Marta Abarra, 18 años, miembro del club de las chicas sin mutilar Rosa M. Bosch |
El Banco Mundial, la Agencia de Cooperación Italiana y otros donantes, unieron sus fuerzas con el fin de implementar el Proyecto de iniciativas para el desarrollo de la mujer etíope (WDIP, por sus siglas en inglés) que ofrece oportunidades económicas y sociales a las mujeres de ingresos bajos.
Abarra, la joven de 18 años que aparece en la foto, podría ser uno de los símbolos del progreso en Etiopía. No es doctora, ni abogada ni ingeniera. Es la propietaria de una diminuta cafetería en el sur del país. Una modesta emprendedora que ha superado las barreras de la desigualdad y que junto con un puñado de mujeres valientes forma parte del Uncut Girls Club, un grupo de chicas que se han negado a que les practiquen la ablación del clítoris y encima lo han hecho público. Esta brutal tradición alcanza al 70% de las mujeres etíopes, según los últimos datos disponibles, del 2011, citados por ONU Mujer. La ONG Oxfam Intermón (OI), especializada en agua y saneamiento, introduce en sus proyectos el componente de género, promueve la igualdad, la formación de las mujeres y la sensibilización para abolir las agresiones contra el sexo femenino: de las bodas forzadas a la ablación.
Etiopía es uno de los países a los que OI destinará parte de los fondos recaudados en la carrera solidaria Trailwalker. Una periodista del periódico catalán La Vanguardia viajó hasta ese país para conocer en el terreno el trabajo realizado por OI y otras oenegés locales para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Hoy se publica el primer capítulo de la serie “La mujer da la cara”, centrada en las iniciativas emprendidas, en las regiones de SNNPR y Oromía, para fomentar el acceso al agua potable, mejorar las prácticas agrarias y la comercialización de la producción e incentivar la creación de grupos de ahorro y crédito y de cooperativas para empoderar a la mujer. También se abordan las estrategias para erradicar la mutilación genital femenina (MGF) y los raptos.
Guixé remarca que sólo la mitad de la población dispone de agua potable y que 67 millones de personas no tienen acceso a un saneamiento adecuado (W.C., letrinas...). Todo ellos provoca que "más de 33.000 niños mueran cada año por diarreas".
"En todos los programas, OI intenta incorporar la perspectiva de género, lo que nos permite asegurar que los proyectos benefician por igual a hombres y mujeres, a niños y niñas, y que ellas tendrán pleno acceso y control sobre los recursos y los beneficios que aporten a las comunidades", apunta Imma Guixé, directora de OI en Etiopía. La misma subraya que todavía "existen barreras culturales, religiosas y de otros tipos, especialmente en el mundo rural, donde vive el 85% de la población, que limitan el progreso equitativo de la mujer. Una de las cuestiones más preocupantes es la MGF, prácticamente erradicada en los centros urbanos como Addis Abeba, pero muy extendida y aceptada en las zonas rurales". Como en la aldea de Site, en Woleyta, donde Belinesh, de 20 años, relata el ritual al que las someten cuando son niñas: "De madrugada, cuatro mujeres te llevan debajo de un árbol, te cogen por la espalda, te sujetan las piernas y la encargada de hacerlo te corta con una cuchilla. Después te ponen en la herida queroseno para frenar la hemorragia y mantequilla que actúa como barrera protectora". Cuenta que la mujer que les practica la MGF cobra 40 birrs, menos de dos euros, por la operación.
Uno de los retos es ofrecer trabajos alternativos a este colectivo que durante generaciones se ha ganado la vida mutilando a niñas y adolescentes. El Gobierno las está reciclando para que tengan un futuro laboral en campos como la asistencia a partos.
¿Qué persigue la MGF? “El objetivo es que la mujer no sea sexualmente activa, es un asunto de género, el hombre quiere dominar, someter, controlar a su pareja. No hay ninguna explicación religiosa, ni en la Biblia ni en el Corán”, apunta Yelfigne Abegaz, de ONU Mujeres en Addis Abeba. Esta agencia de Naciones Unidas trabaja con gobernantes, policía y escuelas para que la MGF y otros tipos de violencia contra la mujer pasen a la historia.
