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lunes, 10 de febrero de 2014

Bosnia-Herzegovina, Un complejo sistema político administra un país al borde de la desesperación

 Manifestantes antigubernamentales y policías en Sarajevo
Durante años, la mejor descripción de la situación en Bosnia-Herzegovina ha sido "estancada pero estable".
Pero estos últimos días Bosnia-Herzegovina vuelve a estar en la portada de los periódicos de todo el mundo e incluso abrir nuestras pantallas como principal información de los diferentes telenoticias.
El país de la antigua Yugoslavia que vivió entre 1992 y 1995 una sangrienta guerra, que dejó más de 100.000 muertos, entre las fuerzas leales al gobierno legítimo de la república constituida el 6 de abril de 1992 y los radicales serbios y croatas respectivamente no fue una guerra civil, estrictamente, interétnica aunque sea la imagen que siempre se ha querido mostrar.
Su protagonismo actual no es precisamente porque haya nuevos enfrentamientos étnicos sino por las protestas violentas de importantes sectores de la población de las principales ciudades: Tuzla, Sarajevo, Zenica, Mostar, Banja Luka, población mayoritariamente serbia, y otras localidades del país, debido a un cúmulo de descontento popular, fruto de dos décadas de desgobierno y de la crisis económica (44% de paro, hasta el 58% el juvenil; 20% de la población bajo el umbral de pobreza); un tsunami de cólera y frustración ciudadanas.
Las protestas que sacuden Bosnia desde el miércoles, originadas en la práctica por una manifestación de obreros de fábricas privatizadas en Tuzla (noreste), atraviesan las líneas sectarias, las clases sociales y las generaciones; también pulverizan la política. Sin líderes, tan espontáneas como la comunicación a través de las redes sociales, han sacado a la calle a miles de personas y han puesto patas arriba algunos símbolos de esa maraña de instituciones que, en virtud de los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra (1992-1995), condena al país a una esclerosis administrativa.
Ahora, con una velocidad asombrosa, los analistas ya están hablando de una "primavera bosnia".
En Tuzla, Mostar, Zenica y Sarajevo, los manifestantes incendiaron edificios gubernamentales y ha habido protestas en gran parte del resto del país. Cientos de personas resultaron heridas, incluidos policías.
Los políticos condenaron a los "vándalos" por la violencia, pero muchos están asustados.
Las fotos de autos lanzados a un canal en Zenica, presumiblemente pertenecientes a políticos, se volvieron virales.
Los problemas comenzaron el miércoles en la ciudad norteña de Tuzla. Trabajadores de varias fábricas que fueron privatizadas y están en bancarrota se unieron para exigir acción en torno a los empleos, salarios pendientes y pensiones.
Personas ayudan a un policía heridoA los obreros se les juntaron estudiantes y activistas políticos. Después de que empezaron a arrojar piedras contra en tribunal local, estalló la violencia.
La guerra de cuatro años en Bosnia terminó en 1995 y desde entonces ha habido pocas protestas sobre temas sociales.
Hasta 2006 hubo avances para convertir a Bosnia en algo parecido a un estado más funcional. Pero de un tiempo a esta parte, los políticos bosnios se quedaron en un estado de absoluto estancamiento y, como el resto de los Balcanes occidentales, el país ha sido duramente golpeado por años de crisis económica.
El desempleo alcanza niveles estratosféricos y ninguno de los indicadores económicos apunta a una recuperación seria.
Las industrias de la era socialista, que dominaban ciudades como Tuzla, quedaron mayormente en ruinas tras la guerra. Las privatizaciones solían ser corruptas, con gente bien conectada comprando compañías para despojarlas de sus activos y lograr una ganancia rápida, antes de declararlas en bancarrota.
Durante años, los bosnios han estado furiosos con sus políticos, sobre quienes existe la creencia universal de que son corruptos. Pero la guerra dejó a la gente apática, asustada y cínica.
Los años del conflicto causaron profundos traumas que hicieron que la indignación por el modo en que los políticos prosperaban mientras los niveles de vida declinaban fuera reprimida por temor a un retorno a la guerra.
El problema político básico de Bosnia es que la guerra dejó a su pueblo con un estado disfuncional.
Bosnia, aunque es formalmente un estado como los demás, reconocido por la ONU y las principales instituciones internacionales, en la práctica no funciona como un estado integral sino como una confederación: las dos partes que la integran son: la Federación de Bosnia y Herzegovina, de mayoría musulmana y croata  -compuesta por diez cantones, dominados por bosniacos (antes llamados bosnios-musulmanes) o por los croatas bosnios, y una ciudad, Brcko, que es una entidad autónoma-, y la República Srpska, de mayoría serbia -cuyo líder Milorad Dodik desea convertir en un estado independiente-, son dos entes totalmente autónomos, con constitución y poderes ejecutivos, legislativos y judiciales propios.
Esta atípica situación generó que las atribuciones del gobierno central fuesen mínimas: gestión de la política exterior, diplomática, financiera y de comercio así como de las aduanas internacionales. Por no tener, Bosnia no tiene ni presidente sino una presidencia rotatoria en la que un bosniomusulmano, un croata y un serbio se relevan cada ocho meses. Son, pues, dos entidades soberanas unidas por un pequeño cordón umbilical común.
Con apenas 3,8 millones de personas, a veces se dice que lo que Bosnia necesita realmente es sólo un alcalde, pero las divisiones étnicas significan que es imposible cambiar la situación.
De hecho, desde 2009 los líderes de Bosnia han estado preocupados por el "caso Sejdic-Finci" que, si bien es importante en sí mismo, no tiene relevancia para la mayoría de la gente, más interesada en empleos, escuelas y cuidado de la salud.
Bajo los términos de los acuerdos de paz de Dayton, que pusieron fin a la guerra en 1995, algunos puestos clave, como los de miembros de la presidencia tripartita, están reservados sólo para serbios, croatas y bosnios.
Esto fue impugnado con éxito ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por Jakob Finci y Dervo Sejdic, judío y gitano, respectivamente.
Desde entonces, funcionarios europeos y estadounidenses han probado todo para convencer a los líderes de Bosnia de adaptar la constitución, pero sin éxito.
Sin embargo, asuntos como estos han dejado sin aire al debate político y la economía siempre queda descuidada.
Todos los países balcánicos, incluida Croacia, que se integró a la Unión Europea el año pasado, fueron afectados por la crisis económica y comparten muchos de los mismos problemas.
Pero en Bosnia el legado de la guerra significa que son pocos los que aún esperan un cambio. Por este motivo, la ira ha fermentado durante años, pero ahora está hirviendo.
¿Cambiarán realmente algo las protestas?
Dos puntos importantes. Primero, las protestas sociales del verano en Sarajevo se desvanecieron muy rápidamente, a pesar del entusiasmo.
Segundo, hasta ahora las protestas son mayormente un asunto de los bosnios.
Mientras los manifestantes han sido abiertamente antinacionalistas, en lo que va de las protestas no se han extendido a la República Srpska ni a las áreas predominantemente croatas, ni siquiera porque todos en Bosnia enfrentan exactamente los mismos problemas económicos.
Este año el calendario bosnio tiene tres acontecimientos grandes.
Habrá elecciones, su equipo de fútbol -mayormente apoyado por bosnios- jugará en el Mundial de Brasil, y Sarajevo conmemorará el centenario del evento que cambió al mundo: el asesinato del archiduque Francisco Fernando en junio de 1914, que detonó la Primera Guerra Mundial.
Todavía es demasiado pronto para afirmar si 2014 será alguna vez recordado como el año que cambió a Bosnia. Pero hoy las esperanzas son altas.
"Mi impresión es que no hay vuelta atrás", indica Dusica Ikic-Cook, una administradora de empresas en Tuzla.
"Creo que lograremos resultados, aún si sólo la Federación acaba con su inmensa administración, que está succionando todo nuestro dinero".
Autos incendiados en Sarajevo

