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Dos escocesas, que viajaron solo para votar, se hacían ayer una selfie en la frontera entre Inglaterra y Escocia. Getty |
El próximo 18 de septiembre se presenta como un día clave, no solo para
el Reino Unido, sino para la Unión Europea. Escocia tendrá la
oportunidad de elegir su futuro mediante el voto popular. Ese día los
escoceses decidirán si continuar el mismo solos o manteniendo su actual status, junto al resto de
países miembros del Reino Unido.
Pocos debates internos tan europeos como el provocado por la convocatoria de un referéndum de independencia en Escocia.
La decisión de David Cameron de autorizar la consulta no tiene
precedentes en Europa. Y, al margen de cual sea el resultado final, sus
reverberaciones se sienten más allá de las islas británicas.
La Unión Europea
mantiene la respiración ante las consecuencias que puede tener la
celebración del referéndum escocés. Por sus efectos en otras latitudes
del continente con aspiraciones independentistas y porque, en breve,
quizás se deba aclarar cómo se encajaría el nacimiento de un nuevo
Estado dentro de la Unión, un supuesto no previsto en la legislación
comunitaria.
"
Europa debería estar orgullosa de este proceso
porque no se ve con frecuencia que las disputas territoriales se
resuelven de manera pacífica", decía Nicola McEwen, profesora de
Ciencias Políticas de la Universidad de Edimburgo en un reciente
coloquio en Bruselas. Pero el pasado jueves, en Milán, no era del
ejemplo democrático que está dando el Reino Unido de lo que hablaban los
políticos, banqueros y financieros en los pasillos de la conferencia
que precedió a la reunión del Eurogrupo. Su principal preocupación era
el impacto que el avance del sí está teniendo y puede tener para la
libra y la economía británica.
Las instituciones comunitarias se
han mostrado frías e incluso contrarias a la iniciativa cuando sus
dirigentes se han pronunciado sobre los movimientos secesionistas en
Escocia y Catalunya. La Unión Europea aspira a ser algo más que un club
pero, en último término, es una organización internacional de Estados
nación y su reflejo es defender a sus accionistas.
El temor, en
cualquier caso, es grande a que la iniciativa escocesa inflame los
ánimos en otros territorios con aspiraciones similares (Catalunya,
Euskadi, Flandes, Ulster, Véneto...).
Con los sondeos advirtiendo
de un posible triunfo del sí, la Comisión Europea trata estos días de
pasar lo más desapercibida posible. Lejos quedan las declaraciones de su
presidente, José Manuel Durão Barroso, advirtiendo que sería "
muy
difícil si no imposible" que una Escocia independiente volviera a formar
parte de la Unión, comparando el caso con Kosovo. Es posible que en
unas semanas Edimburgo y Londres llamen a las puertas del Ber- laymont,
sede del ejecutivo comunitario, para negociar el encaje de la nuevo
Estado dentro de la UE, algo que hasta ahora se ha negado a abordar
formalmente.
Algunos juristas defienden que puede resolverse con
una reforma simple del tratado como prevé su artículo 48. Lo llaman
ampliación interna de la Unión y sería poco más que una absorción del
nuevo Estado, que ya forma parte del club, una vía exprés. Otros
sostienen que deberán ponerse a la cola del resto de países que desde
fuera de la Unión negocian su ingreso (Turquía, Serbia...) y seguir el
procedimiento previsto en el artículo 49. Aunque para Escocia el camino
sería infinitamente más sencillo que para los candidatos de fuera, no
deja de ser una ruta más larga y proclive a los accidentes.
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Foto: Russell Cheyne/REUTERS |
Cuando
la pregunta se ha dirigido a la Comisión Europea, en calidad de
guardiana de los tratados, la institución parece inclinarse por esta
segunda opción. Sostiene que la región en cuestión quedaría
automáticamente fuera de la UE al proclamar su independencia y debería
solicitar su ingreso en el club, algo que en todos los casos sólo puede
acordarse por unanimidad. Lo que no aclara es por qué artículo se
resolvería esa situación. Fuentes diplomáticas europeas reconocieron en
julio que estudian "varios escenarios" ante la posible aparición de un
nuevo Estado en la UE y no sólo uno, largo e incierto, como sugiere
Bruselas.
