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domingo, 12 de mayo de 2013

Aesha Mohammadzai, la joven afgana que, tras ser mutilada, lucha por la recuperación de su vida

Frente al espejo, Aesha Mohammadzai ve el final del túnel después de años de sufrimientos. Ahora en medio de su cara, hay ya una pieza casi completa de sí misma, algo que había desaparecido de su rostro cuando fue mutilada hace casi cuatro años.
Su historia apareció por primera vez en el Daily Beast en diciembre de 2009, lo que llevó a unos médicos a enviar una oferta de ayuda. La Fundación Grossman Burn en California se comprometió a realizar una cirugía reconstructiva en ella y comenzó a organizar la obtención de su visado en febrero de 2010. Diane Sawyer de ABC News cubrió toda la odisea en marzo de ese año.
A partir de agosto de 2010, cuando fue protagonista de la portada de la revista Time, se hizo famosa por lo que no tenía. Su marido y sus suegros, talibanes, le amputaron la nariz y las orejas como castigo por huir.
Aesha Mohammadzai fue mutilada al tratar escapar de un matrimonio forzado en Afganistán, a los 14 años de edad. Todos los días sufría abusos, físicos y mentales, por parte de su esposo talibán y la familia de este.
Cuando trató de escapar fue encarcelada por 5 meses, después de ese período fue devuelta a su esposo quien posteriormente la llevó a un lugar alejado en las montañas, donde con ayuda de su familia le cortó la nariz y las orejas.
Abandonado como muerta, después de la mutilación, logró escapar hacia su aldea natal, donde la recibió su padre y la llevó al hospital.
La chica de 19 años, en aquellos momentos, y rostro desfigurado, se convirtió en un símbolo para las mujeres oprimidas en Afganistán, un recordatorio de lo que podría volver a Afganistán si los talibanes recuperaban el control. Algo más de 3 años después tiene una nueva cara y una nueva vida.
Han pasado ya tres años desde aquella portada y Aesha tiene 22 años y por delante está el reto de superar aquello de la mano de la cirugía a la que se ha sometido en Estados Unidos, donde recibió asilo político, para reconstruir las partes que le fueron mutiladas.
Hoy, ella está a solo unas cirugías menores de tener la nueva nariz que anhelaba, y con ella el nuevo rostro con el que lleva soñando desde hace años.
Los procedimientos son agotadores. Se ha tenido que someter a una dolorosa expansión de la piel de su frente, han tenido que hacerle injertos de hueso y de cartílago. Pero este verano, por fin y por primera vez en años, ella aparecerá de nuevo como era antes del ataque.
Pero la reconstrucción de su nariz y la reconstrucción de una vida son dos asuntos muy diferentes. Para la primera, depende de los demás, pero para la segunda, es Alesha quien debe hacer el trabajo.
Con el final de la transformación de su rostro a la vista, ella cree posible todo lo demás para ella y su familia: una educación, una carrera, la independencia.
"Ella es una chica muy inteligente. Y su futuro está realmente en sus manos. Pero nosotros debemos guiarle, mostrarle el camino correcto y el equivocado", dice Mati Arsala, que ejerce como su padre y se enfrenta a sus propios retos. "No existe ninguna limitación para que ella llegue donde quiera", asegura.
CNN ha estado siguiendo el viaje de Aesha en Estados Unidos desde enero de 2011, un año antes de que incluso pudiéramos hablar directamente con Aesha. Su viaje comenzó pasando unos meses en California, donde se suponía que debía someterse a la cirugía reconstructiva, pero se le consideró demasiado inestable emocionalmente para asumir su situación.
Luego se fue a Nueva York, donde permaneció un año bajo el cuidado de una asociación sin ánimo de lucro de mujeres afganas. Allí progresó, con la ayuda de profesores particulares, clases de inglés y terapia. Sin embargo, la red de apoyo en Nueva York no podía darle algo que ella finalmente necesitaba.