Para algunos la situación refleja "Lo nunca visto, jamás había habido tantas dimisiones de golpe. Nos ha quedado claro que por las buenas no se logra nada, y eso que soy contraria a toda forma de violencia. Pero llevábamos meses protestando sin resultado", explicaba ayer en Sarajevo Tiana H., abogada de una ONG de derechos humanos. Como ella, un millar de personas se concentró pacíficamente ante la fiscalía para pedir la puesta en libertad de los 37 detenidos el viernes, "es la cifra oficial, pueden ser muchos más, y algunos son menores", apunta la activista.
"Creo que estamos ante una primavera bosnia genuina. No tenemos nada que perder y habrá cada día más gente en las calles porque hay cerca de 550.000 desempleados en el país", declaraba a Reuters Almir Arnaut, un economista en paro que ha participado en las protestas de Tuzla. También Amira Sadikovic, un profesor reconvertido en activista describía a la agencia de noticias la sensación que se respira en el país: "me siento como si estuviera en 1992 otra vez".
La comunidad internacional, cuenta en Bosnia con un alto representante con poderes discrecionales, decidió desde el 2006 dejar de intervenir progresivamente en la vida política. Durante años, los altos representantes imponían leyes o destituían a responsables políticos.
En una entrevista publicada ayer por, el diario de Austria, Kurier, el actual alto representante para Bosnia, el austríaco Valentin Inzko, indicó que "si la situación empeora" la UE podría enviar más soldados a Bosnia, aunque precisó que "por ahora no".
Dos partidos políticos miembros de la coalición en el poder pidieron ayer elecciones legislativas anticipadas para calmar el descontento popular. Éstas están previstas para el mes de octubre.
Según informa Europa Press, el presidente de Bosnia y representante bosnio-croata en la Presidencia tripartita del país, Zeljko Komsic, ha asegurado, hoy, que estaría dispuesto a dimitir si continúan las manifestaciones registradas desde la semana pasada en todo el país en contra de la corrupción, el desempleo y la parálisis política, ha informado el diario bosnio Oslobodenje.
La revuelta, al igual que en Brasil en junio del pasado año, no tiene líderes, y aunque eso tiene su lado bueno, también tiene el malo por la dificultad para vehicular las demandas, lo que puede provocar que al final termine desintegrándose el movimiento o siendo engullido por el sistema.
Los jefes de gobierno de Tuzla, Zenia y Sarajevo han dimitido presionados por la calle. Cientos de policías y civiles han resultado heridos en los enfrentamientos.
Algunos analistas advierten del riesgo de una explosión del descontento popular, en un país donde el desempleo afecta a 44% de la población, según la agencia nacional de estadística, aunque el banco central reduce este porcentaje al 27,5%, debido al elevado número de personas que trabajan en la informalidad.
Pero, si los políticos locales lo quieren ver, y ayuda la comunidad internacional, estas protestas pueden tener un efecto muy positivo para el país. ¿Cuál podría ser esa consecuencia positiva de las protestas? Que la clase política bosnia -de todas las etnias- se comprometiese a emprender las reformas necesaria para dotar de más poderes al gobierno central, para que, de esa manera, puedan implementarse las políticas de confianza y estabilidad institucional que se echan en falta.

1 comentario:

  1. Estoy citando sus artículos en un ensayo sobre post conflicto. Me gustaría, que ampliara un poco mas su perfil, para sustentar el porque lo cito a usted, de otro lado si le es posible agregar sus fuentes y dar autoría del registro fotográfico. Gracias

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