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viernes, 3 de mayo de 2013

Guatemala, habla una víctima del dictador Efrain Ríos Montt

A Edwin Canil se le quiebra la voz cuando relata cómo un día soldados del ejército guatemalteco acabaron con la vida de muchos de sus familiares durante el gobierno de facto del general Efraín Ríos Montt en 1982.
"Estábamos sentados, con mi mamá y mis tías y mis primos, esperando a mi papá, que había salido a ver dónde estaba el ejército; en ese momento, de manera indiscriminada, sin preguntar por qué estábamos ahí, [los soldados] apuntaron sus armas y empezaron a disparar a todos los que estábamos ahí", recuerda.
"De esa masacre únicamente sobreviví yo", le dice a BBC Mundo entre sollozos.
Canil es uno de los abogados encargados de convocar y llevar al estrado a los testigos del genocidio y los crímenes de lesa humanidad por los que es acusado Ríos Montt, gobernante de Guatemala entre 1982 y 1983, el periodo más sangriento de la guerra civil de 36 años que dejó alrededor de 200.000 muertos o desaparecidos entre 1960 y 1996.
La defensa de Ríos Montt alega que las acciones del ejército durante aquel periodo no eran del conocimiento del general, que llegó a la presidencia por un golpe de Estado.
Pero Canil -y las decenas de víctimas que han dado testimonio en el juicio que se reabrió el jueves- cree otra cosa.
Sus dramáticos recuerdos infantiles -tenía seis años- le ayudan a reforzar sus argumentos.
Una tarde de febrero de 1982 Canil recuerda haber escuchado explosiones en la entrada de su aldea.
"Unas personas que ya habían escapado de una masacre pasaron avisando que no hay que confiar en el ejército porque venía arrasando pueblos. Nosotros, con esa advertencia, al escuchar las explosiones, nos fuimos de la aldea (…) Cuando llegó el ejército a la aldea no encontró a nadie porque todos habíamos evacuado (…) Al día siguiente el ejército quemó todas las viviendas, todas las chozas".

El juicio a Ríos Montt y la Guerra Civil


En 1994 una comisión patrocinada por la ONU estableció que el 93% de los crímenes durante la Guerra Civil fueron perpetrados por el ejército o los paramilitares y concluyó que el Estado cometió actos de genocidio contra los indígenas mayas.
Desde 2001 la justicia guatemalteca, con asesoría de organizaciones internacionales, ha condenado a varios militares, generales y policías por crímenes durante la Guerra Civil, entre ellos el exparamilitar Felipe Cusanero y exjefe de la policía Pedro Garcia Arredondo.
Ríos Montt -quien es juzgado junto a su jefe de inteligencia militar, José Mauricio Rodríguez Sánchez- es el primer presidente en América Latina al que se le imputa el cargo de genocidio.
El juicio comenzó en enero de 2012, cuando el expresidente perdió su inmunidad. Montt fue puesto en arresto domiciliario.
La Fiscalía acusa a Ríos Montt y Sánchez Rodríguez por la matanza de 1.771 Ixil mayas, el desplazamiento forzado de 29.000 personas, violaciones sexuales y torturas.
Hace dos semanas un juez anuló los procedimientos, que varios estiman tendrán que empezar de cero.
El martes la nueva juez del caso ordenó reabrir el juicio, pero suspendió la audiencia hasta este jueves.
La familia de Canil corrió al bosque a esconderse. Pasaron la noche ahí. Su padre y su hermano mayor fueron en busca de los soldados; querían saber dónde estaban para pensar en una estrategia de escape.
Canil se quedó con su madre, hermanos y cinco familias más. Pero los militares los encontraron y -recuerda, con voz entrecortada- empezaron a disparar.
"Yo salí corriendo. Y cuando avanzaba miraba hacia atrás y mi hermana venía detrás. En un momento, dejó de aparecer. En ese momento me sentí solo. Y me escondí detrás del tronco de un árbol viejo, que estaba ya caído. No estaba retirado. Estaba a una buena distancia. Y desde ahí podía visibilizar qué era lo que pasaba (…) Cuando dejaron de disparar, oí un grito, que era el de mi hermana de ocho meses, que estaba en brazos de mi madre. Una bala había impactado a mi madre, entonces había muerto. Pero mi hermana, en sus brazos, seguía viva. Vino un soldado, que empezó a revisar todas las cosas. El soldado agarró a mi hermanita de los pies. Sacó un cuchillo. Y la partió en dos, por el estómago".
Canil se quedó solo en el bosque. Volvió a su aldea, donde había algunos cuerpos organizados en un círculo. "Regresé con la idea de decirles 'bueno, vámonos'".
Finalmente llegó un primo suyo, de 12 años. Con él se dirigió nuevamente al bosque, donde encontraron a un hombre que dijo saber dónde estaba el padre de Canil.
"Cuando mi padre me vio dejó de llorar. Vi una luz en su rostro. Y me preguntó quién más vive, y le dije que nadie más, solo yo. Siguió llorando".
Tras la masacre de su familia, Canil estuvo siete meses en las montañas con su padre siendo perseguidos por un ejército que arrasaba los cultivos de trigo y milpa con los que se alimentaban, según evoca.
Después cruzaron el pantano que marcaba la frontera con México, donde Canil pasó los siguientes 12 años de su vida.
Regresó a Guatemala en 1994 y comenzó a estudiar derecho, una carrera que su padre le había descrito como "peligrosa". La advertencia, sin embargo, disparó su curiosidad.
Edwin Canil
Edwin Canil es uno de los abogados que recoge testimonios de indígenas contra Ríos Montt.
Varias organizaciones de derechos humanos que documentan casos de genocidio lo invitaron a dar su testimonio, y con el tiempo se ha vuelto parte de los grupos que buscan rescatar la memoria de Guatemala a través de la verdad.
"Para mí este proceso ha sido una forma de reivindicar cosas pendientes. A esta altura, a esta edad, no siento rabia (...) Lo que sí da rabia es que hoy en día nieguen y digan que nosotros éramos gente armada, que éramos gente peligrosa, que estábamos con la guerrilla".
Algunos observadores han dicho que el juicio a Ríos Montt, que es parte de una gran investigación judicial más amplia, se ha visto obstaculizado por diferentes cuestiones legales y burocráticas.
Para Canil el sistema judicial guatemalteco no es sólido. Pero asegura que el juicio "es una oportunidad para mostrarle al mundo qué tan frágil es este país y cómo la corrupción mantiene los intereses de ciertos grupos".
También dice ver el caso como un proceso de justicia social y de rescate de la memoria de los pueblos. "Para que estos hechos no se vuelvan a producir", dice. "Para que sean la base bajo la cual construimos este Estado", asevera.
Sobre sus impactantes recuerdos de la masacre, concluye: "Hemos aprendido a vivir con ellos. No lo podemos olvidar. Lo decimos con ellos [los otros testigos]. Esto lo llevaremos hasta la muerte, hasta el día que dejemos este mundo".

Fuente: BBC

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