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lunes, 9 de junio de 2014

Brasil, Cuando la ilusión del Mundial es subyugada por la realidad cotidiana

¿Estás emocionado por ver el Mundial del Fútbol 2014? Mira cómo desalojan los barrios pobres en Brasil para preparar el "evento".
A pocos día, próximo jueves, de la inauguración de la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014, la convocatoria a huelgas y protestas intranquilizan no solo al gobierno, sino también a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
La frase era obvia: "No estamos en Suiza, estamos en Brasil". Solo que fue pronunciada por la jueza, Rilma Hemeterio, quien el pasado jueves prohibió la huelga del metro, que está afectando a una gran parte de la población de São Paulo, en los horarios pico. Y aludía a uno de los problemas más graves y críticos de las grandes, y no tan grandes, ciudades brasileñas: "Aquí hay un déficit de transporte público y cualquier cosa que lo disminuya, penaliza a la colectividad". El transporte público es, precisamente, uno de los factores que alimentan el malhumor ciudadano desde el año pasado.
Las huelgas en el transporte y la naturaleza de las obras realizadas para este Mundial, no han hecho más que exacerbar el sentimiento de que algo no funciona como es debido. Cuando se es preciso gastar tres horas entre el trabajo y la casa, en ómnibus repletos que distan de ofrecer comodidad, es difícil imaginar que la población permanezca impávida ante una fiesta que no la incluirá. En un discurso de la víspera, en Porto Alegre, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, cuestionó el pesimismo de los brasileños frente a la Copa: "Nunca se ganó tanto dinero en este país y eso vale también para los trabajadores, para el salario mínimo y también para los empresarios. ¿De dónde entonces ese mal humor?". Parece que hace tiempo que Lula no viaja por determinadas zonas del país, ni viaja en metro o autobús, ni visita hospitales o asiste a la escuela pública. Si para muchos brasileños tuvo un gestión ejemplar durante su mandato, aunque luego se ha visto salpicado por algunos escándalos de corrupción, su defensa a ultranza de la actual situación le está haciendo perder parte de su bien ganada popularidad con sus políticas, dirigidas a los menos favorecidos, durante su período como Presidente.
Recibimiento a los jugadores de la selección brasileña de fútbol en el local de concentración. AP.
El líder histórico del Partido de los Trabajadores denuncia que parte de la culpa (de las críticas y los movimientos populares) es de la prensa: "A veces leo noticias que no tienen ninguna lógica, a no ser la de no informar correctamente". Y abundó: "Nunca vi pegar tanto a una persona (en referencia a la presidenta Dilma Rousseff). No sé si eso ocurre porque ella es mujer".
Las apreciaciones del líder popular fueron más allá y en cierto modo constituyeron la respuesta a su propio interrogante: "Teníamos que llenar la barriga de las personas para hacer la revolución de inclusión social que hicimos". El asunto es que esa misma población ahora exige más: "Cualquier política en Brasil debe tener en cuenta que precisamos que los pobres suban (en la escala social). Las inversiones en educación, ciencia y tecnología, sólo tienen sentido si resultan en más oportunidades para las personas".
Lula no ha percibido que la ilusión, de mejoras sociales, que generó durante su mandato ha tenido resultados positivos y es exactamente eso lo que demandan los nuevos jóvenes brasileños, aquellos que tienen una nivel de educación superior al de sus padres. Y eso lo que parece llevarlos a exigir un transporte mejor y más barato; viviendas más adecuadas, mejoras en educación y sanidad y más seguridad, en uno de los países más violentos del mundo, con unas tasas de homicidios y asaltos que son las más altas de la región. Nada diferente de lo que piden en otros lugares del mundo. No por acaso la consigna que unificó a los movimientos de protesta es: "Não vai ter Copa (No habrá Copa)". Sin embargo para los cientos de miles de manifestantes que protestaban por el gasto realizado en este evento deportivo estuvo siempre claro que habría Mundial. Esa idea de negarlo surgió de la necesidad de contraponer los conflictos reales en Brasil a un sueño dorado que no condice con la situación social, con la pobreza en la que viven millones de familias, con el alto índice de empleo precario, con las mínimas oportunidades de desarrollo de los sectores sociales menos favorecidos.
Efectivamente, "nunca ganaron tanto dinero" como dice Lula. Pero el asunto es comparar cuánto ganaron las instituciones bancarias brasileñas, cuánto amigos de los gobernantes, empresarios ligados a determinados sectores o cuánto ganó la ONG multinacional llamada FIFA en esta Copa, y cuánto subió el salario mínimo (que se mantiene en la franja de los US$ 250 mensuales).
Es cierto que el Mundial dejará obras. Algunas de interés social, pero con un esfuerzo mayor puesto en aquellos emprendimientos que solo benefician a las clases sociales medias y altas; como por ejemplo los bellos aeropuertos construidos o reformados, u otras infraestructuras, que solo tendrán utilidad para recibir a los turistas extranjeros.
Estación de metro cerrada por huelga.
Millones de personas en Sao Paulo se han visto afectadas por la huelga del metro que este lunes entra en su quinto día.
La realidad aparece y la ilusión empieza a desvanecerse, la huelga de los trabajadores del metro de la capital financiera de Brasil continuará esta semana según la decisión tomada en la asamble que tuvo lugar durante la tarde de hoy, y en la que, pese a la decisión del Tribunal Regional de Trabajo de considerar la huelga abusiva, la práctica totalidad de los asistentes votó por la continuidad de la misma, según publica el periódico brasileño Folha de São Paulo.
Los trabajadores que solicitan un incremento de dos dígitos en sus remuneraciones, tienen un piso salarial de 1.323,55 reales (unos 590 dólares).
El pasado jueves el presidente del sindicato, Prazeres Juniors dijo, en una asamblea, "Si hay dinero para el Itaquerao y el Mundial, ¿cómo no tienen dinero para el transporte público?".
El sindicalista prometió una "huelga histórica", según reportó el diario O Estado de Sao Paulo.
El metro es el medio de transporte más usados para ir al estadio Arena Corinthians (popularmente conocido como Itaquerão) donde se disputará el partido inaugural entre las selecciones de Brasil y Croacia. En caso se mantenerse la huelga una gran cantidad de personas pueden tardar entre 4 y 5 horas en llegar a ocupar sus localidades en el flamante estadio de la ciudad de São Paulo.
Sin embargo, que la estación de metro vital para acceder al estadio se encuentre cerrada el jueves no preocupa mucho a Marco Polo del Nero, el presidente de la Federación Brasileña de Fútbol: "Esto es un problemilla pequeño. Si no hay metro, pues que la gente vaya en autobús o en coche. Siempre hay alternativas", minimizando el problema social ante el evento futbolístico.
Mural que se volvió viral en las redes sociales.
Dos hechos relevantes podrán bajo el punto de mira a Brasil a partir del próximo 12 de junio:
El primero, el Mundial, lleva cuatro años preparándose a toda velocidad, con una infraestructura que se concluirá en el último minuto, y con numerosas carencias, y en la que las 32 mejores selecciones del mundo buscarán coronarse como nuevos líderes del fútbol mundial tras España en Sudáfrica 2010.
El otro, las protestas populares, lleva, básicamente, un año fraguándose en las calles, en las favelas, en las escuelas, en las empresas, en los centros hospitalarios, en las protestas crecientes de la gente que encuentra insatisfechas sus demandas sociales y que ve en la competición deportiva una oportunidad para que el mundo sepa de su enojo, y de la realidad social tras los focos que iluminaran figuras ilustres, y no tan ilustres, del mundo del deporte y, evidentemente dado el palco publicitario, de la política.
Las protestas se iniciaron el año pasado poco antes del inicio de la Copa Confederaciones, cuando millones de personas salieron a las calles para protestar por las injusticias sociales, contra las carencias de la sanidad pública, de la educación, del transporte, de la vivienda, contra la violencia, contra el empleo precario, etc. En definitiva la protesta iba dirigida contra la marginación social en la que sobreviven millones de personas sin un hálito de esperanza en el futuro.
Las encuestas señalan que el descontento de los brasileños con el Mundial ha crecido, con una mayoría que cree que el evento quita dinero a los servicios públicos, y el país ha tenido en las últimas semanas una serie de huelgas.
Pero por ahora siguen sin resurgir las protestas callejeras masivas que hubo en la Copa de Confederaciones del año pasado por mejores servicios públicos y contra los gastos del Mundial.
La FIFA ha indicado que espera que la atmósfera en Brasil mejore con el inicio de la Copa.
No obstante, algunos de sus dirigentes, como el vicepresidente Jim Boyce, conocieron de primera mano los efectos de la huelga del metro de São Paulo el jueves, cuando requirieron de casi tres horas para ir del aeropuerto de la ciudad al hotel.

