De acuerdo estas cifras facilitadas por las fuerzas de seguridad, también han sido capturados 51 menores de edad y un total de 16 sospechosos fueron abatidos -y otros 8 heridos- en alguno de los 36 enfrentamientos registrados entre los delincuentes y la Policía en los últimos 15 días, antes de la entrada del Ejército.
De la misma forma, en las redadas llevadas a cabo en esta fase del operativo, las fuerzas de seguridad han decomisado más de 1,5 toneladas de marihuana, unos 30 kilos de cocaína y otros cinco de 'crack'. Asimismo, han hallado diez fusiles, 63 pistolas, 19 revólveres, dos pistolas y 24 granadas.
Al filo del amanecer, cerca de 3.000 militares brasileños de la Marina y el Ejército tomaron el control del complejo de favelas de Maré, el último gran bastión del narcotráfico en Río de Janeiro, que ya fue ocupado por la policía militarizada sin resistencia en la madrugada del pasado domingo.
Cuando apenas pasaban unos minutos de las cinco de la mañana, hora local, los soldados y fusileros navales se apostaron en los principales accesos a Maré escoltados por tanques y blindados de la Marina.
Los soldados han entrado en el complejo entre tímidos aplausos de algunos vecinos y la pasividad de la inmensa mayoría que caminaba entre militares y vehículos blindados sin prestar gran atención.
Tanques del Ejército controlan el Complexo da Maré ante la mirada de sus moradores. |
Enclavado entre vías estratégicas de la sede olímpica (la autopista que conecta el aeropuerto internacional Antonio Carlos Jobim con la capital y la transitada Avenida Brasil) era el fortín más inexpugnable de los traficantes de drogas cariocas en los últimos años. El territorio se lo repartían las tres principales facciones del narcotráfico (Comando Vermelho (CV), Terceiro Comando y Amigos dos Amigos (ADA)) y grupos de milicianos, convirtiéndolo en un auténtico emporio del crimen donde diariamente se facturaban cientos de miles de reales con la venta de drogas y donde el lenguaje de las armas, la extorsión y la acción policial, muchas veces, indiscriminada habían limitado cualquier libertad individual del vecindario local.
Esta operación tiene como objetivo reforzar la seguridad de la ciudad, ante el gran evento de la Copa del Mundo, y durará, la ocupación, hasta el próximo 31 de julio cuando, posiblemente, todo vuelva a ser como antes.
Los militares gozarán de derecho para detenciones, cacheos y registro de casas, lo cual ha suscitado las críticas de diversas ONG's, entre ellas Amnistía Internacional, que considera que tal medida puede provocar violaciones de los derechos de las personas y abusos policiales.
La toma del Complexo da Maré se enmarca en el operativo que las autoridades cariocas lanzaron hace semanas para recuperar las favelas de la zona norte. "Los últimos 40 años estaban olvidadas por el poder público, no podíamos tolerar que siguiera así", comentó el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral.
Durante los días previos a la ocupación un elevado numero de narcotraficantes abandonó el conocido bastión para buscar refugio en otras favelas más periféricas, como ya ha venido sucediendo con otras favelas, supuestamente, "pacificadas", y ahora mantienen en las mismas cierto control territorial.
Esta es la gran contradicción de la estrategia de pacificación: las ocupaciones se anuncian días antes en todos los medios de comunicación para llevarlas a cabo sin posibilidad de combate, y ello implica renunciar al factor sorpresa, crucial si se pretende capturar a aquellos que controlan las favelas.
La política de pacificación renunció hace años al enfrentamiento armado con los delincuentes, cosechando éxitos aparentes, pues la violencia en Rio de Janeiro continúa siendo muy elevada, pero también agravando el problema del narcotráfico en áreas que antes gozaban de relativa paz.
Esa atención en las áreas turísticas es una de las críticas vertidas por los escépticos, si bien la mayoría de habitantes de las favelas prefieren la ocupación por parte de los agentes del estado al poder del narcotráfico, que dicta aún hoy las normas en gran parte de las regiones más pobres de la ciudad (como en otros puntos del país), tradicionalmente abandonadas por el Estado. Otros críticos lamentan que la llegada de servicios públicos a las comunidades, en Rio de Janeiro como en otros estados del país, es mucho más lenta, o casi inexistente, en comparación a la de fuerzas de seguridad del Estado. El aumento de los precios, la especulación inmobiliaria y la llegada de la regularización de agua, gas, internet o televisión (obligando a pagar servicios que con el narcotráfico eran casi gratuitos) son algunos problemas de naturaleza económica que tienen que afrontar los residentes más humildes de las comunidades y de otras zonas periféricas.
Aunque el secretario de Seguridad Pública de Río de Janeiro, José Mariano Beltrame, asegura que la toma de Maré dejará un "legado" a la ciudad ya que "no se trata de algo exclusivo para Copa del Mundo o los Juegos Olímpicos, sino para la población. Vamos a devolverle este territorio a quien lo merece y es su dueño, que es la población", una gran parte de los residentes en la ciudad se muestran escépticos con los resultados finales de estas acciones.
Menos de dos semanas después de ser ocupada por la policía y pocos días después de la llegada de las Fuerzas Armadas, el Complexo da Maré, en Rio de Janeiro, vive bajo mucho miedo y desconfianza.
Hay carros blindados, jeeps y militares armados con fusiles por todas partes. Aunque la intención sea tocar la vida normalmente, el clima en la comunidad es de guerra y las dudas sobre el futuro solo vuelven la tensión todavía más palpable.
Relatos de violencia de los narcotraficantes que permanecen en la zona, así como de abusos y excesos por parte de policías y militares, en los registros de las casas, empiezan a salir a la luz conforme pasan los días de ocupación y los vecinos pierden parte del miedo que les atenaza para hablar con la prensa.
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