Policía custodia un alijo de drogas tras su descubrimmiento. CEDOC. |
La violencia ligada al narcotráfico se ha cobrado 73 víctimas en la ciudad sólo en lo que va de año y la cifra aumentará en medio de enfrentamientos entre bandas que compiten por el control de un negocio que genera anualmente unos 2.000 millones de pesos (unos 250 millones de dólares) en Rosario, en la provincia de Santa Fe, es una ciudad situada a unos 300 kilómetros al noroeste de Buenos Aires.
Argentina, un país que invierte más en el fútbol que en el combate al tráfico de drogas, en general y Rosario en particular están viviendo en los últimos años demasiadas situaciones relacionadas con el narcotráfico que parecían exclusivas de México, Brasil o Colombia.
Sofisticadas bandas de narcotraficantes, decenas de muertos por ajustes de cuenta, toneladas de drogas decomisadas y amenazas a políticos y jueces, ese es el trágico cóctel rosarino.
En enero murió una niña de cinco años que jugaba en la calle cuando se produjo un tiroteo entre bandas, esta semana enterraron a una joven de quince a la que también alcanzó una bala perdida... Cada mañana trae una sorpresa que cada vez sorprende menos. "Hace un mes mataron a un alumno mío en la puerta de la casa porque se enfrentó a los muchachos que vendían droga en el búnker", explicaba un maestro que solicita el anonimato por miedo a las represalias.
En agosto, del año pasado, una chica de 19 años, que tenía un hijo de dos, fue quemada en un descampado de Rosario. Estuvo treinta días internada antes de morir. Se pensó que había sido víctima de la violencia de género. Después se supo que trabajaba encerrada en un "búnker", que vendía droga para una banda de narcotráfico, y que otra banda enemiga la roció con nafta y la prendió fuego.
Las víctimas de la "guerra" que se libra en las calles de Rosario tienen, en su mayoría, entre 15 y 35 años, y el "modus operandi" de las bandas se repite: jóvenes armados asesinan a quemarropa en plena calle.
Un "bunker" (punto de venta de droga) en Rosario. Foto: La Nación / Marcelo Manera. |
El soldadito tiene menos de 16 años. Vende droga en una especie de garita a la que llaman búnker. La puerta es muy baja y a veces el chiquillo entra gateando. Un adulto lo encierra desde afuera con varios candados. Así quedan a buen recaudo el niño, el dinero y la droga. El "vendedor" solo tiene contacto con el "cliente" a través de alguna pequeña abertura en una pared.
En septiembre, un chico fue asesinado de dos tiros y apareció carbonizado en el barrio de Santa Lucía. Era un "soldadito" de catorce años. En los últimos meses, más de 60 menores aparecieron muertos en Rosario por crímenes generados por la venta de droga, según el diario argentino Clarín.
El año pasado el socialdemócrata Antonio Bonfatti, estaba en su casa viendo la televisión cuando comenzaron a sonar unos disparos. De las 14 balas que impactaron contra la vivienda, tres entraron en la habitación donde él se encontraba. El juez que investigaba el episodio arrestó a varios policías. La relación entre altos oficiales de las fuerzas de seguridad y la banda de Los Monos había dejado de ser una mera conjetura.
La investigación del crimen de uno de sus jefes, Claudio "Pájaro" Cantero, el pasado mayo, destapó la envergadura de un negocio que el diario Clarín cifra en 100.000 pesos (unos 10.000 dólares) de ganancias netas diarias.
La policía decomisó autos de lujo y lanchas utilizados para el traslado de la droga, se allanaron mansiones y fincas, una de ella con caballeriza y caballos pura sangre que han competido en los mejores hipódromos argentinos, habitaciones con jacuzzi y una piscina en forma de ratón Mickey.
La banda amplió su actividad con una pequeña flota de taxis y, según medios locales, se interesó también por el fútbol.
Hugo Godoy explicaba para el periódico El País, "“¿Sabés lo que es un fusil ruso de asalto?”, continúa Godoy. “Yo lo había visto sólo en las películas. El sábado vienen a recoger las ganancias que hizo el búnker en la noche del viernes. Llegan en un auto y se bajan con el fusil ruso al hombro, sin esconderse de nadie. La policía no hace nada. Al contrario, todos los policías se matan por trabajar en la Brigada de Drogas Peligrosas, porque es ahí donde pueden ganar más dinero”".
Mientras los narcos ofrecen a los niños la fuerza del grupo, el arma y el estatus, el Estado cada vez parece más lejano. Juan Monteverde, miembro de la formación izquierdista Giros, explica: "La respuesta del Gobierno provincial no puede ser más demagógica. De vez en cuando avisa a los medios y derriba algún búnker. Pero no hay nada más fácil que construir un búnker dos días después. El Estado ha ido abandonando las políticas sociales en los barrios mientras los narcos les ofrecen una identidad a los pibes".
El narcotráfico avanza en algunos puntos de la Argentina, y Rosario parece ser la ciudad más comprometida con el flagelo. A tal punto que en las últimas horas se descubrió que narcos planeaban matar al juez Carlos Vienna y al fiscal Guillermo Camporini. Conspiraban para asesinarlo miembros de las bandas del narcotráfico, policías retirados de sus cargos por corrupción y policías en activo.
Según los expertos, hasta ahora el narcotráfico en el país no necesitaba armas, porque no era perseguido ni por las fuerzas policiales ni por la Justicia federal.
Sin embargo, los grupos tienen un gran poder económico que les permite pagar el dinero suficiente para actuar con tranquilidad al amparo de socios con una elevada influencia en el plano político, social y judicial, algo que se ve reflejado en el constante recambio de las cúpulas policiales vinculadas con el narcotráfico.
"Rosario, que la están empezando a llamar "La Medellín argentina", es la ciudad donde el poder de los narcos creció más vertiginosamente, y esto lo ves en la calle donde los rosarinos comienzan a convivir con los crímenes por sicarios", dijo en su programa del Canal 13, "Periodismo Para Todos", el periodista argentino Jorge Lanata.
En ese sentido se presentó a Rosario como una ciudad "tomada" por el narcotráfico. Se mostró a jóvenes y adultos que buscan comprar droga y a padres lamentando la muerte de sus hijos y contando que las bandas pelean a plena luz del día por "el dominio del territorio y los muertos quedan tirados en las calles".
Rosario es una de las dos ciudades argentinas –la otra es Córdoba- donde fueron detenidos el año pasado el jefe de la policía y el jefe de la sección anti drogas, acusados de encubrir y proteger a los narcotraficantes. En un juicio contra la banda de los Monos 10 de los 36 imputados son agentes provinciales.
Existen, al menos, unas 1.500 pistas clandestinas de aterrizaje en la zona norte de Argentina por la que ingresan aeronaves procedentes de Perú, Bolivia, Paraguay y Colombia vinculada al tráfico de drogas internacional.
Solo en Rosario existen entre 800 y 1.000 puntos de venta de drogas en manos de las diferentes bandas que luchan por el control de los mismos.
Según Naciones Unidas y el departamento de Estado de Estados Unidos, Argentina ocupa en la actualidad el primer puesto en consumo de cocaína de todo América y el tercero de marihuana.
Nada parece poder detener la guerra entre narcos que se pelean por controlar una actividad ilegal que moviliza al menos 365.000.000 de pesos por año (más de 45 millones de dólares) y que en 2013 dejó cerca de 200 muertos, según el diario argentino La Nación.
Este negocio millonario también involucra a la policía. Se especula con que uniformados corruptos perciben más cinco millones de pesos mensuales por coimas (sobornos).
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