Michelle Bachelet. Reuters. |
Michelle Bachelet, una de las víctimas de la dictadura del general Augusto Pinochet, arrestada y torturada durante el régimen y cuyo padre, un general de la Fuerza Aérea, fue hecho prisionero, torturado y murió en una cárcel controlada por los militares, vuelve a gobernar los destinos de Chile cuatro años después de entregarle el mando a Sebastián Piñera.
El conservador Sebastián Piñera deja en sus manos una nación que lleva cuatro años creciendo a un ritmo del 5,5%, un punto por delante de la media de América Latina. Bachelet hereda "una economía sana, una democracia estable y una ciudadanía empoderada y consciente de sus derechos", como ella misma reconoció el día de su victoria. Pero hereda también uno de los países más desiguales del continente, un país donde la educación de calidad es algo inconcebible para cualquier familia humilde.
Bachelet llegó a la presidencia con la promesa firme de erradicar la desigualdad y ya ha anunciado cincuenta medidas urgentes para los tres próximos meses. Enfrente le espera una sociedad tan expectante como exigente; una sociedad que ha forzado, antes de que asuman el poder, el cese de cuatro personas designadas para su Gobierno.
Bachelet recibirá la cinta presidencial de manos de Isabel Allende, hija del derrocado presidente Salvador Allende (1970-1973) y primera mujer que preside el Senado en el país.
Esta vez vuelve a ponerse a las riendas del país con tres importantes desafíos: La reforma educativa y tributaria, así como una nueva Constitución que reemplace la carta magna diseñada bajo el gobierno militar de Augusto Pinochet.
No serán reformas fáciles. Pese a que Bachelet obtuvo el 62% de los votos y cuenta con mayoría simple entre los diputados y en el Senado, la mandataria requerirá de pactos diferentes para alcanzar los quórums necesarios para las reformas que debe impulsar durante su mandato.
Porque fue el combustible del malestar chileno y el motor de las demandas en las calles, la socialista, pediatra de profesión, deberá dar la madre de sus batallas en educación. Y, en consecuencia, como necesita ingresos permanentes para alcanzar la educación "gratuita y de calidad" prometida, durante su campaña, la reforma tributaria deberá ser su prioridad.
Su mandato se inicia con varias bajas: Claudia Peirano, la que iba a ser subsecretaria de Educación, fue la primera obligada a retirarse tras convertirse en blanco del movimiento estudiantil después de que se declarase en contra de la educación universal gratuita y ser dueña de una consultora que asesora a colegios subvencionados. El que iba a ser viceministro de Agricultura, Hugo Lara, se convirtió en la segunda baja. Dimitió al estar implicado en un delito económico. Casi al mismo tiempo renunciaba el futuro subsecretario de Bienes Nacionales, Miguel Moreno, quien fue multado por "ofensa al pudor", en 2011, tras tocal el glúteo a una mujer en el metro. Finalmente, hace solo cuatro días, Bachelet tuvo que dejar que se marchara su futura viceministra de Defensa, Carolina Echeverría. Varias organizaciones de derechos humanos acusaron a su padre, Víctor Echeverría, oficial de Ejército retirado, de haber sido torturador durante la dictadura de Pinochet. Echevarría condenó el golpe "sin reservas", pero declaró en una entrevista que ama a su padre y que cree en la justicia.
La candidata de la
Nueva Mayoría, una nueva concertación de organizaciones políticas que
incluyó al Partico Comunista, es madre soltera de tres hijos. Antes de
llegar por primera vez a la presidencia fue ministra de Salud y de
Defensa en un país que hasta 1990 era de corte conservador.
El Chile que recibe Bachelet no es
el mismo Chile que la recibió el 11 de marzo de 2006. La nación
sudamericana parece estar experimentando una desaceleración económica y ciudadanos cada
vez más conscientes de sus derechos, quienes desde el primer día le
exigirán que cumpla su ambicioso plan de gobierno, se lee en un análisis, sobre el nuevo mandato, de la agencia EFE.
La reforma educativa de Bachelet propone reposicionar la educación
pública, garantizar la calidad y avanzar "decididamente hacia la
gratuidad". Plantea también el fin al lucro en todo el sistema
educativo.
La reforma reemplaza así el sistema vigente, que otorga un rol importante al mercado y los privados en la educación. Pero ese cambio radical en los planteamientos de la educación chilena, requiere un mayor gasto público -de entre el 1,5 y 2% del PIB nacional- y, en consecuencia, la necesidad de un aumento en los ingresos permanentes, lo que da uno de los mayores argumentos para la reforma tributaria propuesta por el nuevo gobierno.
La discusión de la reforma impositiva aparece cuando las cifras de actividad económica de inicios del 2014 han sido decepcionantes y el Banco Central proyecta una desaceleración económica en Chile, por efecto de la economía internacional.
Bachelet cuenta con los votos suficientes para
una reforma tributaria, pero requerirá otros apoyos en el parlamento
para una reforma educativa y muchos más para avanzar en cualquier cambio
relativo a la Constitución.
La Nueva Mayoría de Bachelet obtuvo en las legislativas del 17 de noviembre 68 diputados (sobre un total de 120) y 21 senadores (sobre 38). Un resultado suficiente para afrontar algunas de las reformas prometidas, aunque no para otras más profundas en las que necesitará del apoyo de la derecha.
En cualquier caso su actual posición le permitirá generar las reformas para superar las carencias de un modelo de consumo y crecimiento del que millones de personas se sienten excluidas.
Frente a la posición de la nueva Presidenta se erigen aquellos que, en la oposición política pero también en el interior de los partidos que la apoyan, no consideran posible o deseable hacer cambios dramáticos a un sistema bajo el cual Chile aumentó el acceso a la educación, mantuvo el crecimiento económico y reconstruyó su democracia, aunque no le alcance a una gran mayoría de la población.
La reforma reemplaza así el sistema vigente, que otorga un rol importante al mercado y los privados en la educación. Pero ese cambio radical en los planteamientos de la educación chilena, requiere un mayor gasto público -de entre el 1,5 y 2% del PIB nacional- y, en consecuencia, la necesidad de un aumento en los ingresos permanentes, lo que da uno de los mayores argumentos para la reforma tributaria propuesta por el nuevo gobierno.
La discusión de la reforma impositiva aparece cuando las cifras de actividad económica de inicios del 2014 han sido decepcionantes y el Banco Central proyecta una desaceleración económica en Chile, por efecto de la economía internacional.
Una mujer ondea una bandera chilena con el rostro de Bachelet. EFE. |
La Nueva Mayoría de Bachelet obtuvo en las legislativas del 17 de noviembre 68 diputados (sobre un total de 120) y 21 senadores (sobre 38). Un resultado suficiente para afrontar algunas de las reformas prometidas, aunque no para otras más profundas en las que necesitará del apoyo de la derecha.
En cualquier caso su actual posición le permitirá generar las reformas para superar las carencias de un modelo de consumo y crecimiento del que millones de personas se sienten excluidas.
Frente a la posición de la nueva Presidenta se erigen aquellos que, en la oposición política pero también en el interior de los partidos que la apoyan, no consideran posible o deseable hacer cambios dramáticos a un sistema bajo el cual Chile aumentó el acceso a la educación, mantuvo el crecimiento económico y reconstruyó su democracia, aunque no le alcance a una gran mayoría de la población.
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