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viernes, 28 de diciembre de 2012

Mali, el caos y el hambre dominan el pais

Desde el golpe de estado que derrocó al anterior Presidente Toumani Touré, este país situado en África Occidental vive una situación donde el hambre y el caos van tomando el control del mismo. Han pasado 10 meses y no se vislumbra una solución a un conflicto abierto en varios frentes. Los deseos independentistas de la mayoría tuareg del norte del país, por un lado, y la actuación de grupos islamistas que han sembrado el terror entre la población civil, por otro, han extendido los combates y actos de violencia por toda la geografía de Mali ante la incapacidad del actual gobierno de restablecer la normalidad. Así, entre el conflicto con los tuareg, que poco a poco van tomando posiciones en el norte del país y conquistando la región conocida como Azawad, los combates entre las tropas leales al ex presidente Touré, y los rebeldes -leales al actual líder de la Junta Militar golpista capitán Haya Amadou Sanogo- y al Presidente Dioncounda Traoré, miles de personas se vieron obligadas a refugiarse en países como Burkina Faso, Níger, Mauritania (países donde el hambre ya es un gran problema social) y Argelia.
En este conflicto -al cual es ajeno el mundo occidental- los grupos islamistas (algunos cercanos a Al Qaeda) se están dedicando a la destrucción sistemática de monumentos considerados patrimonio de la humanidad por la Unesco. Según informaba El País el pasado día 24: "Tombuctú, la ciudad mítica del Sahara, cuyo nombre evoca exotismo y misterio, crisol de culturas desde la Edad Media, está sufriendo la misma suerte que los budas de Bamiyán bajo los talibanes afganos: la destrucción total de su patrimonio histórico por parte de la milicia cercana a Al Qaeda que controla el Norte de Malí". "No quedará un solo mausoleo en Tombuctú. Alá lo quiere así", declaró Abú Dardar, líder del grupo Ansar al Dine, cercano a Al Qaeda. En el norte del país, controlado por los grupos islamistas más radicales, la sharia es la ley que rige, y su aplicación más dura es habitual en esta zona (conocida como el estado islámico del Azawad), por lo que son ya numerosos los casos de supuestos ladrones a los que se les amputan las manos.
The New York Times publica hoy bajo el título "Se extiende la aplicación de la ley islámica en el norte de Mali" un extenso reportaje sobre el asunto en el que podemos leer las declaraciones de un jefe de policía de la zona, que le cortó la mano a su propio hermano. El mismo comentó para el citado periódico: "Corté la mano de mi hermano", dijo Aliou Touré, para continuar diciendo "No teníamos más remedio que practicar la justicia de Dios." Estas amputaciones, que suelen ser efectuadas públicamente, han sido condenadas desde la ONU y otras organizaciones, pero aún así son una práctica habitual entre los grupos islamistas más radicales. Según menciona el NYT al menos 14 veces se ha llevado a cabo la práctica de esta punición prevista en la ley islámica. Así como azotes públicos, considerados como penas más "leves" por delitos menores (escuchar la radio, fumar…) e incluso se ha dado un caso conocido de lapidación hasta la muerte (condena a la que fue sentenciada una pareja por tener hijos fuera del matrimonio). Toda sanción permitida por la ley islámica se está aplicando en innúmeros juicios rápidos y rudimentarios. Según Abdou Sidibé, diputado parlamentario de Gao, ahora en el exilio en la capital, Bamako, los juicios se realizan a puerta cerrada y las sentencias son aplicadas el mismo día. Y continúa comentando: "Los jihadistas están tratando de vender el antiguo edificio donde se encontraban los tribunales penales en Gao porque ya no tienen ningún uso para ellos. En Tombuctú, la justicia se imparte desde una habitación en un hotel de primera”.
Muchas de las víctimas de las amputaciones se han dirigido a Bamako, en el sur del País, el cual, a pesar de sufrir una gran volatilidad política, se ha convertido en un refugio para decenas de miles de personas que huyen de las duras condiciones en el norte, incluido el reclutamiento forzoso de niños soldados por los islamistas.
En el sur de Malí el último suceso ha sido la dimisión del primer ministro Cheikh Modibo Diarra y la de todo su equipo tras ser arrestado por efectivos de la Junta Militar que protagonizó el golpe de Estado del pasado 22 de marzo, acusado de bloquear las instituciones contra los intereses del país.
A pesar de la situación no existe la posibilidad de una intervención rápida de tropas de paz que pongan fin al conflicto, a las torturas, matanzas y explotación de niños soldados, así como al hambre de millones de personas que están sufriendo diariamente como consecuencia del mismo. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el pasado día 20 una resolución por la que se autoriza, por etapas y bajo condiciones, una intervención militar que se produciría, en el mejor de los casos, a partir de septiembre de 2013, aunque Francia quiere que llegue mucho antes, incluso en el primer trimestre del próximo año.
Por otra parte, desde la Unesco se alzan voces para una intervención inmediata. Irina Bokova, directora general de esta organización, lanzó un llamamiento a la comunidad internacional para que se adopten todas las medidas necesarias que garanticen la protección de los bienes que forman parte de la identidad de Mali, de su pueblo y de toda la humanidad, así como de los habitantes de esa nación.

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