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viernes, 1 de agosto de 2014

Pakistán, Los ahmadíes: musulmanes sin derecho a serlo

Musulmanes sin derecho a serlo
Un centenar de personas acude al lugar en el que tres personas, una mujer y dos niños, fallecieron y otras siete resultaron heridas en un ataque contra una comunidad de la minoría ahmadi. Muhammad Owais - EFE.
Los ahmadíes son un grupo religioso que se considera parte del islam, aunque no se adhieren al sistema de creencias aceptado en opinión de muchos grupos musulmanes ortodoxos.
Los musulmanes ahmadía forman, de acuerdo a su propia opinión, un movimiento reformado dentro del islam, reflexionando sobre la esencia de esta religión. Los musulmanes ahmadía se separan claramente de los grupos militantes y fundamentalistas destacando los elementos pacíficos y tolerantes del islam. No obstante, la gran mayoría de los musulmanes tradicionales consideran que el movimiento ahmadí es apóstata y hereje y que no forma parte del islam. La Liga Mundial Islámica declaró en su conferencia anual de 1974 que los ahmadí no eran musulmanes. Debido a esto los ahmadí han sufrido graves casos de persecución religiosa en muchos países, principalmente en Pakistán donde tiene prohibido predicar, declararse públicamente como musulmanes, orar en público ó en mezquitas no ahmadíes, etc. Se han reportado ataques violentos contra ahamadíes en Pakistán, Bangladés e Indonesia.
Ser ahmadí es una osadía que, en Pakistán, se paga con la vida. Un joven de esta comunidad desató la ira de la mayoría musulmana que les niega. La turba, enloquecida, le acusaba de haber publicado mensajes blasfemos en Facebook. No dudaron en tomar la justicia por su mano. La violencia contra los ahmadíes regresaba a las calles. La impunidad vuelve a ser cuestionada.
Un bebé de ocho meses, de nombre Kainat, una niña, Hira, de siete años y una mujer, Bashiran Bibi de 55 y abuela de las dos menores, se convirtieron el pasado domingo en las últimas víctimas del fanatismo religioso en Pakistán. Pertenecían a la secta más perseguida de Pakistán: los ahmadíes. Murieron asfixiadas después de que una turba de cientos de hombres, guiados por el hijo de un imán, prendiera fuego al pequeño barrio ahmadí en Gujranwala, una ciudad 220 kilómetros al sureste de Islamabad, la capital del país, por una supuesta blasfemia. Como es habitual en estos casos, el pillaje precedió a la destrucción. No en vano los ahmadíes son una comunidad relativamente próspera, en la república islámica de Pakistán. Y como de costumbre, los crímenes fundamentalistas quedarán impunes.
No fueron las únicas víctimas de esta barbarie. De acuerdo con el comunicado de prensa emitido por Ahmadiyya Muslim Community, un total de ocho casas fueron saqueadas e incendiadas por los extremistas. Mubashara Bibi, embarazada de siete meses, sufrió un aborto involuntario.
"La mayoría de ahmadíes optaron por Pakistán -antes que por la India- en 1947, y la ciudad de Rabwah sustituyó a Qadian como centro neurálgico de la comunidad. En pocas décadas su nuevo país los despojó de derechos, arrojando a muchos a la emigración, aunque uno de cada tres ahmadíes siga viviendo allí, como ciudadanos de segunda", comenta el periódico La Vanguardia.
Hace cuarenta años, el padre de Benazir Bhutto, para contentar a los mulás suníes más conservadores, negó a los ahmadíes la condición de musulmanes (a diferencia de lo que sucede en India o Bangladesh). Diez años más tarde, el dictador Zia ul Haq aumentó las restricciones hasta niveles paranóicos. Desde entonces los ahmadíes no pueden saludar con un Salam Aleikum -bajo pena de tres años de cárcel- ni hacer nada "que lleve a pensar que son musulmanes". El término mezquita ya no puede aplicarse a los lugares de culto de los ahmadíes, que tampoco pueden rezar ya con el resto de musulmanes, ni citar versículos coránicos, ni poseer un Corán, ni llamar a la oración, ni peregrinar a la Meca. Ante el cúmulo de coacciones, el jefe espiritual de los ahmadíes, el "sucesor del mesías", se trasladó a Londres, donde sigue. Desde entonces, las críticas a los ahmadíes como "títeres de Occidente" han arreciado entre los islamistas.
"Su humillación se perfecciona cada año. Los pakistaníes musulmanes que quieren un pasaporte deben afirmar por escrito que los ahmadíes no son musulmanes. Esta comunidad tiene muchas dificultades para estar en el censo electoral y suelen boicotear las elecciones. A pesar de todo ello,aún hay religiosos y exjueces que se reúnen con regularidad, arropados por cientos de estudiantes coránicos, en lugares de fuerte población ahmadí, para pedir "que se les apriete más la soga". Que se les niegue el derecho de imprenta y el acceso a empleos públicos. Recientemente, más de cien abogados de Lahore consiguieron el boicot de cierta bebida refrescante en los juzgados, por ser propiedad de ahmadíes", según comenta el corresponsal de La Vanguardia en Nueva Delhi.
Los que han podido emigrar al Reino Unido o a Australia -como también es el caso de los chiíes hazaras- lo han hecho. Hasta en China hay decenas de refugiados ahmadíes.
El punto de inflexión fue en el 2010, cuando dos atentados casi simultáneos contra dos mezquitas ahmadíes en Lahore provocaron 94 muertos y más de cien heridos. Desde entonces, acercarse a los ahmadíes es como intentar acceder a un búnker. El asedio y la vulnerabilidad legal -la ley antiblasfemia está pensada para atenazar a las minorías- les impide abrir la boca. Identificarse o protestar les puede salir muy caro. La protección policial es permanente, a veces con agentes cristianos, más inclinados a solidarizarse con ellos. Pero no logra enmascarar la inquina oficial: los versículos del Corán esgrafiados en la fachada de su templo están zafiamente tapados con plásticos. El muecín lleva treinta años mudo.
Del mismo modo, el único premio Nobel pakistaní, el físico Abdus Salam, ahmadí que quiso ser enterrado en su país, ha sido víctima de una humillación póstuma. En su lápida, que lo reconoce como primer Nobel musulmán, una escarpa ha borrado el epíteto musulmán por orden judicial.
"En Pakistán tratan de convivir diferentes creencias. Se trata de un país de mayoría musulmana: el 97% de los paquistaníes profesan esta religión. Después del Islam, el hinduismo y el cristianismo son las creencias que reúnen a más fieles. La Constitución establece el Islam como religión del Estado y acepta la libertad religiosa de las minorías. 
Sin embargo, una enmienda a la misma realizada en 1974, declara a los ahmadíes una comunidad no musulmana, herética. Ellos se consideran musulmanes. Pero esta consideración despierta la ira de la mayoría musulmana, respaldada por la ley contra la blasfemia. Esta norma legal hunde sus raíces en la era colonial. Fue ideada por los británicos con el fin de prevenir los choques religiosos. En 1980, en cambio, una serie de reformas auspiciadas por el dictador Zia ul Haq endurecieron la ley abriendo la veda al abuso", se puede leer en la web The Objective.
Las minorías en Pakistán sufren las consecuencias del código penal que rige en el país. Según "State of Human Rights in 2013" un informe de Human Rights Watch, la blasfemia se ha convertido en un arma política. Una baza perfecta para castigar a las minorías religiosas que conviven en el país gracias a la legislación vigente.
El artículo 298 del código penal de Pakistán es claro: los ahmadíes no son musulmanes. En base a esta afirmación, el apartado "C" especifica que ninguna persona de esta comunidad que "directa o indirectamente, se plantee a sí mismo como un musulmán, o se refiera a su fe como el Islam, o predique o propague su fe, o invite a otros a aceptar su fe, por medio de palabras, ya sea de forma oral o escrita, o representaciones visibles, o de cualquier manera, atentando contra los sentimientos religiosos de los musulmanes, será castigado con prisión de cualquier tipo durante un período de tiempo que podría extenderse a tres años y podrá ser objeto de una multa", continúa diciendo la web The Objective.

