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domingo, 9 de diciembre de 2012

La indiferencia, una actitud destructiva

Edmund Burke (1729 - 1797) pensador, político y escritor irlandés. Independientemente de su tendencia conservadora -crítico con la Revolución Francesa de 1789- lo que nos interesa no es su pensamiento político sino algunas de las frases que nos dejó como herencia: "Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada". O "Hay un límite en que la tolerancia deja de ser virtud".
Albert Einstein (1879 - 1955), en referencia al mismo tema dijo: "El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad".
Una crítica a esa actitud adoptada por millones de personas como elección de vida la encontramos en un famoso poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892 - 1984) -internado en campos de concentración nazis desde 1938 hasta 1945- que en principio apoyó la ascensión al poder de los nazistas e incluso se alzó contra las voces de otros sectores eclesiásticos que hicieron un llamamiento a los cristianos para ayudar a los judíos perseguidos, respondiendoles "la iglesia tiene que preocuparse por su propia seguridad antes de alzar la voz por los otros". Sin embargo, con el tiempo fue percibiendo la realidad del régimen nacional-socialista y, a finales de la década de los años 30, inició su oposición al mismo, lo que le costó pasar de figura del régimen a los campos de concentración (Sachsenhausen y Dachau) pues llegó a la conclusión de que crímenes como esos no eran contra uno u otro grupo, eran crímenes contra la humanidad. Así, nos dejó este poema:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

La indiferencia es un error básico de la mente y conduce a la insensibilidad, la anestesia afectiva, la frialdad emocional y el insano despego psíquico que acoraza el yo y nos conduce al aislamiento interior y la ausencia de empatía hacia los problemas ajenos.
En estos momentos en los que somos los protagonistas de la historia no podemos ser indiferentes a todo lo que está sucediendo, a toda la corrupción existente, a las políticas destructivas de los derechos sociales árduamente conquistados, a las libertades amordazadas, a la sanidad limitada, a la educación degradada, a la aniquilación de los derechos de los trabajadores, el contínuo deterioro del respeto hacia los ciudadanos.
Tomemos una actitud, pero que ésta no sea la indiferencia, pues aunque hoy estemos bien quizás mañana estemos en la misma situación que nuestro vecino, pero ya no quedará nadie para ayudarnos. Sólo si creemos que somos capaces podremos salir de esta situación en la que nos han sumergido políticos, banqueros y empresarios corruptos y sin escrúpulos y considero que, si eliminamos el lastre, conseguiremos salir a flote.

1 comentario:

  1. Gracias por esta reflexión. Es tan cierta... Ante la gran cantidad de información que nos llega y los desajustes que se producen a lo largo y ancho del mundo, hay quien se muestra insensible; pero yo creo que muchos tendemos a sentir una gran impotencia que nos paraliza a la hora de emprender alguna iniciativa. Esa es una sensación que me persigue desde hace muchos años. Con el tiempo he ido descubriendo que yo ni nadie unívocamente podemos acabar con el mal en el mundo. Pero cada uno tenemos nuestra pequeña parcela de responsabilidad (cada cual según su personalidad, habilidades, circunstancias, etc.) y no deberíamos mirar hacia otro lado. Necesitamos ser humildes para aceptar que no somos redentores, pero tampoco indiferentes al sufrimiento ajeno. Algun@s pueden colaborar directamente saliendo al paso ante determinadas necesidades (la mal interpretada pero necesaria caridad); otr@s pueden trabajar para anticiparse a ellas de diferentes maneras(prevención); otr@s tienen la capacidad de levantar su voz y movilizar a otras personas (denuncia); otr@s pueden aportar criterios en cada situación que ayuden a construir un mundo más justo para todos. Nadie está obligado a dar más de lo que tiene... Pero nadie queda excluído. Tod@s tenemos la capacidad de mejorar sensiblemente nuestro entorno. Esa es nuestra pequeña y gran responsabilidad que no debería ser eludida.

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