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viernes, 18 de octubre de 2013

India, 250.000 agricultores del país se han suicidado en los últimos 16 años

Se calcula que más de 250.000 agricultores de la India se han suicidado en los últimos 16 años agobiados por sus deudas, la mayor ola de suicidios registrada en la historia de la humanidad, según el informe "Cada 30 minutos: suicidios agrícolas, derechos humanos y la crisis agraria en India".
Aunque no es una noticia nueva, no ha dejado de ser un triste y dramático ejemplo de uno de los efectos negativos de la globalización, las sugerencias hechas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a los países del “tercer mundo”, las semillas genéticamente modificadas y el lado perverso de uno de los componentes principales del sistema económico que rige actualmente nuestras sociedades: el crédito.
Me parece que esta noticia decepcionaría profundamente a Mahatma Gandhi, quien logró la independencia de la India valiéndose de tácticas de resistencia no violentas como animar a la población a rechazar los tejidos extranjeros e hilar algodón para hacerse su propia ropa, impulsando con ello la autosuficiencia económica del país.
Es por ello que decidí traducir parte de este estudio elaborado por el Centro de Derechos Humanos y Justicia Global de la facultad de derecho de la Universidad de Nueva York, que describe detalladamente los factores que han contribuido a esta alarmante ola de suicidios:
Tan sólo en 2009, el año más reciente para el que hay cifras oficiales disponibles, 17.638 agricultores se suicidaron, es decir uno cada 30 minutos. Y aunque las cifras son sorprendentes, subestiman considerablemente el número real de agricultores que se suicidan. Las mujeres, por ejemplo, suelen ser excluidas de las estadísticas de suicidio de agricultores porque la mayoría no tienen un título de propiedad sobre la tierra, requisito para ser reconocido como agricultor en las estadísticas oficiales.
Hasta la fecha 1,5 millones de familias sobrevivientes se han visto afectadas por la crisis de suicidios. Y millones continúan haciendo frente a los problemas que han hecho que tantos agricultores se quiten la vida. Y es que en un mal año, el dinero de la venta de la cosecha de algodón a veces no cubre ni siquiera el costo de los insumos, y ni qué decir del interés usurero que los bancos cobran por los préstamos.
Así que la única manera de salir adelante que los agricultores encuentran suele ser endeudarse más para comprar más insumos, contribuyendo con ello a la espiral de endeudamiento. Irónicamente, muchos agricultores se quitan la vida ingiriendo el pesticida que se endeudaron para comprar.
El algodón ejemplifica el cambio general de la India hacia el cultivo de cosechas que se pagan en efectivo, cambio que ha contribuido considerablemente a la vulnerabilidad de los agricultores. Como en el caso de otras cosechas de este tipo, la industria del algodón de la India está dominada por multinacionales extranjeras que promueven semillas genéticamente modificadas y ejercen un creciente control sobre el costo, calidad y disponibilidad de los insumos agrícolas.
En los años 90 el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones financieras internacionales alentaron a la India adoptar nuevas políticas económicas basadas en la liberalización del comercio, el ajuste estructural y las privatizaciones. La meta de esas políticas era “promover un rápido desarrollo económico dentro de la India”.
Así que para cumplir con las propuestas, la India abrió sus mercados tanto al comercio mundial como a una serie de empresas multinacionales. La implementación de estas políticas, que se centraban en que el Estado se retirara de varios sectores económicos, también produjo la abolición de los subsidios agrícolas de la India que habían apoyado a los agricultores durante décadas.
Como resultado de las reformas económicas, los productores de algodón indios se vieron empujados a competir en el mercado internacional, con lo que se volvieron extremadamente vulnerables a la volatilidad de precios del mercado mundial. Y conforme las nuevas políticas económicas integraron a la India en el mercado mundial, la devaluación resultante de su moneda, la rupia, hizo que los precios bajaran y que la demanda de cosechas de la India aumentara.
Para capitalizar esta fuente potencial de ingresos, el gobierno instó a los agricultores a cambiar al cultivo de cosechas que se pagan en efectivo y reorientarse hacia las exportaciones. Las cosechas que se paga en efectivo, como la del algodón, pueden producir un ingreso a corto plazo, pero la larga se ven afectadas por los elevados niveles de volatilidad en los precios. En consecuencia el repentino cambio de la India a cosechas que se pagan en efectivo produjo una sobresaturación en el mercado mundial, y a su vez, a una depresión en el precio del algodón.