11 comentarios:

  1. LA COMUNIDAD AHMADIA DEL ISLAM

    Tras la muerte del Santo Profeta, el liderazgo de los musulmanes pasó a los Califas (sucesores); Abu Bakr, Umar, Uzman y Ali. El Islam se extendió rapidamente por Asia Central y Ocidental, África del Norte y algunas zonas de la Europa Meridional. La civilización floreció y durante muchas generaciones se produjeron avances en la ciencia, el arte, la filosofía etc. Despues comenzó el ocaso, provocado por la disensión política, los conflictos sectarios, la asimilación imperfecta de los verdaderos principios islámicos.

    Pero el prevaleciente declive de los musulmanes y sus luchas eran hechos sobre los que el Santo Profeta no estaba desinformado. Él, a través de revelación divina, profetizó que el Islam tendría tres siglos de esplendor y después el Islam se subiría al cielo durante 1000 anos. Él dijo: En verdad que ocurrirán a mi pueblo las cosas que anteriormente acontecieron a los israelitas. Se asemejarán uno y otro como un par de zapatos.... En verdad que los israelitas se dividieron en 72 sectas, pero mi pueblo se dividirá en 73 sectas. Todas estarán en el fuego excepto una.

    Los compañeros le preguntaron: ¿De quiénes se trata, oh Mensajero de Allah? El Santo Profeta dijo: Son la gente que seguirá mi práctica y la de mis compañeros. (Tirmidi). También dijo en otro Hadiz: LLegará un tiempo en el que no quedará nada del Islam excepto su nombre y no quedará nada del Coran salvo su texto. Las mezquitas aunque estarán llenas de fieles pero en lo que se refiere a la virtud, se hallarán desiertas y vacías. Sus líderes religiosos serán las peores criaturas bajo el firmamento del cielo. De ellos se originarán planes malvados y a ellos retornarán. (Mishkat).