McEwen también cree que "
legalmente, lo más probable"
es que se imponga la segunda vía porque versa sobre adhesiones y "
la
práctica legal es dar preferencia a artículos específicos frente a los
generales", un veredicto que el SNP (Partido Nacional Escocés) no
comparte aunque es poco preciso a la hora de rebatirlo. McEwen admite,
no obstante, que pueden prevalecer "
las consideraciones políticas sobre
el derecho" y se podría optar por la primera ruta, pero duda que el
proceso pueda culminarse en el plazo de 18 meses que Edimburgo se ha
dado para declarar la independencia, por lo que puede ser necesario
"
firmar algún tipo de acuerdo bilateral para dar continuidad a la
pertenencia de Escocia a la UE en algunas áreas".
Alyn Smith,
eurodiputado del SNP, descarta que surjan obstáculos. "
No digo que vaya a
ser a nada automático, sólo que se trata de detalles, no de cuestiones
de principios", le replicó en el coloquio organizado el Centro de
Estudio de Políticas Europeas (CEPS) en Bruselas. "
Somos parte del
territorio de la UE y queremos seguir siéndolo, a nadie le interesa que
nos quedemos fuera ni un segundo (...)".
Sea cuál sea la ruta
elegida para volver a la UE, todos los estudios jurídicos realizados
sobre el asunto (incluido el de la Assemblea Nacional Catalana)
coinciden en que el ingreso del nuevo socio necesita el acuerdo de todo
el club, pues los tratados sólo pueden ser modificados por unanimidad.
Edimburgo confía en que el hecho de que el proceso haya sido consensuado
con Londres le allane el camino. La incógnita que persiste es qué
ocurrirá en el interregno, cuánto durará y cómo de complicado será la
ruta de vuelta a la Unión Europea.
La posible victoria del 'Sí' en el referéndum del 18
de septiembre no significará automáticamente la independencia de
Escocia, sino que los escoceses deberán esperar hasta el 24 de marzo de
2016 para ver hecho realidad su sueño de acabar con la unión forjada con
Inglaterra en 1707, según lo estipula el calendario que se marcó el ministro principal
de Escocia, Alex Salmond, tras el acuerdo suscrito con el primer
ministro británico, David Cameron, el 15 de octubre de 2012 para la
celebración de la consulta, en la que los escoceses solo podrán decir si
están a favor o en contra de la independencia.
En la mañana del 19 de septiembre, una vez que se conozcan los
resultados oficiales de la consulta, arrancará el complicado proceso de
negociar con Londres la devolución de las competencias que aún no han
sido transferidas al Parlamento escocés, como la recaudación de
impuestos, la gestión de los ingresos por petróleo o la presencia de
bases militares, entre otros.
Salmond tiene particular interés en negociar la retirada del
'Trident', el sistema de disuasión nuclear británico compuesto por
cuatro submarinos y que tiene su base en Escocia, un asunto que se
antoja peliagudo, ya que habría que buscar otro emplazamiento, además de
los elevados costes que supondría, por lo que Londres se ha mostrado
reticente hasta ahora.
Precisamente esta complejidad convierte a la salida del 'Trident'
de Escocia en una de las mejores monedas de cambio de que gozaría
Salmond para negociar la independencia. En todo caso, desde su Gobierno
han dejado claro que no hace falta que todos los asuntos hayan quedado
resueltos antes de la independencia propiamente dicha, sino que podrían
terminar de cerrarse una vez que ésta se haya producido.
En todo caso, desde la campaña por el 'sí', afirman que el plazo
de 18 meses que se ha dado Salmond entre la celebración del referéndum y
la independencia propiamente dicha es suficiente, ya que los 30 países
que desde 1945 que se han independizado a través de consultas populares
han tardado unos quince meses en concretarlo.