Abegaz subraya que otro de los retos es promover las inscripciones de los nacimientos para poder hacer cumplir la ley que elevó en el 2001 la edad mínima para casarse de los 15 a los 18 años. "No se sabe la edad de muchas personas pues no hay certificados de su nacimiento. Aún así ha mejorado la situación, antes se casaban a los 9, ahora a los 15..., aunque la ley dice que debe ser a partir de los 18", reflexiona Abegaz.
El Código Penal del 2005 considera delito diferentes tipos de violencia de género. Para el caso de la MGF fija penas de prisión de un mínimo de tres meses o multas a partir de 500 birrs (20 euros). Para rapto, violación o forzar a una menor o casarse las condenas superan los 15 años. El 17% de las mujeres etíopes contestaron en una encuesta, citada por ONU Mujer, que su primera experiencia sexual fue una violación.
Yolanda Iriarte, consultora de ONU Mujer en Etiopía, hace notar que son las propias mujeres las que toleran la violencia machista. Una estadística oficial indica que el 68% de las etíopes "consideran que ser golpeadas está justificado bajo algunas circunstancias" frente al 45% de los hombres.
"Es una prioridad el trabajo con el sexo femenino, especialmente en las zonas pastoralistas y rurales, ya que consideramos que son las poblaciones que están expuestas a una mayor vulnerabilidad”, añade Guixé. OI lamenta que “la contribución de la mujer etíope al desarrollo, pese a ser sustancial, continúa siendo invisible para las autoridades y la sociedad. Un ejemplo claro lo tenemos en el ámbito agrícola: ellas producen el 80% de los alimentos destinados al consumo doméstico o a los mercados locales pero la gran mayoría no son propietarias de la tierra".
Grupo de mujeres de Eggu, Kombolcha. Foto: Action Aid |
Aberu se mantuvo en silencio, considerando la humillación social que acarreaba su decisión en la tabia de Menkere, y empezó a mentir cuando le preguntaban dónde había mutilado a su hija: "incluso les dije a algunos que fue en el centro de salud". Mintió con la esperanza de que las mujeres acudieran allí y fueran informadas como lo fue ella. Salvó también a su segunda hija de la MGF, pero no fue capaz de reconocer públicamente que ninguna de sus hijas se había sometido a la práctica hasta hace relativamente poco: "solía pensar que mi responsabilidad era sólo para con mis hijas, pero ahora me siento responsable de otras niñas de mi comunidad". Hoy, reta e intenta persuadir a cualquiera que intente practicar la mutilación citando la ley y advirtiéndole de que está cometiendo un crimen.
El papel de la mujer etíope está cambiando, algunas ya son emprendedoras como Mekia Endris. Foto: Petterik Wiggers / Panos / Action Aid. |
Sin embargo la tradición, y la presión social tienen mucha fuerza todavía.
Belinesh, una joven con su bebé en brazos, escucha las expectativas de sus vecinas. Interviene en un coloquio sobre la ablación para expresar que todavía tiene grabado en su mente ese doloroso mes de convalecencia que pasó tras ser mutilada con una cuchilla de afeitar. Pero, acto seguido, hace una sorprendente afirmación: "Mi bisabuela, mi abuela, mi madre y yo hemos pasado por esto. ¡Todas! La cultura dominante dice que si no somos mutiladas, somos mujeres sucias, y nos marginan. Me temo que también tendré que cortar a mi hija".
La pequeña Senayit, de ocho años, confiesa que tiene miedo, teme que llegue el momento del "corte". "En la escuela, los maestros nos explican que no está bien pero en el pueblo dicen que sí y la gente insulta a las que no quieren ser mutiladas", comenta la niña. Pero ella, como todas las niñas de su comunidad son sometidas a una fuerte presión y al dilema de tener que juzgar a sus padres por forzarlas a pasar por esta dura experiencia que les deja secuelas de por vida.
Son varias las ONGs, a nivel internacional, que mantienen una actividad permanente en el país no solo para ayudar a avanzar en la lucha de sus libertades y derechos a las mujeres, como para poner fin a esta práctica que mutila a la mujer desde niña.
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