    Y así sucedió, a mediados del S. XIX el poder de las naciones musulmanas estaba destruido y sus instituciones habían caído en la decadencia, la fe disminuía y el pueblo bajo los sacerdotes fanáticos e ignorantes era preso de la intolerancia, la superstición y el más exacerbado fanatismo. Pero a pesar de toda esta aflicción, el Santo Profeta declaró que el Islam no perecería. Había profetizado el advenimiento de un Resurgidor al comienzo de cada siglo y predijo igualmente que un Mesías salvaría el Islam en los últimos tiempos.

    A comienzos del S. XIV después de la Hijra , apareció en Qadian (Índia) un hombre que que había de cumplir estas profecías. Su nombre era Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (1835-1908), Fundador de la Comunidad Ahmadia del Islam. Hombre de profunda fe, que llevaba una vida en estrecha comunión con Dios, interpretó el Sagrado Coran a la luz de los conocimientos modernos y exhortó a sus seguidores a seguir su religión como en los tiempos del Santo Profeta del Islam y sus Compañeros. Predicó en contra de diversas herejías que se habían introducido en el Islam hortodoxo a manos de ciertos teólogos medievalistas, como por ejemplo el concepto de Yihad o guerra santa como castigo por apostasía. Él resumen el objeto de fundar esta Comunidad con las siguientes palabras:

    El objeto de fundar esta Comunidad es conseguir un grupo de hombres bondadosos que sean modelo de rectitud y de virtudes para que ejerzan su influencia sobre la humanidad con sus vidas ejemplares de altas cualidades morales y espirituales y su solidaridad sea motivo de gran bendición, grandeza y consecuencias positivas para el Islam.

    Dr. Amir Mahmood Kahloon
    Director de Asuntos Externos
    Comunidad Musulmana Ahmadia en España
    Mezuita Basharat.
    Calle Cañuelo, S / N. Pedro Abad. (Córdoba) 14630.
    www-alislam.es, www.alislam.org
    Tel: 957186203, 654691254, Fax: 957186300
    E.mail: Amurekharja.es@gmail.com, Spain@alislam.org
    Twitter: Amurekharjaes

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  2. La Persecución de los Ahmadíes

    La Comunidad Ahmadía del Islam ha cumplido hace 15 años su primer centenario de existencia. Fue fundada en el año 1889 por Hazrat Mirza Ghulam Ahmad de Qadian, en la India. Desde su comienzo la comunidad de musulmanes áhmadis se ha identificado totalmente con el Islam y ha existido como parte del amplio espectro del Islam en el subcontinente indo-paquistaní.
    Conviene señalar que antes de aparecer el Movimiento Ahmadía en la panorámica islámica, los musulmanes ya se encontraban divididos en 72 sectas distintas. Los musulmanes áhmadis creen firmemente y sin reservas en los cinco puntos fundamentales del Islam, tal y como los definió el Profeta del Islam.
    Los musulmanes de todo el mundo, pertenecientes a varias denominaciones, han esperado siempre el advenimiento de un Reformador Prometido, de acuerdo con las profecías del Profeta Mohammad. Mientras que los musulmanes no áhmadis siguen esperando el advenimiento del Prometido, los áhmadis creen que ya ha llegado en la persona de su Fundador, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad. Esto constituye la diferencia esencial entre ellos y los demás musulmanes.
    La Comunidad musulmana ahmadía es un grupo pacífico, no político, y observante de la ley, constituido por personas muy dedicadas y disciplinadas. En Pakistán, la tasa de alfabetización de los musulmanes áhmadis es cuatro veces superior a la media nacional. Ellos se consideran siervos de la humanidad y representan las normas más elevadas de la moralidad. Poseen un sentido muy desarrollado del deber y la responsabilidad, lo cual les dado una reputación de honestidad, veracidad y fiabilidad. Su educación y eficacia les ha permitido ocupar altos cargos en todos los estamentos de la sociedad.
    Los musulmanes áhmadis se encontraban en la vanguardia de la lucha por una patria independiente para los musulmanes indios en la época anterior a la división de la India, una lucha que culminó en la fundación del Pakistán en el año 1947. El fundador del Pakistán, Mohammad Ali Yinah, estaba tan convencido de los sentimientos patrióticos de los musulmanes áhmadis que nombró a un musulmán áhmadi para defender los derechos de Pakistán ante la Comisión sobre Fronteras.

