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martes, 12 de marzo de 2013

El alcalde de Nueva York pierde su batalla contra la obesidad

Los habitantes de Nueva York se enfrentaban, a partir de mañana, a la prohibición de comprar los refrescos gigantes, envases superiores a las 16 onzas (cerca de medio litro).
La medida había sido aprobada por la Junta de Salud de Nueva York, el día 14 de septiembre de 2012, a propuesta del alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, el cual tenía como objetivo luchar contra el incremento de la obesidad en los Estados Unidos, prohibiendo la venta de refrescos y bebidas azucaradas de gran tamaño en restaurantes, cines, estadios deportivos, tiendas, y cualquier otro establecimiento, excepto los supermercados.
Sandro Galea, uno de los nueve miembros presentes en la votación de la Junta de Salud de Nueva York, declaró en su momento "Las pruebas dejan muy claro que las bebidas azucaradas están contribuyendo a una epidemia de obesidad ".
Bloomberg es un activista contra la obesidad, y el mismo día que se aprobó su plan comento a través de su cuenta en Twitter  "la obesidad es la segunda principal causa de mortalidad que puede ser prevenida en esta ciudad, después del tabaco, y cada año más de 5.000 neoyorquinos fallecen a causa del sobrepeso".
El diario digital The New York Observer informa que Bloomberg realizó ayer por la noche una "breve pero emotiva rueda de prensa" donde defendió, tras el veto judicial a la misma, la prohibición de esos productos alegando que los mismos ocasionan más de 5.000 muertes al año en Nueva York y más de 70.000 en todos los Estados Unidos. Posteriormente añadió "Es una realidad, es (la obesidad) un problema en todo el mundo. Es igual de grave en el extranjero como aquí". Dirigiéndose a uno de los periodistas que cubrían la rueda de prensa dijo "Tengo que defender a mis hijos, y tú, y todos los demás y hacer lo correcto para salvar vidas".
Para Bloomberg, el bloqueo a sus medidas antiobesidad, es un revés en su trayectoria política, especialmente cuando ha hecho de la salud la bandera de su gobierno.
El juez Milton Tingling ha argumentado, para bloquear la prohibición, que la misma afectaría a la venta de bebidas con altos niveles de azúcar y de más de 16 onzas (0,464 litros) en los establecimientos regulados por el Departamento de Salud de la ciudad, y que se trataba de una medida caprichosa.
"Es arbitraria y caprichosa porque la ley no se aplica por igual a todos los establecimientos de la ciudad y además excluye otro tipo de bebidas que tienen concentraciones de azúcar significativamente más altas", indicó el magistrado en su fallo, en el que asegura que la norma también viola el principio de separación de poderes.
La demanda judicial, contra la aplicación de la norma, estuvo encabezada por los distribuidores y fabricantes de refrescos.
La medida, que provocó una importante controversia en la Gran Manzana, según datos publicados, a mediados del año pasado, por The New York Times se encontraba con una oposición del 60% de la población de la ciudad. A pesar de eso el alcalde de Nueva York ha anunciado que apelará inmediatamente la decisión judicial, afirmando "creemos que la decisión del juez fue claramente un error, y creemos que vamos a ganar en la apelación".
Según publica hoy The New York Times, "las cafeterías y restaurantes por toda la ciudad ya habían comenzado una nueva edición de menús, reciclaje de los trabajadores y alertado a los clientes respecto a los cambios que se avecinaban en el tipo de bebidas que podían y no podían comprar. Dunkin 'Donuts, por ejemplo, le dijo a sus empleados que a partir de hoy no podían añadir azúcar a los cafés grandes".
Por su parte The Washington Post escribía hoy, según manifestaciones recibidas desde la Asociación Americanas de Bebidas "La decisión del juez da tranquilidad a los neoyorquinos y a miles de pequeños negocios que hubieran sido duramente golpeados por esta prohibición". 
A falta de unos meses para que Bloomberg concluya su tercer y último mandato, los neoyorquinos buscaban hoy la opinión de algunos de sus posibles sucesores, como la demócrata Christine Quinn, que ha expresado siempre su oposición al veto, o el defensor del Pueblo, Bill De Blasio, que apoyaba la cruzada del alcalde.
Para muchos, esta era una medida estética y nada eficaz en la lucha contra el problema de la obesidad, pues la prohibición no abarcaba a las grandes superficies y cadenas, sobre las que las autoridades locales no tienen jurisdicción, y sólo ocasionaría grandes perjuicios a los pequeños negocios.
Al menos por ahora, los pequeños comerciantes respiran tranquilos, pues ya temían que una parte de sus ventas se redireccionasen hacia aquellos que no se verían afectados por la normativa bloqueada.
El problema de la obesidad es un problema cada vez más grave, pero que debe combatirse desde la infancia, por los padres y en los colegios, intentando generar una cultura nutricionista de hábitos saludables.

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