Imágenes del desalojo de zonas pobres a días del inicio del Mundial para que no enturbien la imagen del país.
En las últimas semanas han continuado los reclamos por los excesivos gastos del Mundial y a ellas se han sumado las huelgas de transportistas y policías en varias ciudades brasileñas, algunas de ellas sedes mundialistas, y que han tenido que ser reforzadas por las tropas del Ejército, o como en Rio de Janeiro, los tiroteos, colocando en riesgo la vida de los ciudadanos, por las calles continúan con la casi la misma frecuencia que anteriormente, sin que parezca que la política de instalación de las Unidades de Policía Pacificadora haya modificado sustancialmente la situación en algunas de ellas.
Los altos niveles de violencia en diversas ciudades del país, entre ellas algunas sedes de la Copa, es algo que preocupa especialmente al Gobierno que ha movilizado a 157.000 policías y soldados de las tres fuerzas armadas para garantizar la seguridad en las 12 sedes del campeonato.
Una encuesta publicada este martes por el Centro de Investigación Pew indicó que 72% de los brasileños estaban "insatisfechos con la marcha del país", y 61% dijeron que fue mala idea albergar la Copa Mundial, ya que se llevó el dinero de las escuelas, la atención de la salud y otros servicios públicos.
De acuerdo con la encuesta realizada por el Pew Research Center, con sede en Washington, seis de cada 10 encuestados dijeron que ser sede del Mundial, que comienza esta semana, es malo para Brasil, ya que los miles de millones de dólares gastados en el torneo (un 115% más que Alemania 2006 o un 150% más que en Sudáfrica 2010) hubiesen estado mejor invertidos en servicios como la sanidad, educación y transporte público.
El expresidente Lula, que luchó por mejorar las condiciones sociales del país con esmero, dedicación y un cierto éxito también se ha dejado llevar por la ilusión del Mundial, quizás como un acto electoral más en un año de elecciones, y no ha percibido que el pueblo brasileño ha visto subyugada la ilusión que les crearon con este Mundial, así como de los frutos que, como consecuencia del mismo, gozaría la población, por una realidad cotidiana, que continúa dominada por la violencia, las deficiencias en la sanidad y educación pública, en la red de transportes públicos, en las ingentes bolsas de pobreza (más de 30 millones de personas según un estudio del pasado año), etc., a pesar de que durante un mes intente cubrirse con la alfombra roja de los grandes eventos públicos.

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