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  3. Posteriormente, dicha personalidad, Sir Mohammad Zafrullah Khan fue nombrado primer Ministro de Asuntos Exteriores del Pakistán (1947-1954) por el Sr. Yinah.
    Los miembros de la Comunidad Ahmadía tienen una tradición impecable de ser una comunidad pacífica, que nunca ha constituido una amenaza para nadie. Se esfuerzan por establecer una libertad total de culto y conciencia para todo ser humano y no admiten el uso de la fuerza, la obligación o la coacción en cuestiones de religión y creencia. De acuerdo con los preceptos del Corán, consideran que todo ser humano goza de plena libertad para aceptar o rechazar una religión. Los musulmanes áhmadis rechazan la idea equivocada de la llamada "Guerra Santa", que tiene como propósito obligar a otros a aceptar la religión islámica. También rechazan por anti-islámica la idea del castigo terrenal de la apostasía, ya que esto contradice la libertad de culto enseñada y amada por el Islam.
    La Comunidad Ahmadía cuenta con unos doscientos millones de miembros que se encuentran en más de 80 países del mundo. El sector más grande de la Comunidad viven en Pakistán, donde son perseguidos por sus creencias a instancias de los Mullahs -clérigos- fanáticos, que a su vez reciben el apoyo y estímulo del gobierno, que busca la popularidad vulgar al incitar el sentimiento religioso de las masas, en su gran mayoría analfabetas.
    Y a que los musulmanes áhmadis creen firmemente que su comunidad ha sido fundada por el Mesías, designado por Dios, reconocen la necesidad de enfrentarse a una oposición. Están acostumbrados a la oposición y hasta la persecución de sus oponentes. Esto ha sido una característica constante de su historia centenaria.
    Pero la persecución actual es de carácter totalmente distinto. Ha sido iniciada, fomentada, apoyada y orquestada por el gobierno militar del Pakistán que asumió el poder en julio de 1977 tras un golpe militar y mantenida por los sucesivos gobiernos del pais hasta la actualidad.
    El arma más eficaz del actual gobierno -y de su predecesor- es el nombre del Islam, del que se abusa sin límites. A los áhmadis se les persigue, se les despoja de sus derechos humanos fundamentales con el fin de ganarse el apoyo de las masas analfabetas a quienes han engañando y mentido constantemente. Su idea es presentar al Gobierno como defensor del Islam. Este ejerce su influencia, por caminos insidiosos en la prensa, y la radio y la televisión, controladas por el gobierno, se dedica implacablemente a promover esta causa.
    Se ha contratado a Mullahs para incitar a las masas en contra de los áhmadis, utilizando todos los medios a su alcance, incluidas las facilidades provistas por el gobierno. Se ha conseguido que los áhmadis sean "caza lícita" a los ojos de los fanáticos "buscadores del paraíso" y los "aspirantes al martirio". El gobierno no está siendo presionado por el pueblo; lo que sucede es exactamente lo contrario.

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  4. E l instrumento más eficaz de persecución es la Ordenanza Militar nª XX del 26 de abril de 1984, que se está haciendo cumplir con más vigor aún tras el levantamiento de la ley marcial. Esta Ordenanza - que supone una enmienda a la Constitución pakistaní y a su código penal- no solo confirma una anterior promulgada en 1974 por el entonces primer ministro del Pakistán, Zulficar Ali Butto, en la que se declaraba a los áhmadis musulmanes como "no musulmanes" a efectos de la ley y de la constitución, sino que les prohíbe adoptar cualquier actitud, postura o expresión propia de los musulmanes así como predicar su creencia. Se les prohíbe denominar "mezquitas" a sus centros religiosos, se prohíbe realizar la llamada a la oración -el azán- al modo islámico y se les prohíbe literalmente "posar directa o indirectamente como musulmanes, o referirse a su fe como el Islam o predicar o propagar su fe o invitar a otros a su fe, por palabras, habladas o escritas o por representaciones visibles o de cualquier otra manera" bajo pena de prisión rigurosa y multa ilimitada.

    E sta Ordenanza no solo contraviene los derechos fundamentales universalmente reconocidos en la carta de la ONU sino que ha dado a las autoridades y a los mullahs fanáticos mano libre para hostigar y perseguir a los miembros de la Comunidad ahmadía. Como resultado, varias decenas de áhmadis han sido asesinados y miles de ellos han sido encarcelados sólo por practicar y profesar su fe. Una gran cantidad de mezquitas han sido demolidas, selladas, prendidas fuego y profanadas. Los incidentes han sido investigados y confirmados por agencias internacionales independientes como Amnistía Internacional, la Comisión Internacional de Juristas y Abogados de Derechos Humanos, de forma reiterada.

    E n Noviembre de 1988 cuando Benazir Butto fue elegida Primer Ministro tras unas elecciones democráticas, se pensó en todas partes que los derechos humanos básicos quedarían reestablecidos en el país. Sin embargo, a pesar del hecho de que el “Partido del Pueblo del Pakistán”, liderado por Butto se comprometió a “establecer la paz y la armonia en la sociedad civil y a garantizar la seguridad y proteccion de la vida, el honor y la propiedad de todo ciudadano sin distincion de su afiliacion politica, religion, casta, raza y sexo” (Manifiesto del Partido Popular del Pakistán, Dawn, Karachi, 14 de octubre de 1988), apenas se produjo ningún cambio en la política del gobierno con respecto a los musulmanes áhmadis. Las leyes discriminatorias continuaron en la Constitución y siguen vigentes en el actual gobierno militar. Los sucesivos ministros de Asuntos Religiosos y asesores de la Presidencia para Asuntos Religiosos han declarado públicamente que las restricciones legales y constitucionales impuestas a la Comunidad Ahmadía en el Pakistán no desaparecerán aunque la Constitución de 1973 fuera plenamente restaurada y la 8ª enmienda desapareciera. Ambas instancias han mandado reiteradamente instrucciones a todos los Gobernadores Provinciales, en el sentido que se hagan efectivas todas las leyes contra los áhmadis tanto en su letra como en su espíritu.