La negociación con Londres estará encabezada por el Gobierno
escocés, si bien ya ha manifestado su deseo de que haya participación de
la sociedad civil.
Por otra parte, conocedores de que Escocia deberá solicitar su
entrada en la UE si abandona Reino Unido, Salmond prevé iniciar las
negociaciones ya antes de que se produzca la independencia, con el
objetivo de poder acelerar los plazos.
Dado que Escocia actualmente es miembro de la UE, el Gobierno de
Salmond considera que las negociaciones de adhesión deberían ser
rápidas, entre otras cosas también porque cree que dados los "inmensos
recursos" de que dispone el territorio supone un beneficio para ambas
partes.
Además, "la velocidad a la que Europa respondió a la Reunificación
Alemana demuestra que puede evolucionar rápidamente ante nuevas
situaciones", defiende el Gobierno escocés, a sabiendas de que la
entrada en la UE depende del visto bueno de los 28 estados miembro y
algunos, como España, podrían oponerse.
El primer ministro británico, David Cameron
, imploró a los escoceses que rechacen la independencia y mantengan
"
intacta" la familia del Reino Unido, en un intento por detener el firme
ascenso del apoyo secesionista antes del referéndum del 18 de septiembre.
"
No
queremos que esta familia de naciones se despedace", dijo Cameron, de
47 años, en un artículo de opinión publicado en el diario británico
Daily Mail. Entre el mensaje emotivo y una clara advertencia, agregó: "
Si Reino Unido se rompe, se rompe para siempre".
En
una señal del pánico instalado al interior de la élite política
británica, Cameron y el líder de la oposición, Ed Miliband, suspendieron
su sesión semanal de interpelaciones políticas para visitar Escocia durante el fin de semana y pedir a los escoceses que no rompan su unión de 307 años con Inglaterra.
Varios sondeos de opinión han mostrado un aumento en el apoyo a la
independencia en las últimas semanas, asustando a los mercados
financieros y planteando el mayor desafío interno a Reino Unido desde la
independencia de Irlanda hace casi un siglo.
El campo del "no" ha
acelerado esta semana su campaña después de que un sondeo sobre
intención de voto publicado el domingo por el "Sunday Times" diera por
primera vez la victoria del "sí" a la independencia en el referéndum
escocés.
Según ese sondeo, los partidarios de la separación ganarían con un 51 %, frente a un 49 % de los contrarios a la secesión.
Ante
esta situación, los líderes de los dos principales partidos -Cameron,
Miliband y el viceprimer ministro, el liberal demócrata Nick Clegg- montaron una ajetreada agenda en Escocia, durante el fin de semana, aunque por separado en distintos
lugares de la región, a fin de buscar apoyo al campo unionista y ante la
clara preocupación de las formaciones por la posibilidad de que gane la opción independentista.
"
El independentismo en Escocia da impulso a los movimientos separatistas en España e Italia". De este modo titula el influyente diario económico de la City de Londres,
Financial Times, su análisis acerca de las consecuencias que podría acarrear la posibilidad de un triunfo del 'sí' a la independencia en Escocia en el referéndum que se celebra este jueves. El artículo, ilustrado con una fotografía de la V de la
Diada en Barcelona de la semana pasada, abre la web del diario este lunes por la mañana.
Según
el salmón británico, tanto el País Vasco como Catalunya, en España; y
el Veneto y Tirol del Sur, en Italia, "
se están lamiendo los labios ante
la perspectiva de que Escocia vote la secesión de Reino Unido", un
"
entusiasmo" que, señala el diario, "
no es compartido por la comunidad
internacional de inversores".
El diario señala que en Catalunya, el País Vasco, Tirol del Sur y Veneto
"
ha arraigado la idea de que la prosperidad local se desvía en
beneficio de los corruptos, la intimidación y las élites económicamente
incompetentes en Madrid y Roma".
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¿Seguirán ondeando juntas las banderas después del 18 de septiembre?. |
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