mayoría de los letones se mostraba preocupada por el abandono de la moneda nacional, el lat, para comienzos de diciembre pasado el 53% respaldaba la unión monetaria, de acuerdo con la oficina de estadística comunitaria, Eurostat. Los primeros síntomas de recuperación en la eurozona también han ayudado, al parecer, a moderar el escepticismo de los letones.
Este 2014 también empieza con una Grecia que será la encargada de asumir la presidencia de turno de la UE. El primer ministro heleno, el conservador Andonis Samarás, ha sostenido que será
"la presidencia de la esperanza" y su Gobierno ha fijado en cuatro los objetivos de Atenas para estos seis meses: la unión bancaria, la política de inmigración, la lucha contra el desempleo juvenil y la política marítima.
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