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  5. C omo resultado de esta política se han incrementado los ataques organizados contra la población ahmadía en diversos lugares. Centenares de hogares han sido saqueados y posteriormente incendiados por malhechores armados liderados por fanáticos religiosos, con la ayuda y complicidad de las autoridades policiales. Las mezquitas ahmadía han sido asaltadas por la policía, y el Kalima, el articulo de fe musulmán, arrancado de las mismas. En general, todas las operaciones han sido supervisadas por los magistrados locales.

    A pesar de esta hostilidad creciente, la Comunidad Ahmadía musulmana ha continuado realizando un rápido progreso en todas las partes del mundo, incluyendo el Pakistán, y esta tremenda oposición gubernamental no ha hecho sino constatar reiteradamente su fracaso en su intento de impedir la expansión de esta Comunidad.

    A ntonio Gualtieri, eminente escritor y Profesor de Religión en la Universidad de Otawa en Canadá, hombre de creencias cristianas, ha publicado un libro titulado CONCIENCIA Y COACCION en el que describe el sufrimiento de los áhmadis en el Pakistán y en el que afirma:

    L a actitud persecutoria actual del Gobierno del Pakistán hacia los áhmadis supera en intensidad a las actitudes de ciertas autoridades romanas hacia el cristianismo primitivo. El problema allí existente, según evidencia una carta de Plinio a Trajano, era si los cristianos debían ser perseguidos por crímenes específicos y universales o si debían ser perseguidos sólo por el hecho de denominarse como tales cristianos.

    "¿Es el hecho de ser cristiano un crimen per se, punible por el aparato judicial y represivo del Estado romano, o sólo debe ser perseguido el cristiano cuando esté implicado en un acto específico y abiertamente anti-social?"

    L a respuesta de Trajano a Plinio fue, que, a menos que existiera una queja, los cristianos no deberían ser apresados, no habrían de ser perseguidos sólo por el nombre de Cristo, sino, que sólo deberían ser acusados de crímenes específicos cuando los cometieran.

    L a situación actual hoy en el Pakistán es tan simple como que ser áhmadi constituye un crimen contra el Estado. El gobierno puede no interpretarlo así, pero este es el resultado último de una legislación que convierte en un ofensa adoptar la postura del musulmán.

    S i los áhmadis insisten en comportarse de una manera que forma parte integral de sus percepciones fundamentales (en una palabra, de su fe), entonces tales personas son culpables de delito. Si estuvieran dispuestas a renunciar a tales prácticas, como la llamada a la oración, a portar el Kalima, o a usar determinados epitafios coránicos en sus tumbas, entonces se verían inmunes ante la persecución. Pero ello equivaldría de hecho a una apostasía obligada, a la negación de su propia identidad y a la violación de los principios y prácticas específicos de su propia tradición religiosa.

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  6. Los áhmadis no pueden negar su identidad musulmana porque viven de acuerdo con la revelación divina en el Corán que, de forma explícita, llama Islam a su religión revelada. Repudiar su propia designación como musulmanes, supone, de facto, negar su lealtad al autor divino del Corán. No están dispuestos a ello aunque tengan que afrontar el dolor, el sufrimiento o la muerte.

    A ntonio Gualtieri concluye con estas palabras:

    P ara los no musulmanes, cuya preocupación no es la autenticidad del Islam sino la justicia humana más elemental, el estudio -recogido en mi libro sobre la situación de los áhmadis musulmanes en el Pakistán- es una llamada de atención para que ejerzan su influencia sobre el Gobierno del Pakistán para que ponga fin a su cooperación con la mentalidad fanática mostrada por ciertos teólogos y juristas islámicos conservadores y fundamentalistas. El empleo del aparato punitivo de un estado moderno para negar a un grupo pacífico su derecho a la propia definición viola todas las convicciones referentes aun orden natural de derechos y libertades que, aunque transgredidos, en ocasiones, en la práctica, forman parte de la filosofía social de todas las naciones del mundo que han suscrito la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

    Antonio R. Gualtieri

    "Conscience and coercion"

    p.34

    Dr. Amir Mahmood Kahloon
    Director de Asuntos Externos
    Comunidad Musulmana Ahmadia en España
    Mezuita Basharat.
    Calle Cañuelo, S / N. Pedro Abad. (Córdoba) 14630.
    www-alislam.es, www.alislam.org
    Tel: 957186203, 654691254 Fax: 957186300
    E.mail: Amurekharja.es@gmail.com, Spain@alislam.org

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  7. La Persecución de los Ahmedis en Pakistán


    Introducción

    El Movimiento Ahmadía del Islam es una organización religiosa de ámbito internacional, que tiene sedes establecidas en 176 países de África, América, Asia, Europa, Australia y Oceanía. El Movimiento Ahmadía fue establecido en 1889 por Hadrat Mirza Ghulam Ahmad de Qadián. El Movimiento que inició es la encarnación del mensaje benévolo del Islam: la paz, la hermandad universal y el sometimiento a la voluntad de Dios, en su pureza original. Rechaza tajantemente el terrorismo de cualquier forma y origen.