Aesha quería una familia. Y después de reunirse con Mati, su esposa Jamila Rasouli-Arsala y la hija del primer matrimonio de Jamila, Aesha inició una campaña para unirse a ellos después de meses de llamadas telefónicas. Sabiendo lo que había pasado, y creyendo que podría darle algo que nadie más podía hacerlo, le abrieron sus puertas. A finales de noviembre de 2012, se mudó a su casa en Fredrick, Maryland.
"He sufrido mucho en mi vida", dijo Aesha, mientras Jamila le ayuda con la tradución, días antes de su primera cirugía en junio del año pasado. "Ahora siento que la luz entra en mi vida".
Sus padres sustitutos, sin embargo, ahora están nadando en su propio mar de preocupaciones.
Días antes de la última Navidad, Mati perdió su trabajo de ingeniería con Bechtel, donde llevaba 30 años trabajando. Y Jamila, que había sido ginecóloga en Alemania antes de mudarse a los EE.UU. para unirse a Mati, ha tenido problemas para encontrar su carrera profesional. Ella tiene que completar un programa de residencia para ejercer la medicina aquí, pero hasta ahora ha sido incapaz de conseguir plaza en el mismo.
Jamila pasó la mayor parte del año pasado en Nueva York, lejos de su familia, trabajando en un hospital de Brooklyn como médico de familia -con una baja remuneración y muchas exigencias, como sucede con casi todos los médicos en su situación-, con la esperanza de que ayudaría a una residencia más cercana a su familia. Pero, por tercer año consecutivo, llegó con las manos vacías, no pudo conseguir su objetivo. Un año más tendrá que continuar compaginando su trabajo en Nueva York con su familia en Maryland.
Su movilidad, con su familia y también a nivel profesional, está limitada en parte por las cirugías de Aesha. Ella recibe tratamiento gratuito en el Centro Médico Walter Reed del Ejército Nacional en Bethesda, Maryland. Una vez que su nariz se complete en los próximos meses, los médicos se encargarán de sus orejas, un proceso reconstructivo menos engorroso, pero que llevará tiempo.
Sus orejas a ella tampoco le preocupan tanto. Su larga melena de pelo oscuro, hasta la cintura, las cubre perfectamente.
Cara transformada de Aesha, y su sensación de paz y consuelo en su nueva casa de Maryland, es un testimonio de su avance. Pero a medida que progresa física y emocionalmente, en otros aspectos, la vida de Aesha está en espera, tambaleándose por momentos entre la inercia y la regresión.
"Ha estado viviendo en una burbuja protectora desde que su proceso quirúrgico se inició hace 11 meses. Está flotando entre cirugías y apenas se relaciona con el mundo exterior. Ella y los que cuidan de ella, dicen que no puede correr el riesgo de contraer un resfriado o, peor aún, una infección.
Por eso dejó de ir a sus clases de inglés semanales y apenas habla un poco más el idioma. Se queda despierta noches enteras viendo videos de Bollywood y sobre fabricación de joyas y duerme durante el día", afirma en su reportaje la CNN.
Mati y Jamila quieren darle tiempo para que se cure. Ahora no es el momento para empujarla, dicen. Muy pronto, cuando su nariz esté completa, no tendrá más remedio que seguir adelante.
Pero, ¿qué será de ella?, dada su diagnosticada inestabilidad por causas de todos los años de maltrato físico y psíquico. Aunque con la educación, sin restricciones, que está recibiendo su entorno confía que saldrá adelante.
Aunque, no hay espejo que pueda dar esas respuestas, ni reflejar como será la reconstrucción de su vida.
Quiero decirles a todas las mujeres que sufren maltrato, "Quiero decirle a las mujeres que sufren de abuso que sean fuertes, que nunca se rindan y no pierdan la esperanza", expresó esta joven luchadora por la vida en la primera entrevista televisada de la misma.
Aunque sus heridas van cicratizando poco a poco, y con el tiempo volverá a tener la imagen que desea, las cicatrices del calvario que vivió, y que pocos pueden imaginar, no desaparecerán nunca.
Aesha's wounds are healing, but she lives with the scars of an ordeal few could imagine
Fotografía capturada de la versión online del periódico británico Daily Mail

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