Los rolezinhos ("paseítos"), como llaman los adolescentes de la periferia a los encuentros masivos convocados por las redes sociales en shopping centers, irrumpieron con fuerza el último mes. Desde entonces, miles de jóvenes de vacaciones inundaron, en grandes grupos, centros comerciales de los alrededores de São Paulo, lo que despertó miedo entre los clientes y una reacción exagerada de la policía y de la justicia, ahora acusada de discriminadora. Después de todo, se trata en su mayoría de adolescentes de clase media baja, muchos de ellos provenientes de favelas.
Los "rolezinhos" parecen ser un fenómeno, que va tomando fuerza cada final de semana, que los shoppings y la policía quieren erradicar, especialmente antes del Mundial que comienza en junio. Por su parte, a la presidenta, Rousseff, el crecimiento de estas concentraciones le preocupa tanto como la brutal represión con la que se intenta frenarlos.
El rolezinho está monopolizando el debate mediático, social y político brasileño, y generando dos grandes incógnitas para los próximos meses. La primera sería saber si detrás de este tipo de protesta se esconde un fenómeno similar al que, el pasado mes de junio, significó las mayores manifestaciones registradas en el país desde hacía décadas. La segunda incógnita sería confirmar si esa posible explosión social estalla, en los próximos fines de semana, como algunos vaticinan.
São Paulo. Protestas ciudadanas contra la ilegalización de los "rolezinhos". AFP/Nelson Almeida. |
Desde entonces, la prensa registró otros seis "rolezinhos", en distintas grandes superficies. La policía define estos movimientos como "tumultos" y ante los cuales ha desplegado sus fuerzas de choque que no han dudado en atacar con bombas de dispersión y balas de goma a los convocados.
Participantes de los 'rolezinhos' son detenidos por la policía en un centro comercial en São Paulo. Folha de São Paulo. |
Al expandirse las convocatorias –hay al menos diez previstas para este mes de enero- un juez paulista prohibió que se lleven a cabo estos encuentros juveniles y amenazó con multas de 10.000 reales (más de 4.000 dólares) a quienes no cumplan su decisión.
Sin embargo buena parte de la población, que observó a través de la televisión como un segundo "rolezinho" en Metrô Itaquera, fue reprimido duramente por la policía, afirma que la discriminación es obvia y que se está viviendo un "apartheid" brasileño.
Para Joo Setter Whitaker, urbanista de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Sao Paulo, los "rolezinhos" han puesto en evidencia la falta de planes de inclusión urbana para los habitantes de los grupos periféricos de la ciudad, donde "los centros comerciales comienzan a surgir en barrios más populares que carecen de otras cosas".
Los intelectuales brasileños acusan al estímulo de la sociedad de consumo y la imposibilidad de adquirir algunos bienes, tanto como al racismo institucionalizado de los sectores comerciales dominantes, por el fenómeno que otros interpretan no como espontáneo, sino como organizado por grupos opositores para hacer perder popularidad al gobierno.
Por lo general los adolescentes ingresan en masa a los
centros de compras y una vez allí ocupan restaurantes, se besan en
público de forma provocativa, corean cánticos y, en ocasiones, aunque no
es lo habitual, perpetran algún hurto menor.
También la Justicia emitió una medida cautelar que permite
restringirles el ingreso en masa y multar a los jóvenes pobres, lo que
fue defendido, igual que la represión, por la Asociación de Shoppings
Centers. "En la periferia hay carencia de equipamientos y muchas veces los jóvenes tienen que conseguir a través de otras estrategias crear un espacio para poderse encontrar", explicó a Efe el profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Sao Paulo, Heitor Frúgoli Júnior.
Las actitudes de la policía y de las administraciones de los centros comerciales fueron consideradas una forma de apartheid social y racismo por escritores como Paulo Lins, autor de la novela "La Ciudad de Dios", también llevada al cine, que vivió 30 años en una favela.
La ministra de Igualdad Racial, Luiza Bairros (PT), afirmó hace unos en una columna editorial que "las manifestaciones son pacíficas" y que los problemas son derivados de "la reacción de personas blancas que frecuentan esos lugares y se asustan con la presencia de los jóvenes".
Los "rolezinhos" son totalmente diferentes a los conocidos "arrastões", en los que decenas de jóvenes descienden de las favelas de Río de Janeiro y asaltan a la población y a los turistas en las playas de Copacabana o Ipanema, como ocurrió hace dos semanas durante los festejos de Año Nuevo en la ciudad carioca, o anteriormente en el mes de noviembre.
Los "rolezinhos" son encuentros, pacíficos, de jóvenes marginados en shoppings de clase media y alta, que reclaman más participación e integración social.
Los "rolezinhos" son una práctica mediante la cual "los jóvenes pobres quieren más participación, ciudadanía, pero no lo hacen a través de los partidos ni dentro de reglas institucionalizadas", afirmó ayer la antropóloga brasileña Silvia Borelli, de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo.
"Estamos viendo formas de movilización diferentes en las que se combinan la cultura, el consumo, el placer y nuevas formas de hacer política", agregó.
Desde la derecha no faltan voces alarmistas que advierten del potencial riesgo de vandalismo que se esconde detrás del "rolezinho". En este sentido, la derecha mediática, que ya intentó desacreditar las protestas del mes de junio del año pasado criticando la supuesta violencia y radicalización de muchos de sus protagonistas, no ha dudado en destacar que el nuevo fenómeno podría dar nueva vida, y vigor, a la actuación de grupos como el Black Bloc, que vienen siendo estigmatizados en los últimos meses.
Están previstos encuentros similares en las próximas semanas en diversas ciudades brasileñas como Rio de Janeiro, São Paulo, Brasilia, Recife, Natal, Florianópolis, Bello Horizonte o Porto Alegre.
Imagen capturada de la web El muerto. |
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