    Los Disturbios Anti-Ahmadía de 1953 y 1974

    El poder religioso del Pakistán no aprueba la naturaleza reformadora del Movimiento Ahmadía, y lo considera hereje. Con frecuencia, los políticos han considerado políticamente atractivo apoyar a los Mul-lahs (clérigos fanáticos) en su campaña de agitación anti-ahmadía. La primera oleada de violencia a escala nacional surgió en el año 1953. Una investigación judicial a alto nivel, determinó que las exigencias y consideraciones políticas fueron la causa principal de la incitación a la violencia anti-ahmadía. Muchos años después, en el año 1974, el entonces Presidente Bhutto consideró ventajoso desde el punto de vista político declarar a los áhmadis como una minoría no musulmana. Esta decisión fue tomada tras una nueva campaña de agitación violenta anti-ahmadía concebida y diseñada por el propio gobierno y llevada a cabo por los mul-lahs. El estatus de “minoría” constituyó una innovación en sí mismo, pues si bien los demás grupos eran minoría religiosa en razón de su profesión de fe, a los áhmadis se les denominó “minoría” a la fuerza, a través de la legislación.

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  8. El Decreto XX del General Zia

    El General Zia, dictador militar del Pakistán, dio muchos pasos más en 1984, cuando, para ganar el apoyo de los islamistas radicales del Pakistán, promulgó el tristemente famoso Decreto XX anti-ahmadía que añadió los artículos penales 298-B y 298-C al Código Penal del Pakistán. A través de este Decreto, se privó a los áhmadis de la mayoría de sus derechos fundamentales y de su libertad de culto. Por disposición de este Decreto, se podía imponer a cualquier áhmadi una pena de prisión rigurosa de 3 años y una sanción sin límites. Cualquier áhmadi podía ser fácilmente acusado por profesar su fe o por “actuar” como un musulmán. El Decreto se convirtió en la luz verde que permitió que los elementos anti-ahmadía abrieran las compuertas de la tiranía con el apoyo del Estado. El Decreto supone un arma idónea en la mano de los radicales y del gobierno para incriminar a los áhmadis en base a argumentos carentes de fundamento y excusas mezquinas. Desde 1984, 44 áhmadis han sido asesinados, se ha intentado asesinar a otros 90, han sido saqueadas las propiedades de mucha gente y sus lugares de culto han sido destruidos, profanados y sometidos a todo tipo de ataques y hostigamiento.Aproximadamente, tres mil áhmadis han sufrido la persecución en los tribunales. Centenares han sido condenados. Además, toda la población áhmadi de Rabwah (cerca de 35.000 personas) fue acusada bajo el artículo anti-ahmadía del código penal del Pakistán PPC 298C.

    Todos los sectores del gobierno recibieron la directiva de asegurar que el Decreto XX se aplica de manera efectiva. En consecuencia, los áhmadis que expresaban el saludo habitual de Assalamo Aleikum fueron mandados a prisión por los jueces y magistrados. Se provocó violencia y disturbios a gran escala, con pleno apoyo de los organismos responsables del cumplimiento de la ley, en lugares como Nankana Sahib y Chak Sikandar, donde grandes comunidades de áhmadis tuvieron que huir para buscar refugio en otros lugares tras sufrir grandes saqueos, incendios provocados, destrucción y asesinatos. El gobierno apenas hizo nada para socorrer a las víctimas. En diversas ocasiones, las víctimas fueron arrestadas por las autoridades. Esta persecución fue diseñada y dirigida para que su alcance fuera persistente y extenso. Se consiguió que su influencia dañina se extendiera sobre cada aspecto de la vida individual y comunitaria de los áhmadis. La educación, los empleos, la economía, la vida social, se convirtieron en objetivos y así continúan en el presente. Se restringió la entrada de estudiantes áhmadis en los colegios profesionales y universidades. En muchas ocasiones un estudiante áhmadi era admitido por sus méritos, pero su matrícula era rechazada en razón de su fe.
    Incluso en determinadas residencias, se exige que el candidato declarare que no es áhmadi. Se ha añadido una nueva columna en los pasaportes pakistaníes donde queda registrada la religión del portador. Incluso para obtener un carné de identidad, cada ciudadano pakistaní que se considere musulmán, ha de firmar una declaración, en la que el o ella, ha de denegar la veracidad de Hazrat Ahmad, el Fundador de la Comunidad Ahmadía. A menudo, en el terreno del empleo, incluso en los puestos públicos de menor relevancia, se evita que los ocupen los áhmadis por el único motivo de su fe. El Jefe Supremo de la Comunidad Ahmadía, ante la imposibilidad de ejercer sus funciones, tuvo que salir fuera del país, no siendo posible su regreso desde entonces. Durante su ausencia, se le ha implicado en 17 acusaciones distintas, la mayoría de las cuales conllevan una larga condena en prisión, y una de ellas, la pena de muerte por supuesta blasfemia.