Por su parte los productores de algodón de la India se vieron orillados a competir con empresas extranjeras que entraron al mercado nacional. Estos participantes, principalmente de países desarrollados, pudieron ganar cuota de mercado rápidamente en el país debido a dos factores: uno, el precio de sus productos fue establecido artificialmente bajo como resultado de los subsidios agrícolas que reciben en sus países, y dos, la eliminación de aranceles a las importaciones por parte del gobierno de la India que abarató la importación de sus productos.
Con el fin de competir en el mercado mundial, los productores de algodón de la India empezaron a utilizar insumos nuevos caros que incorporan biotecnología innovadora y prometían producir mayores rendimientos y ser más resistentes a las plagas.
Sin embargo, con frecuencia los insumos no cumplieron esas promesas, por lo que los agricultores acabaron endeudándose más al no lograr producir suficiente para compensar el encarecimiento de los insumos. Estos insumos, vendidos por empresas multinacionales extranjeras, sólo estuvieron disponibles para los agricultores nacionales tras la apertura de los mercados de la India como consecuencia de las reformas económicas.
A pesar de estos problemas el gobierno de la India siguió alentando a los agricultores a que cambiaran a cosechas que se pagan en efectivo. Y aunque actualmente la India es uno de los principales productores y exportadores de algodón, el mercado está dominado por un grupo de pequeñas empresas multinacionales que ejercen un creciente control sobre el costo, la calidad y la disponibilidad de insumos agrícolas, como en la mayoría de los mercados de cosechas que se pagan en efectivo.
Las multinacionales aprovecharon la liberalización del mercado y las políticas de ajuste estructural de la India para promover agresivamente el uso de semillas genéticamente modificadas en la agricultura nacional. Como resultado, en 2002 la comisión de aprobación de ingeniería genética dio su visto bueno al algodón Bollgard Bt de Monsanto genéticamente modificado para producir toxina Bacillus thuringiensis, un insecticida que se supone que mata a la plaga conocida como American Bollworm. Desde entonces la comisión ha aprobado cientos de variantes del algodón Bt producido por una serie de empresas.
En consecuencia una gran mayoría de productores indios de algodón invirtieron en esta nueva variante genéticamente modificada. Tan sólo en un año, de 2005 a 2006, el número de hectáreas cultivadas con algodón Bt subió 260% a 3.28 millones de hectáreas.
Para 2009, 85% del algodón producido la India era del tipo Bt. Los agricultores creían que el pesticida genéticamente modificado en la semilla permitiría que sus cosechas de algodón sobrevivieran a las invasiones del gusano bollworm, logrando un mayor rendimiento y un menor porcentaje de fracaso de las cosechas.
Sin embargo para agricultores como Vithal Bhindarwa invertir en la semilla de algodón Bt fue un error. Bhindarwa compró las semillas más caras con créditos por más de 28.000 rupias, equivalentes a 566 dólares, del banco estatal y prestamistas privados. Pero cuando su cosecha falló en 2008 como resultado del mal clima, Bhindarwa no pudo pagar sus préstamos, así que se quitó la vida ingiriendo veneno para rata. Su hijo Gajanan de 22 años quedó como cabeza de familia.
Esta historia no es inusual. Demasiados agricultores que invirtieron en semillas de algodón Bt se han endeudado en exceso. La razón es que este tipo de semillas exigen más de dos recursos que son escasos para muchos agricultores: dinero y agua. Las semillas de algodón Bt suelen costar al menos el doble que las de otras variedades. Y además, las multinacionales que las comercializan sólo permiten su venta como híbridos, lo que evita que los agricultores replanten las semillas al año siguiente.
Así que para poder pagar estos costosos insumos, muchos agricultores optaron por endeudarse. Y muchos de los pequeños agricultores suelen recurrir a prestamistas de su comunidad, que con frecuencia cobran tasas de interés de usura.
Con semejantes desembolsos de capital y tasas de interés, los agricultores se ven bajo una enorme presión para generar suficiente el rendimiento tan sólo para recuperar los costos.
