El derrumbe de Rana Plaza de abril de 2013 que dejó más de 1.100 muertos. | REUTERS. |
Coincidiendo con el primer aniversario de la catastrofe millares de personas se manifestaron en las calles de Daca, Bangladesh, para expresar su indignación pues pocas cosas han cambiado, y solicitan un incremento de las ayudas a las víctimas de la que fuera la peor catástrofe industrial del país.
"Queremos una indemnización" o "muerte a los culpables", fueron las consignas mas gritadas por los manifestantes mientras se dirigían hacia las ruinas de la fábrica en la zona de Savar. Entre ellos se encontraban heridos en el siniestro y parientes de los obreros muertos que portaban coronas de flores.
Por primera vez desde el suceso, ha sido posible acceder a la zona. Algunos de los supervivientes se lanzaron al suelo entre sollozos, mientras que otros rezaban y guardaban puñados de tierra.
Los manifestantes, entre los que se encontraban algunos sobrevivientes del desastre, bloquearon una de las calles principales de la ciudad y reclamaron la pena de muerte para el propietario de la fábrica del complejo Rana Plaza.
Un grupo de personas ayuda en las labores de rescate tras el colapso del edificio. EFE. |
"Quiero el cuerpo de mi hija. Así tendría un pequeño consuelo", declaró sollozando Minu Begum, mostrando la foto de su hija Sumi, quien trabajaba en uno de los talleres.
Mientras tanto, las empresas textiles en Occidente de las que era proveedora esta fábrica, aunque exista una cierta presión para pagar compensaciones a las víctimas y a sus familias, se mantienen reacias a pagar cualquier tipo de indemnización.
Hasta el momento, las compañías han contribuido al fondo de compensación con US$15 millones, cuando el monto total del mismo se había fijado en US$40 millones.
La ONG suiza Declaración de Berna denunció este jueves que más de la mitad de las firmas que se comprometieron a pagar indemnizaciones a las víctimas aún no lo han hecho.
"Un año después del derrumbe demasiadas víctimas y sus familias están en serio riesgo de destitución", afirmó en un comunicado el director adjunto de Human Rights Watch en Asia, Phil Robertson.
Muchos de los supervivientes sufren heridas permanentes y traumas psicológicos y algunas de ellos no pueden alimentar a sus familias o enviar a sus hijos al colegio, de acuerdo con la organización estadounidense, que ha entrevistado a víctimas del desastre.
Por primera vez se permitió el acceso a la zona donde estaba la edificación (EFE). |
Hicieron falta más de 1.130 muertos y 2.500 heridos para que el mundo se fijase en las condiciones de trabajo de las costureras de Bangladesh, que tejen ropa para marcas occidentales, aunque para la gran mayoría de la población occidental la indiferencia respecto a las mismas continúa siendo total. Desde entonces algunos cambios han mejorado el día a día de los trabajadores, en su mayoría mujeres, aunque sus demandas están todavía lejos de cumplirse: sus condiciones de trabajo continúan siendo infrahumanas y sus salarios ridículos. El pasado diciembre el gobierno cedió y aumentó el salario mínimo un 77%. Ahora es de 0,25 euros la hora, 49,5 euros al mes (68 dólares). Sigue siendo el más bajo del mundo, por debajo del de Camboya.
"El aumento está muy lejos de lo que se necesita para pagar los gastos básicos de una familia; las marcas deben pagar precios más altos a las fábricas y comprometerse a un salario digno", reclama Liana Foxvog, del Foro Internacional de Derechos Laborales (ILRF, en inglés).
Los trabajadores del textil bangladesís cuentan que las amenazas de los propietarios de las fábricas siguen presentes. Ante la subida de sueldo su margen de beneficio se ha reducido, por lo que aumentan la productividad, de modo que las 8 horas de jornada laboral se convierten en 12 a base de horas extra y fines de semana en el trabajo.
"Es muy difícil decir que todo ha cambiado. Ha mejorado algo, sí. Creo que en los próximos cinco años la situación mejorará más", afirma Roy Ramesh, secretario general de Federación de Sindicatos Internacional IndustriALL en Bangladesh.
Reshma permaneció 17 días enterrada bajo los escombros del Rana Plaza. Sobrevivió racionando las galletas y el agua embotellada que pudo conservar con ella. Los equipos de rescate la sacaron deshidratada y bajo los efectos de un fuerte estrés e insomnio. Un año después, no ha superado el trauma psicológico y es incapaz de dormir en la oscuridad.
"Las luces siempre están encendidas. Cuando se apagan siento pánico. Es como si aún estuviera allí", confiesa, y pide un castigo para los culpables: "Los dueños tienen que ser castigados. Mucha gente ha muerto por su culpa. Quiero verles ejecutados, pero eso no ha sucedido aún. Reclamo un castigo duro para ellos".
ONG's y sindicatos han recordado la conmemoración del suceso y han denunciado la actitud de las 29 empresas implicadas, entre las que figuran la española Mango y la italiana Benetton, sospechosas de haber subcontratado la producción en algún momento a talleres situados en el Rana Plaza.
"Es la segunda vez que las marcas abandonan a los obreros", declara Ineke Zeldenrust en un comunicado de la organización Campaña Ropa Limpia, y añade: "Nunca se han preocupado de la seguridad de los talleres que les surtían, y ahora abandonan a los supervivientes y a las familias de aquellos que perdieron a sus seres queridos".
El hundimiento del Rana Plaza tuvo lugar el 24 de abril de 2013. Mató a 1.138 obreros y dejó heridos a más de 2000. La catástrofe sacó a la luz pública, algo ya conocido pero que no había alcanzado un efecto mediático: las nefastas condiciones de seguridad en las que vivían los trabajadores de los talleres textiles, así como las miserables condiciones laborales de los mismos.
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