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  9. La situación en Rabwah

    En Rabwah, sede central de la Comunidad Ahmadía, el efecto del Decreto, ha sido excepcionalmente evidente. El 95% de la población es áhmadi. El Gobierno ha tomado las medidas oportunas para negarles los más mínimos derechos ciudadanos. Se han llegado a prohibir incluso los eventos deportivos. En la ocasión jubilosa del primer centenario de la Comunidad Ahmadía, se prohibió a los residentes encender luces decorativas y distribuir golosinas. Mediante artimañas, se les ha prohibido elegir, e incluso votar a sus cargos municipales. Se les dijo que sólo podían votar como no-musulmanes, lo que no les resultaba aceptable. En consecuencia, se han impuesto consejos locales en Rabwah que no representan al 95% de la población. Las convenciones religiosas anuales, que se celebraban desde 1948, fueron permanentemente prohibidas. Como mencionamos antes, la policía ha abierto un proceso criminal contra toda la población áhmadi de Rabwah. El caso permanece abierto, y cualquier áhmadi de esta ciudad puede ser detenido en cualquier momento. Se permite a la minoría no-áhmadi celebrar todo tipo de manifestaciones y reuniones públicas a lo largo del año, y se les da la libertad de ofender y comportarse provocativamente contra los áhmadis residentes en el lugar. El Gobierno dice que tiene reservado un escaño para los áhmadis en la Asamblea Nacional, pero con la condición de que voten como no-musulmanes. De esta manera se les ha privado del derecho al voto en la organización “democrática” del país. La publicación de literatura religiosa ahmadía está prácticamente prohibida. Las imprentas están calusuradas. Montones de procesos criminales han sido abiertos contra los editores, impresores y responsables de publicaciones de diarios y periódicos áhmadis. No se les permite el empleo de términos como “amén” o “inshallah”. El responsable editorial ha sido incriminado en tal cantidad de procesos que estaría cualificado para entrar en el libro Guiness de los Récords. En 1999, el gobierno de Nawaz Sharif cambió arbitrariamente el nombre de Rabwah por Chenab Nagar en contra del deseo del 95% de su población. Se trataba de una seria violación de un principio democrático. El 30 de abril de 1999, las autoridades arrestaron a los máximos responsables de la Comunidad Ahmadía en el Pakistán y Rabwah, acusándoles falsamente de profanar el Corán e imputándoles cargos que podrían haberles conducido a la cadena perpetua. Sólo tras la condena y presión internacional dichos cargos fueron retirados.

    Reacción Internacional

    Las organizaciones internacionales de derechos humanos se han hecho eco de esta desgraciada situación. Amnistía Internacional, la Comisión Internacional de Juristas, la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, Abogados por los Derechos Humanos de EEUU etc. han publicado informes sobre este tema. La Subcomisión para la Prevención de la Discriminación y la Protección de las Minorías de la ONU, expresó en 1985 su grave preocupación por el Decreto XX y urgió a la Comisión a que convocara al Gobierno de Pakistán para que retirara este decreto y restaurara los derechos humanos a los áhmadis. Sin embargo, desgraciadamente, no se ha hecho nada efectivo desde el exterior para obligar a las autoridades pakistaníes a que retiren este Decreto, que en la actualidad forma parte de la Constitución del país a través de una 8ª enmienda.

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  10. La Ley de Blasfemia

    En 1986 fue aprobada la ley de blasfemia (código penal del Pakistán PPC 295-C). Fiel al designio de sus autores, la mayoría de las víctimas de esta ley son los áhmadis, a pesar de que ellos, de ninguna manera, serían capaces de pensar en ofender el nombre del Santo Profeta. El único castigo contemplado en la actualidad para la violación de esta ley es la pena de muerte. A pesar de que han cambiado muchos gobiernos, las leyes anti-ahmadía y la Ley de Blasfemia han permanecido inalterables en el código de leyes y con ellas se ha afrontado a los áhmadis. Desde 1984, no ha transcurrido un solo día en el no haya ingresado algún áhmadi en prisión a causa de estas leyes. Hasta este momento, 200 áhmadis han sido acusados de violar la Ley de Blasfemia que les puede hacer reos de la pena capital. La declaración del gobierno del Pakistán afirmando que hasta ahora no se ha colgado a ningún áhmadi es engañosa, ya que la política del gobierno ha animado a los mul-lahs a tomar la justicia por su mano y asesinar a los áhmadis. Decenas de áhmadis han sido asesinados en los años recientes a causa de su fe, y prácticamente ninguno de sus asesinos ha sido arrestado. Este es un “ejemplo de libro” de cómo llevar a cabo una política por otros medios. En muchos casos, los asesinos y sus patrones son totalmente conocidos por el gobierno, pero no se toman medidas para pedirles cuentas. Tres áhmadis fueron condenados a cadena perpetua por sentencias dictadas al amparo de esta ley por tribunales procesales. Se les conmutó la pena capital en base a que, cuando fueron acusados en 1988, la cadena perpetua estaba contemplada en el código de leyes como castigo alternativo.

