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domingo, 30 de diciembre de 2012

Desempleo juvenil, las consecuencias de la incapacidad de un modelo

En Octubre del presente año la O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo) presentó un pequeño estudio en el que mostraba cifras de desempleo juvenil en algunos países.
  De 8 a 11 por ciento en Australia, Alemania, Japón, República de Corea y México
  De 15 a 18 por ciento en Argentina, Brasil, Canadá, Estados Unidos, Federación Rusa, Turquía
  De 21 a 23 por ciento en Francia, Indonesia, Reino Unido
  De 35 a 52 por ciento en Italia, España, África del Sur

Diferentes estudios (IBGE, Eurostat, Oficina de Estadística de Japón e Indec) sobre el mismo tema convertidos en un mapa mundial del desempleo entre jovenes nos muestran cifras similares a las anteriores.
Pueden consultar el mismo en el enlace siguiente: http://www.estadao.com.br/especiais/mapa-mundial-do-desemprego-entre-jovens,153888.htm
En este mapa no se encuentran excesivas diferencias con las difundidas por la O.I.T. y nos muestra claramente que, independientemente del nivel de desarrollo de una economía, los grandes perjudicados de los diferentes modelos actuales son los jóvenes que buscan su primera oportunidad de trabajo. En casi todos los países estudiados observamos que el índice en este segmento se duplica en relación a las cifras globales de desempleo del país.
Mientras la propia O.I.T. ha manifestado en repetidas ocasiones que continuamente se están superando las cifras históricas de las personas sin posibilidades de trabajar en este grupo, estas cifras no nos muestran que un alto porcentaje de los jóvenes ocupados lo son gracias a una economía sumergida en la que sobrevive un importante colectivo, y que en caso contrario las mismas serían muchos mayores.
En Argentina los episodios de violencia (saqueos a supermercados, enfrentamientos con la policía...) previos a la Navidad, nos han mostrado claramente que los jóvenes y mujeres son los grupos más perjudicados por el modelo económico actual y la crisis en la que nos ha envuelto.
Es innegable que la falta de trabajo y oportunidades entre el sector más joven es un desastre para la sociedad, y aunque los políticos lo comparen con un cáncer o una plaga, la verdad es que ha sido su ineficiencia e incompetencia como gestores la que ha llevado a este grupo a tener que sobrevivir en situaciones totalmente desfavorables para su evolución económica y social.
Las altísimas cifras de desempleo juvenil en el mundo son una bomba social y económica que puede estallar en cualquier momento con consecuencias inimaginables. Para estos jóvenes desempleados tras años de estudio y formación -que se consideran casi una generación perdida pese a su potencial- que no tienen nada que perder, que sienten que el tiempo les está dejando atrás y que son los grandes olvidados del modelo actual, la frustración y el desespero les puede llevar a la búsqueda de soluciones alternativas para su situación.
Ellos, que deberían aportar para las empresas y la sociedad sus conocimientos, capacidad de innovación, ideas nuevas, observan con tristeza y desaliento como sus posibilidades de participar activamente en el desarrollo de sociedades y empresas se va disipando como la niebla sin que aparezcan oportunidades para demostrar su calificación profesional y personal. Sin empleo, la capacidad para crear familias es nula, el estado anímico se resiente, y el precio económico y social para ellos y para todos es inasumible.
Esta juventud -que en España es histórica por su grado de competencia, tras ser quizás la primera absolutamente libre de las trabas del pasado, con capacidad económica familiar para ofrecer una buena formación, emocionalmente sana, con una educación deportiva desde niños, una visión más democrática y liberal del entorno familiar y social- está viendo pasar el tren de la evolución económica y social sin poder subirse y colaborar en su desarrollo e innovación.
Sólo nos queda exigir a los mediocres políticos que rigen nuestros destinos económicos y sociales, que tomen conciencia de que el futuro pasa -necesariamente- por que los jóvenes formen parte activa del desarrollo económico y social de nuestros países, dado que sus actuaciones -como quedó demostrado durante la Primavera Árabe- son el impulso renovador de nuevos modelos de convivencia democrática.


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