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domingo, 31 de marzo de 2013

USA, David Ranta, un inocente liberado tras 23 años de cárcel

Los errores judiciales pueden definirse como equivocaciones, voluntarias o involuntarias, de las que son responsables funcionarios públicos de toda la estructura del poder judicial, desde la policía hasta los jueces, y de manera subsidiaria el Estado. El error judicial se comete al momento de aplicar erróneamente la ley y por lo general consiste en establecer culpa mediante subjetividades o manipulaciones policiales y judiciales que lamentablemente, prevalecen sobre las pruebas o, como dice el propio sistema, demostrar la culpabilidad más allá de toda duda razonable.
El error judicial trata sobre un fallo de aplicación en materia de derecho que perjudica social y psicológicamente a víctimas inocentes y sus familiares.
El error judicial se nutre de una serie de vicios circulares tendientes a fortalecer prejuicios con el fin último de restarle credibilidad y por tanto, posibilidad de defensa justa al acusado. En otras palabras, el proceso en si mismo viola derechos constitucionales y humanos básicos, porque parte desde la culpabilidad (sin sentencia) y el resto del desarrollo no es más que un acto protocolar en el que se aprovechan una serie de instancias para comprobar hipótesis preestablecidas. Ver definición de error judicial.
Ese error lo ha sufrido durante 23 años, el tiempo que pasó en la cárcel, un ciudadano neoyorquino.
David Ranta fue condenado en 1991 por la muerte de Chaskel Werzberger, un prominente rabino judío ortodoxo sobreviviente del holocausto, para robarle su coche, tras un fallido intento de robo a un portador de diamentes en febrero de 1990. Uno de los más notorios asesinatos de la ciudad de Nueva York, en ese año, según afirmaba The New York Times. Por este delito fue condenado a 37 años de prisión en 1991. Ranta se declaró siempre inocente de esas acusaciones.
David y sus familiares pasaron años intentando demostrar su inocencia sin éxito ninguno hasta pocos días atrás.
El día 21 de marzo fue escoltado por guardias hasta una sala del tribunal de justicia. Se presentó con sus manos sujetas con esposas y unidas por una cadena a un cinturón de cuero marrón alrededor de su cintura.
Pero ese día su estancia en el tribunal fue corta y significó el alivio, el júbilo tras años de sufrimiento.
La jueza Miriam Cyrulnik escuchó breves declaraciones del abogado de la defensa, Pierre Sussman, y de Charles J. Hynes, el fiscal de distrito de Brooklyn, luego fijó sus ojos en el señor Ranta, un hombre de estatura modesta, de cabello fino y canoso, y que en aquel momento mostraba en su rostro la mueca de una sonrisa incierta, y, según publica el NYT, le dijo en voz baja: "Decir que lo siento por lo que has soportado sería una subestimación y groseramente inadecuado, pero lo digo de todos modos". Con los ojos llorosos y enrojecidos añadió en seguida, "Señor, usted es un hombre libre".
Una investigación interna realizada por la oficina del fiscal de Brooklyn descubrió una prueba que no había sido examinada durante el juicio en 1991. Esa prueba ayudó a determinar la inocencia de Ranta.
El caso se había ido desintegrando en los últimos años, cuando diversos testigos se retractaron de sus testimonios, y, al mismo tiempo, se tuvo conocimiento que detectives de la policía, responsables del caso, habían entrenado a un testigo y roto muchas reglas.
"Después de una investigación exhaustiva, la oficina del fiscal concluyó que las pruebas por las que Ranta había sido condenado ya no eran válidas y que ninguno de los elementos que quedan permitirían acusar a Ranta si hubiera un nuevo proceso", declaró el fiscal Charles Hynes.
Tras ser puesto en libertad, David Ranta, actualmente con 58 años, se declaró conmovido ante los periodistas. "Como dije siempre y desde el principio no tengo nada que ver con este asunto", dijo. "Estoy emocionado y abrumado", añadió en medio de los abrazos y llantos de familiares y amigos que lo acompañaban en ese momento.
Cuando Ranta fue detenido tenía un pequeño historial de antecedentes por consumo de drogas y pequeños robos. Pero la manipulación de pruebas, la contaminación del proceso y la actuación parcial del principal detective del caso, Louis Scarcella, que rompió imnúmeras reglas en el proceso, inclusive se habla de que hubo promesas de liberación a dos delincuentes a cambio de incriminar a Ranta, mantuvieron a un inocente privado de libertad, y de una vida normal, durante 23 años.
David declaró a los medios que le aguardaban a la puerta del juzgado "Entré en prisión con 30 y pocos años, tenía hijos perqueños y una madre que aún estaba viva. Han destrozado mi vida".
Según el diario The New York Times, un hombre muerto en accidente de tráfico cuando era perseguido por la policía en abril de 1990, cocainómano y habituado a los atracos, podría haber sido el verdadero asesino.
David Ranta salió del juzgado cargando, sobre su hombro, una pequeña mochila púrpura donde guardaba todas sus pertenencias.
En su segundo día en libertad sufrió un infarto del que todavía se recupera.

david_ranta

David Ranta instantes después de ser decretada su libertad por la jueza.
 En memoria de mi amada tía Esperanza fallecida esta madrugada.

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