    Acta Anti-Terrorista (ATA)

    Esta acta fue promulgada en 1997 aparentemente con el fin de poner freno al terrorismo. Sin embargo, autoridades y mul-lahs con pocos escrúpulos, descubrieron en esta ley un arma eficaz para perseguir a los áhmadis, manipulando la cláusula religiosa PPC 295 A. Un áhmadi fue castigado con diez años de prisión por un Tribunal Especial ATA por haber rellenado (supuestamente) mal un formulario del censo. Otro joven áhmadi que se puso una camiseta que tenía escrito sobre ella el Kalima (credo islámico), fue arrestado y enviado a un tribunal especial. En situaciones esencialmente similares, 62 áhmadis han sido acusados al amparo del PPC 295 A, cuya competencia corresponde a los Tribunales Especiales ATA. Los áhmadis sobre quienes recae esta acusación ven denegada la mayor parte de las veces la libertad bajo fianza.

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  11. La situación actual

    No hay a la vista ningún cambio. Se sigue castigando a los áhmadis a largas condenas por motivos ridículos. Un áhmadi ha sido sentenciado el año pasado a un total de 13 años en prisión por un tribunal especial, por decir a alguien que el Reformador de los Últimos Días ya apareció. El Tribunal Supremo del Pakistán, en un veredicto de 1993 rechazo la petición de la comunidad ahmadía solicitando la libertad religiosa; de esta manera, el recorrido judicial ha llegado a un callejón sin salida. La Corte Suprema, no sólo justificó el Decreto XX del general Zia, sino que llegó a sugerir que la posición teológica ahmadía, en sí misma, puede considerarse blasfema.

    Animados por la decisión del Tribunal Supremo, los otros tribunales han dejado, en su mayoría, de aceptar peticiones de libertad bajo fianza para los áhmadis que se enfrentan a procesos. Los magistrados y la policía encuentran conveniente, de manera despreocupada, añadir el crimen de blasfemia conforme al código penal PPC-295C. Un caso típico es el de 4 áhmadis de Mianwali. Sus oponentes, que tenían una riña familiar con ellos, consiguieron que los arrestaran bajo la acusación de blasfemia. Su petición de libertad bajo fianza estuvo pendiente de ser estudiada por el Tribunal Supremo desde el año 1994. Languidecieron en prisión durante 4 años antes de que les fuera decretada la libertad bajo fianza. Finalmente fueron declarados inocentes.

    Los crímenes y otras formas de violencia continúan perpretandose contra la Comunidad. Un sobrino del Jefe Supremo de la Comunidad fue asesinado a plena luz del día. Recientemente, con el régimen actual, se asaltó, saqueó y destruyó la residencia de un dirigente de la Comunidad, por parte de una pandilla liderada por un mul-lah, en presencia de la policía, que más tarde arrestó a la víctima y a sus dos hijos en base a una acusación inventada. No se tomó ninguna medida contra los saqueadores.

    Si bien al poco de asumir el cargo, el Presidente Musharraf manifestó sus intenciones de tratar a todos los sectores sociales pakistaníes como ciudadanos con iguales derechos, su gobierno no ha tomado ninguna medida significativa para aliviar los sufrimientos de los áhmadis. El gobierno emitió una declaración política en febrero del 2000, en la que decía que, a pesar de la suspensión de la Constitución, no habría cambios en el status legal y constitucional de los áhmadis. El Gobierno Federal asumió todas las demandas de los mul-lahs, incorporando todas las provisiones religiosas de la difunta Constitución a la Orden Provisional Constitucional (PCO) del régimen militar, con efectos retroactivos. El Gobierno también se volvió atrás en su intención de modificar la admisión de casos en relación con la Ley de la Blasfemia. Los tribunales siguen la tendencia a negar la libertad bajo fianza, y continúan castigando a los áhmadis por motivos religiosos. El presidente de una comunidad ahmadía local en el distrito de Bahawalnagar fue condenado a dos años de prisión por construir un nicho y un minarete en una mezquita propiedad de los áhmadis. El 11 de octubre, un magistrado de Qasur castigó con un año de cárcel a cada uno, a tres áhmadis, por mostrar el credo islámico y versículos del Corán en su casa y en sus tiendas, en un caso que se remontaba a 13 años atrás. Nada ha cambiado, los áhmadis siguen recibiendo más de lo mismo.

    Esta es la situación angustiosa y desesperante de los áhmadis en el Pakistán.

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