Además las cosechas de los agricultores que no tienen acceso a sistemas de irrigación y cuyos cultivos dependen de la lluvia suelen fracasar. En la India 65% de las plantaciones de algodón dependen de la lluvia, y es probable que el problema se exacerbe conforme la India privatice los sistemas de agua e irrigación.
La magnitud del problema no debe opacar el hecho de la tragedia individual que se encuentra detrás de cada una de estas muertes, ya que las familias heredan las deudas, los niños tienen que dejar de ir a la escuela para ayudar en el campo y, en ocasiones, los familiares supervivientes acaban suicidándose también por la desesperación.
Un ejemplo es el de Nanda Bhandare, productora de algodón que vive con su suegra y sus dos hijos en una casa de una habitación.
"Ni siquiera ganamos 10.000 rupias (250 dólares) al año con nuestras siete acres", dijo. Su marido se suicidó en 2008. Y su hijo y su hija tuvieron que abandonar sus estudios cuanto tenían 12 y 10 años respectivamente para ayudar a su madre en el campo.
Ganesh Diliprao Kale tenía 13 años cuando su padre se suicidó en el estado de Maharashtra, en 2009. Sus tíos también se han suicidado y ahora Ganesh trabaja las tierras de la familia. Otro caso es el de Rekha Thag, cuyos dos hijos estaban estudiando cuando sus suegros la sacaron de su casa luego de que su marido se suicidó. Su padre también se suicidó.
Nandkishore Yadav, de 35 años, se suicidó tomando veneno en la aldea de Harai, del estado central de Madhya, tras verse acorralado por las deudas que tenía que pagar.
"La cosecha de mi hermano se arruinó con las lluvias de septiembre. Había pedido dinero a varios terratenientes. Sabía que no podría enfrentarse a ellos y por eso se suicidó", aseguró su hermano Rajaram, según la agencia IANS.
La respuesta del gobierno de la India a esta crisis, principalmente ayudas limitadas para el pago de deudas y programas de compensación, ha sido insuficiente para hacer frente a la magnitud y alcance de este problema o sus causas subyacentes.
Monsanto con sus semillas "mágicas", prometiendo transformar la vida de los pobres agricultores.
El gigante estadounidense del agronegocio tomó completa ventaja de su entrada al mercado indio. Hizo un acuerdo con los gobiernos estatales, incluidos Rajasthan y Andhara Pradesh, para introducir un Memorandum de Entendimiento (MOU) que dictaba las condiciones de difusión de los organismos modificados genéticamente (OMG) en el mercado local. Para Monsanto, una cosa era convencer a los agricultores de usar sus semillas artificiales con el fin de mejorar sus vidas y otra muy distinta era manipular la naturaleza y la tecnología para sacar mayor provecho de ellas.
La ironía es que las semillas transgénicas no han sido efectivas en India y las consecuencias no son del color de rosas que Monsanto había prometido.
Reportes de suicidios colectivos por parte de empobrecidos agricultores golpearon la opinión pública hace unos cuatro años, cuando decenas de granjeros se suicidaron para escapar de la carga de los altos precios y la falla de las semillas de Monsanto.
La empresa ofreció sus semillas a los agricultores y le dio la esperanza de cosechar cultivos abundantes. Para muchos de estos hombres y mujeres, la mayoría sencillos y sin mucha educación, la promesa de los OMG era una formula mágica que cambiaría sus vidas. Pero no tenían idea de lo que estaba por venir.
Las semillas de Monsanto no produjeron lo que la compañía había indicado. Las costosas semillas acumularon deudas y destruyeron campos de cultivo. En muchos casos, las cosechas simplemente no se materializaron. Los agricultores no eran conscientes de que las semillas transgénicas requieren más agua que las semillas tradicionales y la falta de lluvia en muchas partes del país únicamente aumento las pérdidas.
¿Quién es responsable? ¿Los gobiernos por abrir sus mercados? ¿Las trasnacionales por su competencia desigual? ¿Las semillas genéticamente modificadas? ¿Los bancos y prestamistas por cobrar elevados intereses? Los cínicos dirán que la culpa es de los agricultores, por su incultura al administrar sus finanzas y cultivos.
La noticia no es nueva, son muchos los años que los agricultores de la India llevan conviviendo con una serie de problemas sin que exista voluntad de ponerles una solución.
Ya no existen más informes oficiales pero la realidad es que las cifras continúan en aumento.


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